En lastimoso contraste a lo habitual, el presidente Reuvén Rivlin rehusó fotografiarse al lado de Benjamín Netanyahu en la formal apertura de las actividades parlamentarias en la Knesset. Un acto sin precedentes en los 24 años de historia de esta institución. Refleja claramente el malestar de Rivlin ante el hecho de haber sido obligado en las presentes circunstancias a conceder a Bibi durante los próximos 28 días la posibilidad de concertar una efectiva coalición gubernamental.
Es probable que los ásperos pronunciamientos de Netanyahu contra el tribunal que lo juzga en estos días por presuntos delitos que habría cometido gravitaron en la actitud del presidente de Israel. Jueces y celebrados periodistas coincidieron en censurar la actitud del Primer ministro que en las últimas horas prometió levantar una nueva coalición en el curso de los próximos 28 días.
Ciertamente, los altos mandos tanto de las fuerzas militares como policiales revelaron absoluto silencio respecto al dramático giro que están adoptando las tensiones partidarias en el país. Nadie duda de que en cualquier circunstancia preservarán el espíritu democrático que los caracteriza.
En cualquier escenario presente y futuro los votos logrados tanto por diputados neokahanistas como por árabes musulmanes serán decisivos. En este contexto se plantea este interrogante: ¿aceptarán ingresar en conjunto a un nuevo gobierno o bien lo apoyarán desde fuera todo tiempo que tomará decisiones afines a sus respectivos intereses?
Considerando este agreste panorama no es absurdo imaginar un quinto torneo electoral. Penosa perspectiva.