Recorriendo caminos, veredas y cerros en la alta Castilla

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A nuestros amigos no hace mucho tiempo fallecidos Pancracio Celdrán, Joaquín Lledó y Jesús Aguirre, siempre en el recuerdo.

A nuestro amigo el doctor don Germán de Andrés González, médico de cuerpos y almas, con sumo agradecimiento.

CANTO A MI MISMO
“Aquel que camina una sola legua sin amor camina amortajado a su propio funeral”.

Walt Whitman.


El pueblo judío es tan español como los españoles son judíos. No es, amigo, un juego de lenguaje de un profesorcito de retórica, sino una manera de levantar acta de lo evidente, o sea, de hacer filosofía, por ejemplo, mi amigo Antonio Escudero, pacense de bien, se considera judío, católico y español. ¿A qué no estaría dispuesto a renunciar a ninguno de esos atributos? No, porque nadie sensato puede renunciar al sello hebreo de la cultura occidental.
Entretelas de España, pág. 90. Agapito Maestre.

***

Nos levantamos pronto, el primer día de Tishréi que corresponde al primer mes del año judío, después de un contundente desayuno a base de miel, polen, achicoria, centeno y cebada en el jardín de nuestra casa de las Navas del Marqués, barrio de la estación. Hemos plantado en honor de nuestros amigos, no hace mucho desaparecidos, y del pueblo judío tres árboles: un acerolo, un pino GoldCrest, y una parra Moscatel cerca del porche enmarcado en un jardín de ensueño, sembrado por nuestras propias manos desde hace años.

Briosos, nos ponemos en camino, atravesando pequeños arroyos, una vía de tren para una fotografía que nos haga viajar fuera del tiempo.

Después de una hora de camino y atravesando un bosque de robles y pinos, nos extasiamos ante lo que posiblemente sea el árbol más longevo, si no de la comunidad de Ávila, sí del entorno de las Navas del Marqués, mientras la flor de color violeta “quitameriendas” anuncia la llegada inmediata del otoño; a este pino resinero se le calcula que tiene más de tres siglos de existencia: es un auténtico coloso. La base mide cerca de cuatro metros, y la verdad, es que nos conmueve el contemplarlo.

Le abrazamos emocionados, poniendo una mano en su tronco y la otra en nuestro pecho,  susurramos: querido amigo pino, danos de tu fuerza, y después, votivos, le damos las gracias por vivir.

Ya reconfortados por el abrazo a este coloso y caminando por veredas pobladas de robles, comenzamos la ascensión del cerro, donde hay vacas de color cobrizo.

Nuestro silencio se armoniza con la paz del entorno, atravesando un pequeño riachuelo observamos una fuente en el camino; nos disponemos a ascender el cerro donde casi en su cúspide, se hallan unas tumbas medievales antropomórficas.

La montaña está poblada de helechos, escaramujos, musgo y  tomillo de un penetrante e intenso olor.

Nos detenemos en las tumbas y reflexionamos sobre el sentido de la vida, la pureza del entorno y las ganas de seguir el camino por parte de los dos andariegos no disminuyen; el que camina encuentra la Victoria.

Durante el ascenso hemos entonado entusiasmadamente el hermoso poema Canto a mí mismo tan cálidamente traducido por don León Felipe , os ofrecemos un pequeño extracto de este poema y como le llamaba Unamuno a su creador “el enorme poeta Yanki”:

Aquel que camina una sola legua sin amor camina amortajado hacia su propio funeral.

Escogimos detenernos frente al testimonio de los molinos de viento y que nos emociona su contemplación, a nosotros, que somos, Quijotes modernos.

Seguimos atravesando el hermoso robledal que nos desemboca en el pueblo, y allí en el Mesón LA PARRILLA, un bar de amigos, nos esperaba el buen vino, la refrescante y espumosa cerveza, el pote castellano, el resuello del caminante.

Lentamente regresamos a casa y nos entregamos a una merecida siesta.
Hasta la tarde. Hasta siempre.


ANNO TEMPLI CMII
LAS NAVAS DEL MARQUÉS. AVILA

Antonio Escudero Ríos y Kadan Navarro Yale.

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