Es frecuente observar que en las personas de más allá de los 50 años, la inactividad motora y el sedentarismo es parte de su día a día.
La no realización del ejercicio encuentra muchas razones tales como los problemas osteo-articulares que les dificulta el caminar o realizar ejercicio físico con la finalidad de “no sentir dolor”.
La inactividad física favorece en sí el desarrollo de las dificultades motrices tales como: caminar bien, movilizarse con soltura, mantenerse erguido y más. Inactividad que lleva al adulto mayor a un real deterioro funcional, el cual genera una mayor dependencia y la utilización de instrumentos de apoyo tales como andaderas o bastones.
En sí, el envejecimiento no se acompaña con la incapacidad para realizar actividades básicas de vida diaria de manera independiente y solo aparece cuando se da inactividad física, (salvo que se presente por causas de enfermedad o discapacidad). Al no tener actividad física y predominar el sedentarismo, la persona pierde la resistencia motora, el equilibrio, la flexibilidad y la fuerza muscular.
Es real que al ir envejeciendo la persona, va perdiendo masa muscular de manera importante, más si es una persona que ha aprendido a tener una nutrición adecuada más ejercicio físico, la disminución de la misma hace su aparición tardíamente.
Al envejecer o el llevar una vida sedentaria, el adulto mayor es más proclive a sufrir sarcopenia o pérdida degenerativa de masa muscular, la cual favorece alteraciones a nivel físico y una de ellas son las fracturas por caídas.
Ante estos hechos se sugiere que para una vida sana arriba de los 50 años, tanto nutrición como ejercicio físico son la llave para un envejecimiento positivo y saludable.
Fuente: Lic Ana Carolina Mora
Fisioterapeuta AS.CA.TE.
España, 2012
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