Razón y escritura en Don Sem Tob, 3ra. parte

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Las  estas coplas se iban recitando paso a paso por Agustín García Calvo a lo largo de la charla, pueden oírse en el siguiente enlace:
http://bauldetrompetillas.es/agustin-garcia-calvo/cosas-varias/razon-y-escritura-en-don-sem-tob/

Por supuesto, ya ven ustedes que las motivaciones económicas no se callan en los versos, se ponen en primer plano: no quiere gastar con ese necio la tinta; no quiere tampoco regalarle un papel sano y entero que pueda usar para otras cosas. Pero todo el mundo ve que hay una motivación más profunda que esas motivaciones económicas, y que se pone de relieve cuando, al final, dice: «saqué de él la razón que en el escrito había y entonces le di papel vacío».

El desprecio de este astroso, de este necio, se manifiesta sobre todo en el sentido de que pretende darle palabras vacías, representadas aquí por la escritura de tijera, la escritura hecha con trazos en huecos: sacar de esas palabras la razón, razón, un término que nos va a ocupar un momento, porque es muy importante en castellano.


Ya saben que, aunque hoy no tanto, la palabra se usa para decir ‘palabras’, razones, palabras en fila, incluso un cuento en la Edad Media se puede llamar una razón (muchas veces llaman una razón a un poema narrativo, a un cuento), al mismo tiempo que quiere decir ‘razonamiento’ y ‘razón’, como nosotros lo decimos.

Es decir, que un poco al estilo del famoso lógos de los griegos, que fue también para los teólogos cristianos el verbo encarnado, abarca indistintamente lo que nosotros decimos la palabra, el lenguaje, y lo que decimos la razón, el razonamiento: lo uno va con lo otro.

A lo que antes aludía con el áscua, que a pesar de todo queda, era evidentemente a esto, a esta razón que don Sem Tob saca por medio de las tijeras de su escritura. Es decir, él confía en que está ahí. En qué consiste esta razón es algo que por desgracia no podemos (no tenemos tiempo si queremos hablar todavía un poco) desarrollar mucho, quiero sugerírselo nada más.

Cuando me ocupé de don Sem Tob, entre otras razones de este amor por este judío de Soria y de Carrión, cercano a mi tierra más o menos, entre otras razones estaba la de que encontraba en él resonancias heraclitanas evidentes. Me parecía, de una manera muy modesta volver a oir a Heráclito y, por tanto, lo que razón en Heráclito llamaba lógos, estaba haciendo, no lo que se dice de ella, lo que ella hace. En el libro y a pesar del libro, porque también Heráclito es un libro y, a pesar de ello, digo «lo que «logos», lo que el verbo, lo que la razón está en él haciendo.»

Para poder hacer algo la razón tiene que ser contradicción. De una manera mucho más esplícita en Heráclito, el pensamiento se presenta como tal, como contradicción, es decir, como manifestándose en las contradicciones de las cosas, y siendo contradictorio él consigo mismo en cuanto que, por ejemplo, está fuera de la Realidad (puesto que habla de ella, el lenguaje no puede estar dentro de la Realidad) al mismo tiempo que está dentro, puesto que todos los procesos llamados incluso naturales o reales, están manifestando, están como hablando, están manifestando la razón.

Bueno, también don Sem Tob, de una manera más modesta, ofrece sobre todo en el comienzo de sus Glosas de Sabiduría, algunas muestras de esta lógica de la contradicción que es para mí la vida misma de las palabras, a la que antes ya aludía a propósito de la negación.

Mi última lectura es de los versos 229 y siguientes de las Glosas, donde se desarrolla esto de la contradicción:

«Quiero, acerca del mundo y de sus costumbres y de cómo dudo de él, decir palabras bien atinadas; que no acierto a adoptar una norma ni inclinarme a ningún partido: cada día me vuelvo atrás de más de cien acuerdos»:

229

Quiero dezir del mundo
e de las sus maneras,
e cómmo de él dubdo
palabras muy certeras.

233

que non sé tomar tiento
ni fazer pleitesía:
d’acuerdos más de ciento
me torno cada día.

«Lo que uno denigra, veo que otro lo alaba; que lo que éste adorna, aquél otro lo afea»

237

Lo que uno denuesta,
veo otro loarlo;
lo que este apuesta,
el otro afearlo.

«La vara de medir que el comprador dice que mide de menos, ésa misma dice que mide de más el comprador».

241

La vara que menguada
la diz el conprador,
éssa mesma sobrada
la diz’ el venedor;

«Al que arroja la lanza, le parece lenta, a pesar de que al que le alcanza, la juzga rápida.»

245

El que lança la lança,
seméjal’ vagarosa,
pero que al qu’alcança
tien’la por pressurosa.

«Dos amigos harían cinturón de un anillo, en el que dos enemigos no podrían meter un dedo meñique.»

249

Farían dos amigos
de un anillo
en que dos enemigos
non metrién un dedillo.

«Por la misma razón por la que uno hace algo, otro deja de hacerlo; con lo que a mí me da mucho placer, otro sufre; en donde Lope saca ganancia, Rodrigo se empobrece; con lo que Sancho se cura, Domingo enferma.»

253

Por lo que éste faze
cosa, otro la dexa;
con lo que a mí plaze
mucho, otro se quexa;

257

en lo que Lope gana,
Rodrigo empobrece,
lo que Sancho sana,
Domingo adolece.

Siguen todavía bastante muestras de contradicción. Les recomiendo que, si se sienten un poco movidos a ello, las lean por su cuenta, pero bastan éstas para mi propósito presente, que era el de sugerirles que la vida del lenguaje, que, en la primera parte de esta esposición, relacionaba con la negación, ahora se esplicita en cierto sentido más, al mostrarse como esencialmente contradictoria.

En relación con lo que he dicho antes, si la escritura, la Cultura, el Sistema, el Poder fueran perfectos, hubieran alcanzado su ideal, entonces sería verdaderamente el «apaga y vámonos», el «no hay nada que hacer»: es sólo la imperfección lo que permite que, efectivamente, por debajo de todo eso sigan latiendo y, de vez en cuando, destellando, ascuas de ese fuego que es la razón.

Es esa imperfección la que está sostenida por la inevitable contradicción que el lenguaje nos suministra. No hay nada perfecto, por fortuna (no voy a decir «gracias a Dios», porque eso, en mi intención, sería contraproducente: yo podría en este paréntesis intentar aludir con la palabra Dios, como hace el propio Heráclito, a la razón en marcha, pero sería sumamente ingenuo si hiciera esto después de la historia con que la palabra carga en las diversas religiones, y especialmente en las sublimadas, judaicas, musulmanas o cristianas; de manera que no diré «gracias a Dios»). Pero diré, efectivamente, que tenemos en la contradicción la garantía de la imperfección y, por tanto, la posibilidad de la vida, la posibilidad de que lo que se ha afirmado, incluso se ha escrito como ley, pueda sin embargo todavía negarse una y otra vez.

Porque, debajo de los señores, debajo del Poder, debajo también de las facultades superiores de cada uno, conciencia, de liberación, voluntad, está sin embargo la otra cosa que no es eso, está el pueblo, que no sabemos qué es pero sabemos qué no es, está esa subconsciencia técnica, el lenguaje mismo que se contrapone a la escritura.

Y es así gracias a eso, como, por debajo de y a pesar de escritura, Cultura, Literatura, Ciencia, y todas las jergas con que los señores tratan de domesticar el lenguaje vivo, por debajo de y a través de todo ello, puede de vez en cuando destellar el sentido común, que es lo mismo que la razón común que aquí he estado intentando hacer torpemente sonar entre ustedes.

Continuará…

 

Agustín García Calvo Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos Hervás, 16, 17, 18 y 19 de marzo de 1995.

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