Sábato y su fascinación por el pueblo judío

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“Invariablemente estuve del lado del pueblo judío en forma activa” Así le contestaba en una carta a Israel Eldar que le había recriminado su no presencia para recibir el Premio Jerusalén. Y continua Sabato: “He vivido desde adolescente entre judíos, con casé con una muchacha judía y he permanecido a su lado durante más de medio siglo, he llorado con ella cuando ocurrieron los horrores del nazismo. Aparecen en mi novela ‘Sobre Héroes y Tumbas’ conmovedores personajes judíos. ¿Qué más quieren de mí? (1)”

Cabe recordar que los Profetas de Israel raramente adivinaban el futuro, más bien reprochaban la corrupción y mostraban el camino de la ética. Salvando los tiempos y la distancia, Ernesto Sabato fue una especie de profeta laico de nuestro tiempo. Predicó la justicia en todos los ámbitos y también luchó contra el antisemitismo y el nazismo.

Al respecto recuerda las incoherencias del pensamiento antijudío: “el antisemita dirá sucesivamente -y aun simultáneamente- que el judío es banquero y bolchevique, avaro y dispendioso, limitado en su gueto y metido en todas partes. Es claro que en esas condiciones el judío no tiene escapatoria: cualquier cosa que diga, haga o piense caerá en la jurisdicción del antisemitismo”; luego profundiza sobre las consecuencias de este sentimiento: “Bastaron unos cuantos gritos bien seleccionados por los teóricos de Hitler para movilizar a millones de ciudadanos en el país más instruido del mundo”.


Contra casi toda la opinión pública, en 1960, apoyó el derecho de Israel a juzgar al nazi Adolf Eichmann. Lo hizo en su valiente artículo “Soberanía para Carniceros” que le valió varias amenazas de muerte. La propia Golda Meir reprodujo frases de este artículo ante las Naciones Unidas. Señalaba Sábato allí: “¿Cómo no admirar a un grupo de valientes que arriesgando su vida durante años han buscado por todo el mundo a esos criminales y han tenido todavía la honradez de llevarlos para ser juzgados por los tribunales justicieros, en lugar de dejarse arrastrar por un impulso vindicatorio y ultimarlos ahí mismo?” En la actualidad es aceptado internacionalmente que los crímenes de lesa humanidad no prescriben y hasta pueden ser juzgados en otro territorio al que ocurrieron las masacres. Sabato, en su artículo, anticipa esta postura varias décadas antes que fuera aceptada.

Según comenta Álvaro Abós, el posterior proceso de Jerusalén contra Eichmann fue un antecedente en el que se basaron, entre otros, el juicio que abrió Alfonsín contra las Juntas Militares; los promovidos en España contra Augusto Pinochet; el accionar del juez Baltasar Garzón por los horrores franquistas, y la Corte Penal Internacional contra Milosevic, etc.

Bailar sobre las cenizas

Sabato comparte con Jorge Luis Borges el hecho de haber sido admiradores de la cultura judía y de la sefardí en particular. Maravillado frente a la reacción de este “misterioso pueblo (judío) de volver a reír y bailar sobre las cenizas del último pogromo”, comentaba: “ese pueblo que ha sufrido los peores horrores y que ha dado la humanidad entera uno de los conjuntos más asombrosos de genios a la ciencia, en el pensamiento filosófico, en las artes y en la religión”. Y agregaba: “El destino enigmático y sobrenatural del pueblo judío es la causa de mi fascinación por él”. Refiriéndose al pintor Marc Chagall dice que “¡nos muestra a través de su judaísmo el destino trascendente de su pueblo! Como curiosidad, cabe señalar que los estudiosos de la Cábala encuentran en el apellido del personaje Vidal Olmo el famoso “árbol de la vida”. A lo que hay que agregar varios personajes judíos en sus novelas.

En otra conferencia confirmaba el derecho del pueblo judío a tener un Estado: “Hay que partir de una base irreversible: el pueblo judío tiene derecho definitivo a tener su Estado de Israel. Este es un hecho indiscutible. (…) El pueblo judío tiene ese derecho: lo ha ganado con sangre, sudor y lágrimas” y agregaba respecto a la vida en las colonias colectivas: “la experiencia del kibutz es el experimento más trascendental que ha emprendido la humanidad”. También defendió con vehemencia, en los últimos años, el derecho de los palestinos a tener su propio estado nacional.

Sábato fue un defensor de la creación del Estado de Israel, que le otorgó, en 1989, su máximo galardón, el Premio Jerusalén. Señalaba en un reportaje en 1969: “cuando llegamos a Jerusalén era de noche y a Matilde (su esposa) se le empezaron a caer lágrimas y yo mismo, confieso, tenía la garganta anudada”. Y una anécdota que quedó para el recuerdo colorido de ese viaje: “hay tres Sábatos en la guía telefónica de Jerusalén: ¿será que mi fascinación por el pueblo judío es ancestral? Paseando con Matilde por la Ciudad Vieja, entré en un comercio a comprar baratijas: el dueño –vaya casualidad- se llamaba SÁbato”.

En una conferencia se preguntaba retóricamente: “¿Es mucho pedirle a la esperanza humana que escuche la utopía de Teodoro Herzl, aquel generoso y noble poeta de la política?

En síntesis, el pensamiento ético y la lucha contra los prejuicios fue la razón de su vida. Sabato fue una de las diez personas justas, que señala la parábola bíblica, capaces de redimir a toda una sociedad.

(1) Todas las citas provienen de Mario E. Cohen (editor) “La Temática Judía en la Obra de Sabato”, Sefárdica 8, reedición 2011, CIDICSEF, Buenos Aires

* Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí, CIDICSEF

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