Desde la terraza de mi suite, sobrevolando la extensa alberca del hotel y sus majestuosas columnas y paredes amarillas, inhalo el rico aroma a café colombiano en el caluroso aire y sonrío, recordando cada instante y experiencia que han hecho de mi estancia en Sofitel Santa Clara una vivencia inolvidable.
Mi sumersión en la excelencia del hotel y el charm del destino comenzó a través de su gastronomía al disfrutar de los manjares de su restaurante El Jardín al aire libre. Gozando de la compañía de Carmen Otero, una eminencia en el mundo hotelero del país, degustar ricos platillos, como rollitos de atún con aguacate sobre una cama de berenjena y camarones con arroz salvaje y quinoa.
Al caer la noche me dejé una vez más apapachar por la excelencia culinaria del hotel en el Pozo Colonial. En el patio central de este antiguo convento, rodeado de arcos redondos, se ubicaba un lugar muy significativo para las Clarisas: el pozo, que servía de almacenamiento de agua y símbolo de purificación del alma. Esparcido alrededor de este pedazo de historia, este restaurante me encantó con su delicioso fondue de carne y deliciosas papas cambray con aioli de ajo negro.
A unos minutos del hotel, en una antigua casa en el corazón del centro histórico de la ciudad, las creativas mentes de Singular Luxury Travel Designers me deleitaron en una experiencia de hedonismo, descubriendo y degustando lo más exquisito del Colombia: sus puros, rones y chocolates.
Regresé al hotel para disfrutar de ricas horas de relegamiento en su icónica alberca con largas palmeras, sus ramas danzando en la cálida brisa caribeña. Este fue el escenario de una exquisita parrillada auténticamente colombiana, que el talentoso Chef ejecutivo Dominique Oudin nos preparó con sabrosas salsas y guarniciones locales.
Al caer la noche tuve el gran privilegio de ser partícipe en la degustación del menú de pre-apertura del restaurante 1621. Un comedor con 400 años de historia donde a partir del pasado 8 de diciembre el Chef nos invita a disfrutar de un menú degustación y experimentar con los mejores productos locales, una cocina de detalle, llena de sorpresas para vivir un momento inolvidable.
El antiguo comedor de las monjas Clarisas, su atrevida y moderna decoración contrasta con la arquitectura colonial del lugar, que data de 1621. El hermoso candelabro que cuelga en medio de la sala fue diseñado especialmente para el lugar por las diseñadoras Luz Ángela Lizarazo y Marina Valencia. Esta pieza única da prestigio al sitio al difundir una luz brillante con tonos vino y oro e integrando figuras como pájaros, flores y ramas.
La gastronomía mezcla técnicas francesas con ingredientes locales: el resultado es magia. Adicionalmente, la Head Sommelier ha desarrollado maridajes diseñados para resaltar los sabores en nuestro paladar, con una gran selección de vinos de su cava premiados por Wine Spectator.
Un espacio de lujo y sofisticación donde la magia de los trópicos y el Caribe se entrelaza con las leyendas y el romanticismo de la historia colonial de Cartagena, esta joya del mundo de la hotelería me llevó de la mano a descubrir el sabor, el alma, lo más auténtico y fascinante de este increíble destino.
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