En el contexto de los acontecimientos y evocaciones que vinculan la diáspora judía con Israel, la Shoa tiene un peso singular. Hechos como la inquisición europea y los sufrimientos que le ocasionaron a los judíos, la cerrada vida en los guettos, la adquisición de derechos civiles en Europa e incluso los pronunciamientos de Herzl y de Nordau se verificaron en el universo diaspórico sin relación directa con las peripecias judías en Palestina.
No es el caso del Holocausto. La trágica suerte de los judíos durante la II Guerra presenta nexos importantes y directos con las migraciones a Palestina, con las posturas del gobierno israelí y de los partidos políticos respecto a Alemania, y, en fin, con amplios retazos de la memoria colectiva judía. No por accidente el Día de la Shoá se estableció en vecindad con el Día de la Independencia de este país.
Quien desee captar las dimensiones históricas y personales de este vínculo no podrá eludir las páginas que el historiador Shaul Friedlander esbozó en su estremecedora pieza autobiográfica intitulada Cuando la memoria llega. Escrita primero en francés en 1978 y traducida a múltiples idiomas incluyendo español, el libro enhebra las peripecias y las reflexiones de este personaje singular en los tramos formativos de su vida.
Friedlander nació en Praga en 1932 con el apellido Favel, hijo de una próspera familia. Cuando los alemanes invadieron Checoeslovaquia en 1939, la fuga a Francia fue para ellos la única opción. El niño Shaul fue dejado en el umbral de una iglesia cuando sus padres fueron apresados y conducidos por los nazis a un campo de concentración. Recogido por un sacerdote, ayudó en los ritos eclesiásticos del convento durante más de cinco años ignorando su origen judío hasta que un jesuita le dijo la verdad al concluir la guerra.
Shaul resolvió entonces recuperar sus raíces y emigrar a Israel. En este tránsito se verificó un hecho que tradujo con particular dramatismo la densidad y la intensidad de los conflictivos nexos que modelaron la temprana escena política de Israel.
Llegó al naciente país en 1948 en un barco que en aquel momento pudo haber encendido una guerra civil. Cargado con emigrantes y armas, Altalena se arrimó a las orillas de Tel Aviv y allí fue hundido por orden del flamante Primer Ministro Ben Gurión por no aceptar la legitimidad y la soberanía del naciente estado. Experiencia dramática que marcó la juventud de Friedlander.
Después del servicio militar sirvió como ayudante a figuras como Nahum Goldman y Shimon Peres, sin descuidar el estudio académico de la historia contemporánea. Desde entonces la vida de Friedlander osciló entre Ginebra, Estados Unidos e Israel sin lograr desprenderse de sus duras experiencias como adolescente. Hoy reside en Jerusalén.
En las páginas autobiográficas alude a su temprana adolescencia en el convento y a las primeras experiencias en el naciente país que lo modeló con sus inevitables altibajos. Este relato y los volúmenes consagrados a describir los hechos que precedieron y explican el Holocausto lo han convertido en el historiador más importante del tema. Repasar sus páginas – y en particular el texto autobiográfico- es ineludible tarea para quienes la Shoá es una importante referencia y memoria.
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