Saber y postmodernidad (Jean Francois Lyotard)

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Pasaron treinta y cuatro años desde que Jean Francois Lyotard (1924-1998) publicó su ensayo sobre el saber. Las derivaciones de su pensamiento superaron el alcance de su escritura difundiendo una percepción que se halla vigente hasta nuestros días: la idea de la postmodernidad. Hasta la postmodernidad, todo saber se insertaba en un gran relato. Por ello la postmodernidad será el fin de los grandes relatos.

En las sociedades primitivas o religiosas, el relato consistía en una fábula fundacional que justificaba su propia filosofía de la historia. Esos relatos populares, generalmente, contaban los éxitos y fracasos de un héroe, bíblico o clánico y a su vez legitimaba a las instituciones existentes.

Posteriormente sobrevino un cambio del saber tradicional que pasó de estar inserto dentro del relato de la emancipación de los pueblos (revoluciones de los Siglos XVIII y XIX) o bien del oprimido (Vida del Espíritu- Hegel- Revolución del proletariado, Marx). Los héroes, dice Lyotard, pasaron a ser los pueblos oprimidos que se emancipaban o bien la clase oprimida, representada por la elite que la guiaba que autolegitimaba sus instituciones mediante la deliberación de lo que era justo o injusto al mismo tiempo que la comunidad de ilustrados debatía respecto a lo que era verdadero o falso


No había que asombrarse entonces que los representantes de la nueva legitimación por medio del pueblo o de la victoria de la clase obrera, fuesen también los destructores activos de los saberes tradicionales, percibidos ahora como minorías o separatismos oscurantistas. La política escolar de la II República francesa ilustraba estos presupuestos. Las instituciones de la enseñanza superior estaban dedicadas en ese entonces a ser viveros de los cuadros del Estado y la sociedad civil.

En las sociedades industriales y pos industriales (del conocimiento), el gran relato es suprimido y la legitimación es reemplazada por la tecnocracia que no concede ninguna importancia a la creencia de los ciudadanos ni a la moralidad. En este contexto los partidos políticos y las universidades pierden su fuerza frente a los grandes actores de la sociedad industrial: los empresarios, los sindicatos, los tecnócratas, etc.

En este escenario, la transmisión de los saberes ya no aparece destinada a formar una élite capaz de guiar a la nación sino de proporcionar al sistema actores capaces de asegurar su papel en los puestos pragmáticos de los que las instituciones tienen necesidad. El criterio de la productividad tiene sus ventajas, dice Lyotard, excluye la adhesión a un discurso metafísico, requiere el abandono de las fábulas, exige mentes claras y voluntades frías.

Las instituciones de enseñanza son llamadas para que fuercen la capacidad productiva de los técnicos y no deben preocuparse por formar idealistas. En esta sociedad, el saber se trasmite no en bloque a jóvenes, antes de su entrada a la vida activa sino que a la carta, a adultos ya activos, en vista de la mejora de sus capacidades.

Esta relación de los proveedores y los usuarios del conocimiento tiende cada día a revestir la forma de proveedor-consumidor por encima de la de alumno – profesor. El saber es por lo tanto producido para ser vendido.

Fuera de aquellos egresados productivos, los jóvenes que se dedican a las letras o ciencias humanas, constituirán parados no contabilizados por los índices de desempleo.

Pero la descomposición de los grandes relatos produjo sin quererlo, una disolución del lazo social y el paso de las colectividades sociales a una masa compuesta de átomos individuales.

La pregunta explícita o no planteada por el estudiante, por el Estado o por la institución de enseñanza ya no es ¿eso es verdad? sino ¿para qué sirve?
En el contexto de la mercantilización del saber, esa pregunta significa: ¿se puede vender?

Treinta años después Zygmunt Bauman evalúa lo que significó el saber postmoderno. Dice que ese saber recoge el concepto griego de “Paidea” es decir la “educación a lo largo de toda la vida” pero como contrapartida, citando a Lisa Thomas expresa que la comercialización de la educación para profesionales activos está profundizando las divisiones sociales entre una elite laboral altamente formada y el resto de la fuerza de trabajo, que agrandan el volumen de desempleo y pobreza.

Para el pensamiento empresarial la finalidad de la educación es desarrollar empleados para que mejoren su desempeño en sus puestos de trabajo y prepararlos para otros puestos que puedan ocupar en el futuro. Citando a Borg y Mayo, expresa que en esta estricta época neoliberal, la noción de aprendizaje continuo se presta a un discurso que permite que el Estado abdique de sus responsabilidades como proveedor de educación de calidad a la que todo ciudadano tiene derecho en una sociedad democrática.

Por si este triste panorama fuese poco, dice Bauman, la postmodernidad coincidió también con el auge de las instituciones universitarias privadas que lucran con la ignorancia de sus alumnos a la vez que estos no están en condiciones de juzgar la calidad de los conocimientos que se le ofrecen.

Frente a dicha problemática se levanta la filósofo israelí Ronit Peleg ( Haaretz 18-08-2013). En su columna expresó que la sociedad debe librar una lucha contra el discurso capitalista- técnico-operativo para que no se pierda de vista los viejos horizontes éticos, culturales y políticos de la era en que vivimos. Las universidades privadas no tienen ningún interés en esa lucha, por lo tanto es el deber moral y político de los Decanos de las universidades públicas proteger ese ideal.

¿Tiene comprobación empírica la teoría de Lyotard? ¿Ha vencido la ciencia sobre el mito? El historiador Eric Hobsbawn responde a la pregunta: es una paradoja del siglo XXI que la irracionalidad política e ideológica no halle dificultades para coexistir con la tecnología avanzada. Los asentamientos israelíes en Cisjordania demuestran que no faltan los profesionales especializados en ciencias que creen a pies juntillas la historia del Génesis.

Bibliografía:
Lyotard, Jean F., La Condición Postmoderna, Planeta Agostini, 1993.
Bauman, Zygmunt, Vida Líquida, Paidós, 2007.
Hobsbawm, Eric, Un tiempo de Rupturas, Sociedad y Cultura en el Siglo XX, Crítica, Barcelona, 2013.

( Publicado en la edición impresa de Identidad- Uruguay, Octubre de 2013)

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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