Las relaciones entre Turquía e Israel se deterioraron gravemente durante los últimos dos años. La guerra entre Israel y el Hamas de fines del 2008 y el ataque israelí al buque Mavi Marmara que cobró la vida de nueve ciudadanos turcos marcaron los hitos de tal distanciamiento, pero hubo además otros factores que sin duda contribuyeron a él.
El más importante quizá ha sido el crecimiento de la atmósfera islamista que el gobierno de Erdogan ha propiciado no sólo domésticamente, sino también en cuanto a sus relaciones con el régimen de Irán. Recuérdese que Turquía y Brasil fueron quienes negociaron un acuerdo con Teherán en cuanto al tema nuclear, negociación rechazada al ser percibida por gran parte de la comunidad internacional como coadyuvante a la táctica iraní de ganar tiempo y seguir avanzando en su propósito de obtener armamento atómico.
Sin embargo, las cosas parecen estar cambiando actualmente. No sólo Turquía como miembro de la OTAN acaba de sumarse al proyecto encabezado por Washington de construir un escudo antimisiles en Europa oriental –destinado obviamente a neutralizar el peligro de un Irán nuclearizado- sino que en estos últimos días ha protagonizado un reacercamiento con Israel que está a punto de concretarse oficialmente.
En efecto, a raíz del gigantesco incendio que arrasó vastas zonas del Monte Carmel y que afectó al área de la norteña ciudad israelí de Haifa cobrando más de cuatro decenas de víctimas mortales, Ankara respondió a la solicitud israelí de ayuda internacional con el envío inmediato de aeronaves especializadas en el sofocamiento de incendios. El hielo entre los dos países empezó así a romperse y lo que está hoy sobre la mesa es la forma como se pretende cicatrizar las heridas del pasado.
El ministro de relaciones exteriores turco, Ahmet Davutoglu, declaró que empezaba una nueva era en las relaciones diplomáticas con Israel, pero para ello ha sido necesario que éste cumpla con cierta condiciones tales como un ofrecimiento de disculpas por las pérdidas humanas en el operativo de captura del Mavi Marmara. Hasta el momento el asunto no se ha cerrado del todo debido a discrepancias alrededor del fraseo de la nota israelí. El gobierno de Jerusalén ha ofrecido indemnizaciones económicas a los deudos de los turcos muertos y utiliza el término “lamenta” en relación a la pérdida de vidas, mientras que el gobierno turco exige que la expresión usada sea “se disculpa” y que tales disculpas sean dirigidas específicamente a la República Turca. Aunque el estira y afloja se mantiene aún, todo parece indicar que las cosas se resolverán favorablemente.
Por supuesto, una de las preguntas más importantes respecto a todo esto es por qué de repente un viraje tan marcado en relaciones diplomáticas que parecían desarrollarse en sentido opuesto. La respuesta radica muy probablemente en un sensato pragmatismo de las dos partes. Turquía ha sido para Israel la puerta de entrada a oriente y el país musulmán del vecindario con quien mejores relaciones ha tenido siempre y con el cual comparte una serie de intereses comunes en múltiples áreas. Ambos han obtenido grandes ventajas de dichos nexos, ventajas a las que les es gravoso renunciar. Por otro lado, se percibe en el gobierno de Ankara un propósito central de mantener un equilibrio regional dentro del cual su nación conserve lazos firmes y participación con todos los actores del derredor –incluyendo a Irán e Israel- ampliando así su influencia sin limitarse a pertenecer a un solo bloque. Al parecer Turquía aspira a colocarse como líder mayor en el mundo musulmán pero sin renunciar a ser de algún modo, parte de Europa y de occidente en general.
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