Recordando a Ana Frank: 12 de junio de 1929 – 12 de marzo de 1945

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Se llamaba Annelies Marie (Ana) Frank (Fráncfort, 12 de junio de 1929 – Campo de concentración de Bergen-Belsen, 12 de marzo de 1945).

«Después de 1940, nuestra buena época iba a terminar rápidamente: ante todo, la guerra, la capitulación y la invasión de los alemanes llevándonos a la miseria. Disposición tras disposición contra los judíos. Los judíos obligados a llevar la estrella, a ceder sus bicicletas. Prohibición para los judíos de subir al tranvía, de conducir un coche. Obligación para los judíos de hacer las compras exclusivamente en los establecimientos marcados con el letrero de “negocio judío”, y de quince a diecisiete horas solamente. Prohibición para los judíos de salir después de las ocho de la noche, ni siquiera a sus jardines, o aun de permanecer en casa de sus amigos. Prohibición para los judíos de ejercitarse en todo deporte público: prohibido el acceso a la piscina, a la cancha de tenis y de hockey o a otros lugares de entrenamiento. Prohibición para los judíos de frecuentar a los cristianos. Obligación para los judíos de ir a escuelas judías, y muchas restricciones semejantes.


Así seguimos tirando, sin hacer esto, sin hacer aquello. Jopie me dice siempre: “No me atrevo a hacer nada, de miedo a que esté prohibido”. Nuestra libertad, pues, está muy restringida; con todo, la vida es aún soportable.»

Lo que antecede es un fragmento del Diario de Ana Frank, escrito entre 1942 y 1944. Después, la niña y su hermana mayor, Margot, tras permanecer durante un tiempo en los campos de concentración de Westerbork y Auschwitz, fueron deportadas a Bergen-Belsen, donde ambas murieron durante una epidemia de tifus en marzo de 1945.

Rebatiendo a los negacionistas

Desde su publicación se ha puesto empeño en desacreditar el diario, y desde mediados de 1970 David Irving (negacionista del Holocausto) ha sido constante al aseverar que el diario no sería auténtico. Según el también negacionista Robert Faurisson, el diario no fue realmente escrito por Ana Frank, ya que contiene páginas escritas con bolígrafo, inventado en 1938 y patentado en Argentina el 10 de junio de 1943, pero que no habría sido introducido en Alemania hasta un año después, fecha en la que Ana había sido ya trasladada al campo de concentración (2 de septiembre de 1944) y su Diario estaba terminado. De todos modos, los diversos estudios llevados a cabo en el diario han demostrado que las páginas que contienen anotaciones en bolígrafo son dos, añadidas en 1960 por una grafóloga que estudió el texto. En 2006, la Oficina federal alemana de asuntos penales (BKA), de Wiesbaden, que en 1980 había certificado la existencia de esas dos páginas escritas en bolígrafo, emitió un comunicado explicitando que «ese estudio de cuatro páginas de ningún modo puede ser utilizado para poner en duda la autenticidad del Diario.»

Las continuas declaraciones públicas hechas por quienes niegan el Holocausto llevaron a Teresien da Silva a comentar en 1999, en nombre de la Casa de Ana Frank, que “para muchos extremistas de derechas (Ana) demuestra ser un obstáculo. Su testimonio de la persecución de los judíos y su muerte en un campo de concentración están bloqueando el camino para la rehabilitación del nacionalsocialismo”.

Desde los años 50, la negación del Holocausto ha sido una infracción criminal en algunos países europeos, y se ha hecho uso de la ley para prevenir un aumento de la actividad neonazi. En 1959 Otto Frank tomó acciones legales en Lübeck contra Lothar Stielau, un profesor de colegio y antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas que publicó un documento estudiantil en el que describió el Diario como una falsificación. El tribunal examinó el diario y concluyó en 1960 que éste era auténtico. Stielau se retractó de su afirmación anterior, y Otto Frank, el padre de Ana, no llevó su demanda más lejos.

En 1958 un grupo de manifestantes desafió a Simon Wiesenthal durante una representación del Diario de Ana Frank en Viena asegurando que Ana Frank nunca existió, y le pidieron que probase su existencia encontrando al hombre que la había arrestado. Empezó a buscar a Karl Silberbauer y lo encontró en 1963. Cuando fue entrevistado, Silberbauer admitió en seguida su papel, e identificó a Ana Frank en una fotografía como una de las personas que fueron arrestadas. Proporcionó una versión completa de acontecimientos y recordó haber vaciado en el suelo una maleta llena de papeles. Su declaración corroboró la versión de los hechos que había sido presentada anteriormente por testigos como Otto Frank.

En 1976 Otto Frank emprendió acciones contra Heinz Roth, de Fráncfort, que publicó folletos que indicaban que el Diario era una falsificación. El juez decidió que si publicaba nuevas afirmaciones en esa línea sería condenado a pagar una multa de 500.000 marcos alemanes y se enfrentaría a una sentencia de seis meses de cárcel. Dos casos fueron desestimados por los tribunales alemanes en 1978 y 1979 amparándose en el derecho a la libertad de expresión, en vista de que la queja no había sido llevada a cabo por ninguna “parte perjudicada”. El tribunal declaró en cada caso que si se hacía una nueva petición desde una parte perjudicada, como Otto Frank, se podrían abrir diligencias por difamación.

La controversia llegó a su punto más alto en 1980 con el arresto y juicio de dos neonazis, Ernst Römer y Edgar Geiss, que fueron juzgados y encontrados culpables de la creación y distribución de impresos denunciando la falsedad del Diario, a lo que siguió una querella de Otto Frank. Durante la apelación, un equipo de historiadores examinó los documentos de acuerdo con Otto Frank, y determinaron su autenticidad.

Con la muerte de Otto Frank en 1980, el diario original, incluyendo cartas y hojas sueltas, fue dejado en herencia al Instituto para la Documentación de la Guerra de los Países Bajos, que llevó a cabo en 1986 un estudio forense del diario a través del Ministerio de Justicia de los Países Bajos. Tras cotejar la caligrafía con ejemplares de autoría probada determinaron que coincidían, y que el papel, pegamento y tinta empleados eran fáciles de adquirir durante el período en el que se afirmaba que el Diario había sido escrito. Su determinación final fue que el Diario era auténtico. El 23 de marzo de 1990 el Tribunal Regional de Hamburgo confirmó su autenticidad.

Elogios al Diario

En su introducción a la primera edición del Diario en los Estados Unidos, Eleanor Roosevelt, primera dama del país, lo describió como “uno de los más sabios y conmovedores comentarios que he leído sobre la guerra y su impacto en los seres humanos”. El escritor soviético Ilya Ehrenburg diría más tarde: “una voz que habla por la de seis millones; la voz no de un sabio o un poeta, sino la de una muchacha corriente”. A medida que ha crecido la talla de Ana Frank como escritora y humanista, se ha convertido en un símbolo del Holocausto y más ampliamente como una representante de la persecución. Hillary Rodham Clinton, en su discurso de acogida de un Premio Humanitario Elie Wiesel en 1994, citó el Diario de Ana Frank y dijo que “nos despierta frente a la locura de la indiferencia y el terrible precio que supone para nuestros jóvenes”, que relacionó con los recientes acontecimientos ocurridos en Sarajevo, Somalia y Ruanda. Tras recibir el premio humanitario de la Fundación Ana Frank en 1994, Nelson Mandela se dirigió a una multitud en Johannesburgo, diciendo que había leído el diario de Ana Frank mientras estaba en prisión y que “obtuvo un gran aliento de él”. Comparó la lucha de Ana contra el nazismo con la suya propia contra el apartheid, trazando una línea paralela entre las dos filosofías con el comentario “porque estas creencias son evidentemente falsas, y porque fueron, y siempre serán, desafiadas por los semejantes a Ana Frank, están destinadas al fracaso”.

En el mensaje final de la biografía sobre Ana Frank de Melissa Müller, Miep Gies (*) trató de disipar lo que creía era una creencia equivocada que iba en aumento, “Ana simboliza a los seis millones de víctimas del Holocausto”, escribiendo: “la vida y muerte de Ana era su propio destino, un destino individual que se repitió seis millones de veces. Ana no puede, y no debe, representar a los muchos individuos a los que los nazis robaron sus vidas… Pero su destino nos ayuda a aceptar la inmensa pérdida que sufrió el mundo por culpa del Holocausto”.

El Diario ha sido también alabado por su mérito literario. Comentando el estilo de redacción de Ana, el judío norteamericano Meyer Levin, que trabajó con Otto Frank en la dramatización del diario poco después de su publicación, lo alabó por “mantener la tensión de una novela bien construida”, mientras que el poeta John Berryman escribió que era una representación única, no sólo de la adolescencia sino también del “proceso misterioso y fundamental de un niño que se convierte en adulto, como sucede en realidad”. Su biógrafa Melissa Müller dijo que escribió “en un estilo preciso, confiado y económico, pasmoso en su franqueza”. Su escritura es en gran parte un estudio de personajes, y examina a cada persona de su círculo con un ojo astuto, inflexible. Es de vez en cuando cruel y a menudo parcial, sobre todo en sus representaciones de Fritz Pfeffer y de su propia madre, y Müller explica que canalizó los “cambios de humor normales en la adolescencia” a través de su obra. Su examen de sí misma y de lo que la rodeaba se mantiene durante un largo período de modo introspectivo, analítico, altamente autocrítico, y en los momentos de frustración relata la batalla que se libra en su interior entre la “Ana buena” que desea ser, y la “mala” que cree ser. Otto Frank recordó a su editor explicando por qué pensaba que el Diario se leería tan extensamente, con el comentario “dijo que el Diario abarca tantas etapas de la vida que cada lector puede encontrar algo que lo conmueva”.

Y Ana nos dejó escrito:

«Nunca creeré que los poderosos, los políticos y los capitalistas sean los únicos responsables de la guerra. No, el hombre común y corriente, también se alegra de hacerla. Si así no fuera, hace tiempo que los pueblos se habrían rebelado.»

Ana Frank.

(*) Miep Gies , salvó el Diario de Ana Frank sin haberlo leído. Más tarde dijo que si ella lo hubiera leído, habría necesitado destruirlo, ya que contenía una gran cantidad de información incriminatoria. Ella y su esposo tomaron como huésped a Otto Frank en su casa donde vivió desde su regreso en 1945 hasta 1952. En 1994 recibió la “Orden del Mérito de la República Federal de Alemania”, y en 1995 recibió el más alto honor del Yad Vashem, los Justos entre las Naciones en Israel. Fue nombrada como “Caballero de la Orden de Orange-Nassau” por la Reina Beatriz de Holanda. En 1996 compartió un premio Oscar de la Academia de Hollywood con Jon Blair por su documental de “Recordando a Ana Frank”, basado en gran parte en su libro del mismo título. También aportó mucha información a la biografía de Melissa Müller sobre Ana Frank. Ha indicado que cada año guarda duelo el 4 de agosto, fecha en la que fueron detenidos sus amigos en las habitaciones de atrás (“Het Achterhuis”, en neerlandés). Miep Gies, falleció el 11 de enero de 2010 a la edad de 100 años tras una corta enfermedad luego de sufrir una caída. Jan Gies, esposo de Miep, era un trabajador social, y también durante la guerra, un miembro activo de la Resistencia holandesa contra los ocupantes alemanes. Haciendo esto fue capaz de adquirir alimentos y otros artículos para los refugiados del Anexo (así llamaban ellos a las habitaciones de atrás), cosa que hubiera sido casi imposible obtener de manera legal. Jan murió de complicaciones de la diabetes, el 26 de enero de 1993 en Ámsterdam.

Este es mi humilde homenaje a Ana Frank en el día que hubiese podido cumplir 82 años de no haberse topado con la vorágine asesina del terror nazi.

Por ella y por los seis millones de seres humanos asesinados en el Holocausto: ¡NI OLVIDAR NI PERDONAR!

Fuente Editorial: Compilación de datos extraídos de Wikipedia y del Diario de Ana Frank.

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