El pueblo de Costa Rica, está cansado del continuo saqueo de los fondos públicos y la pésima administración de las finanzas que le pertenecen a todos los contribuyentes. Mostrando en la actualidad un descontento que se ha vuelto insostenible, gracias a la corrupción institucionalizada y heredada de los últimos gobiernos de turno. Quienes han maquillado sus carentes propuestas cada cuatro años, en busca de perpetuar un estado de “confort” que por supuesto, no pretende el desarrollo social, el cual, a estas alturas de la historia y en éste particular país, se ésta volviendo imposible de materializar a corto, mediano y largo plazo.
Así que es evidente, que cualquier corriente de fe llámese como se llame, no es suficiente para pagar la deuda externa y menos interna, propia de cada uno; porque lo que se necesita en éste país no son solo propuestas reales, sino también representantes del pueblo, completamente transparentes en cuanto a su gestión pública y la administración de los fondos de todos los ciudadanos.
Debido a que no basta con las buenas intenciones, cuando detrás están los mismos intereses que mantienen secuestrada a ésta Nación desde hace décadas, sumados a instituciones que se han transformado en gremios, como el Ministerio de Educación Pública, que constituye el elefante blanco de la social democracia y que cambia sus políticas dependiendo de lo que les conviene cada cuatro años, siendo el responsable en la actualidad, de alimentar la ignorancia que se expresa en una parte de la población.
Entonces es importante apreciar como en ésta reinterpretación de la “democracia costarricense”, se juega utilizando la fe de un Estado católico, apostólico y romano en algunos momentos, mientras que en otros, prima el “fanatismo evangélico” cuando es necesario, junto con la falta de educación y preparación de un sector de la sociedad, carente de visualizar cómo se desarrolla en realidad el “Juego de la Política” en éste país centroamericano. En donde, para los “expertos internacionales u observadores” que nos visitan en cada contienda electoral, junto con uno que otro embajador, todavía la forma de ejercer la política en Costa Rica es una gran incógnita, imposible de develar, a diferencia de los que nacimos aquí y no nos criamos con leche de polvito…
Por ello, en éste 2018 todas y todos los costarricenses estamos en la obligación de encarar a esos que durante décadas, han sumido al país en la pobreza, lucrando con la ignorancia y fe de muchos, dándonos palmaditas en la espalda y comiéndose un casado en el mercado cada cuatro años. Cuando en realidad al final de cuentas, ni se acuerdan de las promesas de campaña y menos de quienes los pusieron allí; que en todo caso, debería de ser el Pueblo mediante la elección popular y no los intereses de un sector privilegiado, cada vez más indiferente ante las necesidades de la mayoría de los habitantes que constituyen ésta Nación.
Con lo cual, no basta con hacer “caridad” para andar después jactándose de eso y menos, creer y tratar de hacer creer a los demás, que se tiene conciencia social por ello. Ya que la Conciencia Social, no busca perpetuar la pobreza y la ignorancia en los sectores menos favorecidos de la sociedad, con programas que no solucionan nada a corto o mediano plazo, más allá de mantenerles el estómago con menos hambre, a quienes han sido acostumbrados a vivir del clientelismo político por muchos años.
Así, podemos darnos cuenta que ésta es la expresión de populismo ideológico “más democrática posible” dentro de algunos países de habla hispana, que no se muestran progresistas en lo social, a diferencia de otros, que tienen superado éste tema en el ejercicio de la política con mayúscula. Porque el costarricense está educado para ser “conservador en lo social” y por otra parte, “liberal en lo económico”, pero frente a las necesidades de su prójimo.
Por tanto señores candidatos, qué propuestas reales les quedan, si se despojan de ésta mala práctica de ejercer la política, frente a la verdadera “Politeia Griega” que ha brillado por su ausencia desde hace decenios, amparada en un discurso de paz… que ya está gastado y no se puede reinventar, sino más bien debe concretarse en una realidad factible, para todas y todos los costarricenses sin hacer distinción alguna.
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