¿Se Justifica el Bicentenario y el Centenario?

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México se apresta a celebrar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución; la sociedad aplaude que el país haya dejado de ser colonia del Imperio Español y cesara el saqueo de recursos, especialmente el oro y la plata, que finalmente lubricaron la Revolución Industrial en Inglaterra. No obstante, el ciudadano común percibe que en México se vive un neocolonialismo con las empresas transnacionales, que si bien en el entorno globalizado del siglo XXI se justifica su participación en la economía nacional, ésta es prácticamente irrestricta, hecho que provoca que la inversión extranjera se “apropie” de los recursos y del mercado nacional; en este ámbito, se considera que el gobierno mexicano sin adoptar una posición limitativa, debiera ser más selectivo en los campos, proporciones y esquemas con los que deben operar los inversionistas foráneos en la República para que exista un beneficio neto para México. Cabe destacar que al final de cuentas las transnacionales ocupan espacios, que en muchos casos, por el insuficiente espíritu empresarial, dejan abiertos los inversionistas nacionales.

En relación al festejo del Centenario de la Revolución mexicana, el rechazo al mismo por parte de la ciudadanía es mayor en virtud de que los gobiernos sucesivos a esta gesta y hasta nuestros días, han creado una estructura política en la que las instituciones, los poderes, los partidos, y las cúpulas empresariales, son sometidos al Ejecutivo.

En el 2000, el viejo presidencialismo se desmoronó y en aras de una transición hacia la democracia, se acentuó la ineficiencia del sistema gubernamental; hoy día se mantienen en el poder añejos políticos e inexpertos tecnócratas, que a pesar de las reformas estructurales instrumentadas para la modernización del aparato productivo, no se ha logrado modificar la inequitativa distribución del ingreso, ni la economía ficción, por la que tan sólo este año se canalizarán alrededor de 40,000 millones de dólares a subsidios energéticos.


Ante el virtual estancamiento que registra la economía nacional y la creciente inflación, resulta baladí la discusión de los administradores tecnócratas y de los académicos de ¿si la economía crecerá 2.4% o 2.5% este año y si la tasa de inflación será de 5.6% o de 5.8%? El sector empresarial a través de la Confederación Patronal de la República, ha expresado que a pesar de que “hay estabilidad, las variables macroeconómicas están bajo control y las finanzas públicas son saludables, ello es insuficiente para que se refleje en los bolsillos de los mexicanos”. Ciertamente, casi la mitad de la población vive en la pobreza, y de este total, 15 millones en la pobreza extrema. El tono optimista del presidente Felipe Calderón, que asegura “que el próximo año que EUA salga de su estancamiento, la economía mexicana crecerá mas rápido y seguirá generando los empleos que el país necesita”, contrasta con la dura realidad que se manifiesta en todo el territorio nacional, en la que además de un débil avance económico y un ascendente desempleo, se vive una profunda crisis de seguridad, sin parangón en el mundo, quizá similar a la de Afganistán o de Iraq, naciones que enfrentan conflictos bélicos con intervención de fuerzas extranjeras. El primer mandatario con una actitud ingenua, ha expresado que para superar los problemas que afectan a México y que él evalúa como temporales, “ha colocado gente, que además de ser muy cercana, son técnicos expertos”.

Por su parte el Secretario de Hacienda ha indicado que “la inseguridad además de generar tensiones sociales y pérdidas humanas inconmensurables, tiene efectos económicos significativos: limita la inversión en capital físico y humano, y su efecto es diferencial y progresivo al afectar más a las empresas de menor tamaño y a los individuos con menores recursos; de aquí que es imperativo, activar mejorías significativas en materia de instituciones, especialmente en seguridad pública y en vigencia del Estado de derecho”.

En este contexto, existe una creciente percepción de que el país no tiene rumbo y la cohesión social muestra preocupantes resquebrajaduras que podrían desembocar en una situación de descontento generalizado; la interlocución entre el Ejecutivo y el Congreso se ha debilitado, la aprobación de reformas estructurales ha sido “light”, con efectos limitados y temporales. El gobierno se ha mostrado reactivo, no activo, en sus respuestas al crimen organizado, la inseguridad pública y la impunidad. Por lo demás, es desilusionante “la alianza de la administración con el corporativismo sindical que ha provocado una suerte de política marcada por el chantaje, donde la reforma educativa y la petrolera pueden llegar al punto que no afecte los privilegios de la casta dirigente de esos dos gremios”. El desarrollo educativo, que es un asunto vital en la era del conocimiento, ha quedado relegado por los intereses de un sindicato que ha sido nefasto para el país.

El partido en el poder “no ha aprendido a gobernar; se está reeditando el corporativismo y el clientelismo electoral del PRI”; este último partido con una nueva máscara difunde su maligna sombra sobre el país, y el PRD, se sume en un divisionismo interno que amenaza disolverlo. ¿De dónde emanará un nuevo espíritu nacionalista y revolucionario no sólo para justificar las celebraciones del Bicentenario y Centenario, si no para sacar al país de la crisis?

Acerca de León Opalín

De nacionalidad mexicana, estudió Economía en el ITAM, logrando además una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalem y diplomados en el Instituto Español de Turismo así como en el Británico. También ha realizado estudios sobre comercio internacional en Holanda.Pertenece y es reconocido por varios institutos y universidades importantes de México y el extranjero y su incursión en las letras inició en temas económicos y finanzas en el periódico Financiero y la revista ANIERM. Por muchos años ha sido colaborador de "Foro" y asesor de varias compañías. Sobre las materias que domina, sigue dando conferencias en planteles y universidades.

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