Setenta años han pasado

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El primero de septiembre 1939, al alba, el ejército alemán penetraba en Polonia. El mismo día, a las 10 de la mañana Hitler, para justificar esta invasión, acusaba a los Polacos de agresión. “Esta noche, y por primera vez, Polonia ha abierto el fuego de parte de sus soldados. Desde las 5 de la mañana nosotros hemos contestado “.

La agresión a la cual aludía Hitler era un supuesto golpe de los comandos polacos en contra de la emisora de Gleiwitz, ciudad de la frontera germano-polaca. En realidad no se trataba de una agresión polaca; el asunto había sido maquinado por los servicios especiales nazis, cuyo jefe Heydrich, había confiado la dirección a un especialista de la provocación Alfredo Naujock.

Naujock vino el 28 de agosto con seis hombres a Gleiwitz y todos se instalaron en el hotel Oberschlesicher Hof. El 31 de agosto, a las 19 horas subieron los 7 en 2 autos y manejaron hasta el bosque de Ratibor, en la frontera. La estación de radio estaba muy cercana. Se detuvieron y de la cajuela sacaron siete fusiles Lüger y 7 uniformes polacos que se pusieron. A una señal recibida de Berlin los 7 hombres se detuvieron frente a la estación de radio, abrieron la puerta y golpearon a los dos operadores alemanes. Después unos de ellos leyó en el micrófono un texto preparado por Heydrich en el cual los “polacos” que supuestamente habían tomado la estación acusaban a Hitler de empujar Europa a la guerra, amenazando a Polonia.


Unos instantes después el jefe de la Gestapo de Gleiwitz llegaba y de su coche sacó un cadáver que instaló sobre la escalera. El hombre, ejecutado con una bala en la cabeza dos o tres horas antes, había sido disfrazado de soldado polaco. Al día siguiente, cuando los periódicos alemanes, retomando las declaraciones de Hitler, relataron la “agresión polaca” contra la estación de Gleiwitz, precisaron que la policía había llegado rápidamente al lugar, que siete de los ocho agresores habían sido capturados y que se había matado al octavo.

Invasión relámpago

La invasión de Polonia fue fulminante. Francia e Inglaterra habían dado a conocer que respetarían sus compromisos con Polonia, pero todo se acabó antes de que pudieran tomar las primeras medidas: en Francia se había decretado la movilización general, en Inglaterra la movilización de la armada y la llamada de un contingente. Pero todavía no habían terminado estos preparativos que la ola alemana de hierro y fuego se había desencadenado sobre Polonia y la había sumergido.

La táctica utilizada era inédita y, una vez más el país de Federico II y de Moltke ofrecía al mundo sorprendido el perfecto modelo de la guerra moderna. Todas las armas modernas se utilizaron simultáneamente: avalancha de bombas sobre las ciudades, las vías de comunicación, los estados mayores, la concentración de tropas, uso de los Stukas (aviones que ametrallaban en picada), dislocación del adversario con la perforación por los blindados, los elementos motorizados y los cañones móviles.

Enfrente un ejército polaco cuyos hombres y sus jefes iban a dar el ejemplo del heroísmo, pero era un ejército tradicional y anticuado con sus once brigadas de caballería, la Wehrmacht, con sus cinco divisiones blindadas y seis motorizadas se revelaba de repente con toda su fuerza y su prodigioso poder de fuego. En tres días iba a perforar el frente por todos lados y en 4 semanas se acabaría su campaña relámpago.

No únicamente sorprendió el adversario con los medios utilizados sino también por la táctica empleada: El mariscal polaco Rydz-Smigly había concentrado su ejército en medio de una zona de fácil acceso, de donde normalmente debía proceder la ofensiva alemana. Tomaba en cuenta la protección natural en ambos lados de la frontera formada por bosques y pantanos en el norte y el valle del río Vístula, cortado por pasos difíciles, en el sur. Pero fue precisamente en estos dos sectores que los alemanes atacaron. Dos divisiones blindadas se lanzaron en el norte, abriendo paso a la ola de dos ejércitos y otras dos en el sur, abriendo paso a otros dos ejércitos. Esos 4 ejércitos rodearon las tropas de Ridz-Smigly, menos de una semana después del principio de la invasión. Atacado por la espalda por treinta divisiones, no pudo impedir que la capital Varsovia se encontrara aislada.

Polonia pudiera haber resistido más si desde el 17 de septiembre la intervención soviética no hubiera cortada la retirada a sus reservas. Irrumpiendo de repente para “restablecer el orden y proteger a los Ucranianos y los Rusos Blancos” las tropas soviéticas prepararon una nueva división del país.

Varsovia resistió heroicamente pero cayó el 27 de septiembre y el resto del ejército polaco capituló el día siguiente. El 28 de septiembre un tratado confirmaba la partición de Polonia en dos esferas de influencia. Alemania, en cambio de Lublín y de la linea del Bug abandonaba Lituania a la Unión Soviética. Con la ampliación del territorio alemán en la Prusia Oriental, y la Alta Silesia Hitler conseguía la integración al Reich de Dantzig, lo que quedaba del estado polaco, con Cracovia en el centro se puso bajo la autoridad de un Gobernador general alemán.

Una oferta de paz

El día que empezó la batalla de Varsovia, el 9 de septiembre, Francia, para aliviar a los Polacos había lanzado una modesta ofensiva en los bosques de la Warndt, en la frontera con el Sarre, en el noreste de Estrasburgo. Detuvo esta ofensiva en el momento que Polonia capitulaba. A la misma fecha Hitler recibía al industrial sueco Dalherus que afirmaba que Inglaterra buscaba la paz y por su lado Attolico, el embajador de Italia en Berlín indicaba que una tendencia similar se dibujaba en París.

El 28 de septiembre Moscú y Berlín publicaban simultáneamente una declaración, firmada por Ribbentrop y Molotov, que era del interés de todos los pueblos de terminar con el estado de guerra. El 6 de octubre Hitler, desde Berlín declaraba que la guerra ya no tenía sentido. Era una oferta de paz pero no hubo reacción en Inglaterra “chantaje pacifista” se estimaba en Londres. Sin embargo, el 17 de octubre el primer ministro francés Daladier daba secretamente la orden al generalísimo francés Gamelin de retirar sus tropas del bosque de la Warndt. En cuanto a los parisinos ellos volvieron poco a poco a retomar su vida normal, extrañándose de esta falsa paz en tiempo de guerra o de esta falsa guerra en tiempo de paz.

Hitler acaba de conseguir en Polonia un triunfo que ya no era un éxito diplomático como los que había coleccionado los seis años anteriores, pero que inauguraría la serie de victorias militares. Había hecho la guerra y la había ganado.

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