Sefarad, hogar de todos

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En 1915, en el Ateneo de Madrid Isaac Alchech y Saporta, judío de Salónica que había venido a España al frente de una delegación de judíos sefardíes que empezaban a sentir la persecución en Grecia, pronunciaba un discurso en el que decía: “Españoles fuimos, españoles somos, y españoles seremos.

Ese es el sentir del pueblo sefardita”. Profética sentencia que ahora felizmente hacemos realidad.

Hace solo unas semanas aprobamos en el Pleno del Congreso un proyecto de ley en materia de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes que justifiquen tal condición y su especial vinculación con España. La reforma permitirá la doble nacionalidad, es decir, que los “nuevos” españoles conserven también la que tenían con anterioridad, como ocurre con los países iberoamericanos. La norma introduce algunas diferencias sustanciales respecto al sistema anterior previsto en una ley de 1982. Se considera que la condición de sefardí es por sí misma ya una circunstancia excepcional que permitiría la concesión de la nacionalidad española y se suprime la necesidad de la residencia. Además de ésto, no es necesario que el interesado renuncie a su nacionalidad anterior por razón de la especial vinculación con nuestra cultura.


Corregimos así un error de nuestra historia. Una decisión aciaga, la expulsión de los judíos de Castilla y Aragón en 1492, arrojó fuera de estos reinos a un contingente de cerca de cien mil judíos, que fueron a asentarse en algunos lugares de Europa (Italia, el sur de Francia o Portugal), en Marruecos, o en el extenso imperio otomano. En 1497 se les expulsa de Navarra. También en 1497 se decreta la expulsión de los judíos de Portugal.

A partir de ese momento se diseminaron por tres grandes bloques geográficos: los sefardíes del Norte de África, los orientales asentados en las tierras del Mediterráneo Oriental que pertenecieron al imperio turco y los sefardíes occidentales, es decir, los que se asentaron en países de la Europa occidental. La evolución histórica y cultural de cada uno de estos tres grupos fue muy distinta. Hasta el mismo siglo XX los sefardíes del Norte de África (singularmente los de Marruecos) y de Oriente conservaron el uso de la lengua española y algunos rasgos culturales hispánicos, los de países europeos (Francia, los Países Bajos, Italia, Inglaterra) se integraron en sus sociedades de acogida y ya en el siglo XVIII no hablaban español.

Los judíos sefardíes han sido un extraordinario ejemplo de fidelidad a una lengua, a unas costumbres y a la memoria del país del que fueron expulsados en 1492. Un ejemplo único en nuestra historia y único también en la penosa historia de pueblos expulsados de su tierra. Y esto es así por su carácter centenario, por la intensidad y la exhibición continua del afecto, por la generosidad que ello demuestra y también por el modo en que los sefardíes han sabido conciliar identidades distintas sin hacer nunca renuncia a ninguna de ellas. Teníamos una asignatura pendiente que merecía ser concluida. Con esta nueva Ley se culmina un largo proceso de reencuentro con una parte de nuestro pasado que la propia sociedad española puso en marcha.

En Ceuta estoy convencido de que esta aprobación legal ha sido recibida con alegría no solo por la comunidad judía, sino por el conjunto de los ceutíes. No en vano la presencia de judíos en Ceuta se remonta a tiempos inmemoriales y hay vestigios históricos desde mucho antes del siglo XI. Esa presencia incluso se mantuvo después de la expulsión de España y Portugal. En eso nos distinguimos, y para bien, de nuestros compatriotas peninsulares. En esa convivencia modélica en Ceuta a través de los siglos, su presencia ha dejado una huella indeleble en nuestra idiosincrasia conformando un pilar de nuestro particular modelo de convivencia pacífica y de tolerancia entre culturas. Una comunidad integrada, apreciada y querida que forma parte de nuestra Ceuta desde sus orígenes y a la que queremos cuidar valorándola en todo lo que aporta y en todo lo que significa. No solo los judíos sefardíes se pueden sentir satisfechos, también todos los judíos de Ceuta y con ellos todos los ceutíes.

Y es que la conciencia sobre el pueblo sefardí es relativamente reciente en la historia de España. El primer “descubrimiento” de los sefardíes en tiempos modernos se produce tras la toma de Tetuán por los españoles en 1860; allí soldados, funcionarios y cronistas encuentran una abundante comunidad sefardí, que les sorprendió y que trasmitieron con rapidez. El definitivo redescubrimiento de los sefardíes por España se produce con la campaña de opinión promovida por un senador, Ángel Pulido a comienzos del siglo pasado. A raíz de un encuentro personal con sefardíes en 1903, Pulido emprende la tarea de dar a conocer la realidad sefardí y promover las relaciones entre los sefardíes y España, que se concretó en intervenciones parlamentarias, artículos periodísticos, dos libros y múltiples encuentros con sefardíes de todo el mundo y con intelectuales y políticos españoles. La campaña de Pulido dejó huella en la opinión pública española hasta hoy, y de esa campaña es su ultima etapa la iniciativa legal aprobada.

Sin embargo, ha habido a lo largo de la Historia algunas acciones de política exterior española que favorecían especialmente a los sefardíes, como el decreto de Primo de Rivera de 1924 que concedía la nacionalidad española a “los antiguos protegidos españoles [en otros países] o descendientes de éstos y en general individuos pertenecientes a familias de origen español” que, sin nombrarlos, afectaba especialmente a los sefardíes. El decreto del Gobierno de la República de 1931 por el que se reduce a dos años el tiempo de residencia en España necesario para obtener la nacionalidad a algunos ciudadanos, entre ellos los “naturales de la Zona marroquí sometida al Protectorado español” (que afectaba a los sefardíes de Marruecos). O la modificación del Código Civil en 1981 que permite a los sefardíes “que acrediten su condición” obtener la nacionalidad española con sólo dos años de residencia en España.

Entre los hitos de las relaciones entre los sefardíes y España hay que señalar también algunos gestos oficiales recientes, a partir del quinto centenario de la Expulsión de los judíos en 1992, como varias visitas de los Reyes de España a comunidades judías o sefardíes (en Madrid, Los Ángeles, Salónica) o la concesión del Premio Príncipe de Asturias a las Comunidades Sefardíes. El Parlamento de Israel aprobó recientemente la creación de una Autoridad Nacional del Ladino, organismo oficial para el fomento de la cultura en ladino (judeoespañol o sefardí), que ha emprendido ya algunas acciones para salvaguardar el patrimonio de la lengua sefardí y difundir su conocimiento.

Decía Locke que nunca es tarde para hacer justicia. Ni siquiera porque hayan pasado quinientos años es tarde para hacer justicia. Reemprendemos un camino que la propia sociedad española ha venido recorriendo durante mucho tiempo. Faltaba una iniciativa de carácter más actualizado y general que, aprovechando los medios actuales posibilitara y diera mayor efectividad a que lo que en distintos momentos del pasado se ha ofrecido a los sefardíes originarios de España pueda hoy consolidarse y hacerse realidad. Yo me siento orgulloso de haber contribuido a esta nueva realidad, mucho más aun en unos tiempos en los que el frío y negro viento del odio, la violencia, el racismo y el antisemitismo vuelve a aparecer en la vieja Europa.

Se dice hasta en nuestros días, que cuando un sefardí quería reprocharle a otro que se hacía falsas ilusiones, utilizaba esta expresión: “Vos te fraguas kastiyos en Safarad”. Expresaban así con el hermoso castellano del siglo XV la nostalgia por España y un cierto escepticismo por lo que se consideraba imposible. Hoy podemos afirmar que esos castillos, esas ilusiones pueden convertirse para muchos en una realidad y que Sefarad por lo tanto ya no es un imposible.

Termino citando a SM el Rey Juan Carlos : “Sefarad ya no es una nostalgia sino un hogar en el que no debe decirse que los judíos se sienten como en su propia casa porque los hispanojudíos están en su propia casa, en la casa de todos los españoles, sea cual fuere su credo o religión.”

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