Opinión de Diego Borinsky
(Biólogo y Periodista, se incorporó en 1993 a la revista “El Gráfico”, de la que actualmente es redactor-jefe. Desde 1995 tiene a su cargo una cátedra de Taller de Redacción en la Escuela “Depor TEA”. Investigó y escibió sobre Enzo Francescoli, editando para “El Gráfico” una revistalibro que reume toda su vida; publicó en 1999 “Las anécdotas del fútbol: la viruta” junto con Enrique Escande y Carlos Ward (Editorial Planeta).
Jubilación de Privilegio
La frase es pronunciada a repetición y ya, de tan gastada, no despierta ninguna reacción, queja ni reflexión adosada. Pasó a ser aceptada como una más de las verdades escritas del mundo del fútbol. La frase es pronunciada, generalmente, por algún futbolista de club grande que está a punto de ser transferido a Europa, o también por algún otro futbolista de club mediano a quien se le abre la puerta de uno de los clubes más poderosos de Argentina. Los que tienen la desgracia de jugar en alguna categoría del ascenso no engrosan los expedientes, directamente porque sus voces no suelen escucharse. Dicen los futbolistas cuando surge el interés desde el primer mundo futbolerö: “Y, sí, yo tengo que irme porque esta carrera es corta y necesito asegurar mi futuro”.
¡Bendito fútbol, que permite a sus privilegiados practicantes jubilarse a los 35 años, edad a la que cualquier hijo de vecino aún no ha arribado ni a un tercio de su vida útil como laburante. ¿Por qué está establecido y aceptado que el futbolista sea un tipo que a los 35 años ya está, terminó, no tiene que trabajar más, por las incalculables obras de bien brindadas a la sociedad mientras, además, los clubes que les pagaron, cada vez están más hundidos y buscan fórmulas que les permitan sobrevivir? ¿Por qué se declaran como parásitos de una sociedad que les regaló admiración y bienestar sólo por 10 ó 15 años y ellos pretenden que ése sea un cheque con fecha de vencimiento ad eternum. Claro, después surgen escenas melodramáticas cuando Martín Palermo se rompe los ligamentos de su rodilla y la patria futbolísticas y también la periodística derrama lágrimas de cocodrilo por ese pobre hombre al que le arruinaron la vida, la carrera y el futuro. Pobrecito, si él tal vez sólo pretendía dejar de trabajar a los 30 pirulos y ahora deberá hacerlo a los 35. “Lo que pasa es que el fútbol genera mucho dinero”, argumentan muchos futbolistas para defenderse. Es cierto. Sería bueno, entonces, que ese dinero fuera devuelto en obras y recursos al club que les da su vidriera, en vez de servir de fondo de desocupación para el resto de sus vidas, como ocurre con muchos funcionarios de estado que engrosan las tristemente célebres listas de los jubilados de privilegio.
A) El caso Roa
Por eso sorprende tanto lo de “Lechuga” Roa. Ya había sorprendido cuando no quiso tomar los medicamentos (luego de una gira de Racing a África hace muchos años) para curarse de un virus que había contraído, porque su religión se lo impedía. Y fue la misma religión, de la cual él está absolutamente convencido, la que lo hizo abandonar el fútbol en su mejor momento. Con la posibilidad de una venta a un equipo grande de la Liga Inglesa, donde podía jugar muchos años más y llevarse sólo por el pase (se valuó en 10 millones), 1,5 millones de dólares (sin contar sponsor y contrato).
Sorprende porque era una de las figuras del torneo español, y porque hoy hay pocos seres en el planeta tierra que renuncien a esas sumas de dinero.
En ese mundo material, evidentemente, no era un hombre plenamente feliz. Ahora, sin el negocio de la pelota entre sus manos, sentirá su alma libre y purificada, y su conciencia en paz consigo mismo y con su religión.
B) El retorno de Roa
Un año después me encuentro escribiendo otra cosa y me nacen mil preguntas, hipótesis y conjeturas. ¿Se arrepintió? ¿Se colmó de dedicarles un año a pleno a su familia y a su religion adventista? ¿La frase de Cúper “Dios puede esperar” lo hizo pensar? ¿Elige volver a jugar, sacrificando los partidos de los sábados porque el vacío que sintió se le transformó en insoportable? ¿Estaba preparado para dejar el fútbol? ¿Se dijo, como tantos otros futbolistas, “es lo único que sé hacer”? ¿Cuánto influyeron en su regreso Cúper, Pekerman y su núcleo más íntimo? ¿Vuelve porque le atrae el Mundial 2002? ¿Ni la religión pudo “llenar” el vacío inevitable de la inactividad? ¿Extraña la gloria o la fama? ¿Uno SIEMPRE QUIERE LO QUE NO TIENE?
Preguntas y más preguntas. Incógnitas. Son decisiones muy íntimas y sólo el verdadero protagonista las conoce.
Como vemos en otro de los capítulos del libro, el arquero está “condenado” a asumir en forma permanente, una actitud defensiva. Esto es, defenderse de los insultos y/o elementos contundentes de la tribuna visitante (solo separados por un alambre), de los reproches de los compañeros, de las cargadas de los rivales, de las miradas del entrenador, de los golpes en sus partes más sensibles (por ejemplo, en los mano a mano y los centros), de los tiros a quemarropa, de los rechazos defectuosos de sus compañeros, de la auto-culpa por algún error involuntario.
D-E-F-E-N-D-I-É-N-D-O-S-E
Así viven y sufren.
¿Había pensado que en este año no se defendió; de nada? ¿Y que eso no es vida, si tenemos en cuenta que hay arqueros que se retiraron a los 40 años o más y “lechuga” tiene sólo 30?
Lo que sí está claro, es que elegido o no, el retiro es muy difícil de soportar. Hay que estar preparado psicológicamente para la muerte, para la jubilación y para la “nueva vida” sin flashes.
Chacoma, Eliseo Branca (jugador de rugby, ex-Puma, que se retiró y volvió dos veces), etc., son otros ejemplos de deportistas que se retiran y luego quieren volver.
El vacío y la angustia son intransferibles. Posiblemente allí, encontramos las razones de un regreso, tan sorpresivo como su retiro (eso mismo que de vuelta en Mallorca el definió como “nostalgia por el fútbol”).
Cierro esta parte del capítulo con la siguiente frase brillante del ex-boxeador Oscar “Ringo” Bonavena: “Cuando uno empieza te dicen “entrenate”. Cuando uno se entrena te dicen que vas a empezar a hacer peleas preliminares. Cuando hacés preliminares te ofrecen peleas de semifondo con algunos pesos más y la exigencia de que te juegues. Después uno se hace profesional y te dicen que ahora tenés que llegar a ser campeón. Te dicen que ahora tenés que invertir bien tu dinero. Pero al cabo de un tiempo, uno ya no es campeón, no tiene dinero y ni siquiera sabe quien es. Además, no te enseñan a administrar el valor económico. Y por eso llega el final, y te dicen que fuiste un gil, que tuviste todo y no lo supiste aprovechar.”
Notas al pie
- El grupo estaba compuesto por Lic. Castaño, Lic. Miñarro, Lic. Montero, Lic. Mendelsohn y Lic. Roffé. Formulábamos preguntas como: ¿Cuándo jugó su último partido? ¿Sabía que era el último? ¿Alquien contribuyó a tomar la decisión? ¿Alguien lo orientó después del fútbol? ¿Buscó ayuda después del retiro?
- Colaboró el Lic. Carlos Giesenow en la recopilación de información.
- En un reportaje anterior deslizó que cuando se “despidiera” se iba a sentir “ex-jugador”.Pasó un año y medio entre su retiro y la fiesta.
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