Sentir la vida

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Amigos queridos:
Sabemos que el mundo en general está pasando un momento muy diferente. Y no hablo sólo de lo económico, también social, familiar, y hasta ecológico e incluso geológico. Los polos han modificado sus puntos relativos respecto al sol y otros cuerpos celestes. Nosotros mismos, como humanos, estamos pasando por un transe desde hace varios años y en estos momentos siento que estamos en medio del túnel, en el lugar más obscuro. La energía en las calles, en las zonas rurales, en los aviones en vuelo, en los océanos, en los lugares más alejados y en todos lados no es la misma. Eso es bueno, ya que indica que vamos de salida, hacia el lado correcto, hacia la nueva luz. Pero nosotros no manejamos el tiempo y no es parte de nosotros, sino que nosotros somos parte del tiempo. Somos una materia prima en los elementos que lo componen y nos vemos forzados por él. En otras palabras, vivir puede ser una causa y efecto del segmento de tiempo entre el nacimiento y el final, así como un acto consciente si sabemos bucear en la inmensidad espacio temporal que nos rodea. El sentido de la vida no es estar, ser, existir para luego de miles de años ni estar, ni ser, ni existir, sino vivir, dar vida, sentir esa brillantez que inunda de belleza el entorno de La Creación. A sabiendas que somos humanos, la única especie conocida con raciocinio, pensamientos y análisis, superando en esos sentidos a cualquier otra creatura universal, debemos responsabilizarnos y ejercer ese rol que nos atañe desde el principio de los tiempos. Paralelamente a esta realidad, que, hay que reconocer, es maravillosa, también estamos en el aquí y el ahora que no comprendemos. Y no creo que debamos comprenderlo, justamente por ser seres humanos y no Dios. Sólo ÉL sabe por qué y para qué, cuándo y cómo. Seguramente, en otras épocas lejanas en el tiempo, como en la Inquisición, las guerras del pasado siglo, las migraciones antiguas, y en muchas épocas más, también habrán sentido aquellas personas una sensación parecida al no entender nada o casi nada. Y como leí una vez en un libro llamado “El seudónimo del autor” que decía: “Lo primero que debemos entender es que no todo lo debemos entender”. Eso no quiere decir resignarse y estarse quedo en la dimensión, sin más, no. Sino accionar para aspirar y sentir, respirar y percibir el sentido mismo de vivir para que la vida no sea sólo un accidente de paso entre un mundo y otro, sino un transcurso de placeres en pro propio y de la humanidad toda, así como de toda La Creación. Porque si pretendemos responsabilizarnos por ser humanos, debemos asumir ese rol, ese cargo tan alto. Eso se llama vivir con sentido, con conciencia y no esperar a que la nada llegue a la nada misma.

Y para lograr eso, es preciso unirnos y ser parte de la creación, pero de manera consciente. Eso se logra viendo por nuestra integridad como un todo y no como varias partes sueltas desparramados en el tiempo. Ver por nosotros mismos, cada uno por sí mismo como una base fundamental para lograr continuar y pasar al siguiente nivel. Ese siguiente nivel es justamente ver por los demás. No como si fuera otro, sino como partes del mismo todo. Es por eso que primero debemos ocuparnos de nosotros mismos, sabiendo que eso implica ver por nuestro prójimo. Nuestro prójimo más cercano somos cada uno en sí mismo, y el próximo prójimo es nuestra familia. La familia es la base nuclear en nuestra especie preciosa. La familia biológica, la familia amistosa, la familia de amigos, la familia de conocidos, la familia del mundo que ya es muy pequeño debido a las distancias que redujo el uso de la tecnología que, a la velocidad de la luz (315494 km/s), nuestros textos pasan fronteras en menos de un santiamén, nuestra voz es oída casi al instante en cualquier lugar del orbe planetario.

Todo este prólogo que fue escrito con el uso de la razón y la lógica, fue más que nada para que entendamos, yo especialmente, (lo escribo para mi y lo comparto) que debemos ayudar a nuestros más allegados que sabemos que pasan por situaciones algo complicadas. Si vemos que un conocido vende algo u ofrece un servicio, vamos a comprarle a él antes que a otros. Vamos a ocuparnos de vivir y no de ser una herramienta del tiempo que nos zangolotea y ya. Vivamos con ciencia, y con conciencia. Vamos a hacer la acción de vivir, a sentirla y a vivirla con sentido. Ese sentido es saber que somos parte de un todo y que ese todo se compone por tiempo y espacio. Que ese espacio se compone por longitud material, terrenal y amorosa. Esas personas más allegadas a nosotros, son más parte nuestra que los más alejados. Esos más alejados son más partes de otros que nuestra. Cada uno debe ocuparse de estirar la mano hasta donde más alcance y así vivir con sentido de conciencia.
Vamos a apoyarnos entre nosotros porque lo contrario a eso no es vivir, no es ser responsables de nuestra condición como seres racionales, pensantes, analíticos.


Y sepamos que eso no es ni siquiera ser una buena persona, sino nuestra obligación como seres vivos en un planeta prestado, en el que nada es nuestro, ni siquiera nuestros cuerpos, ni nuestros pensamientos.
Vivir es sentir la vida.

Sentir la vivir los sentimientos.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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