Sholem Aleikhem, Un escritor del pueblo

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Escribir sobre Sholem Aleikhem, nunca fue una tarea fácil para mi, dado el profundo amor que siento por este autor de mi pueblo. Y por su magnifica obra literaria tampoco resulta fácil una reconstrucción de la vida paradigmática, del referente más importante desde el punto de vista social, histórico y cultural de nuestro pueblo a la hora de hablar de literatura. De todas formas, no es la reconstrucción de la vida personal de nuestro autor. Intentamos apenas realizar una aproximación al aporte cultural realizado por Sholem Aleikhem a nuestro acervo.

Sholem Aleikhem, escribió desde y para su pueblo. Buscó (y lo logró) convertir su obra en un espejo donde la gente sencilla, muchas veces “bruta” o ignorante, generadora de situaciones ridículas o absurdas, se miraba y reía a carcajadas de sus propios males y desdichas. Se afirma que el pueblo judío es el pueblo que mejor sabe reírse de sí mismo. Si tomamos como base dicha afirmación, podemos, sin temor a equivocar nos, afirmar que Sholem Aleikhem fue su pionero por excelencia, también fue un autentico pionero de la utilización del idioma yiddish, tanto en la difusión como en la comunicación intelectual y cotidiana de la época, como lenguaje maravilloso rico en vuelos idiomáticos, como probable mente ningún otro idioma podía tener ni alcanzar.

El humor de Sholem Aleikhem, encuentra justamente en el idioma yiddish, su más fiel herramienta expresiva y de comunicación de las expresiones populares del judío de Shtetl.


Dichos y palabras, proverbios populares nacidos de la vida cotidiana, citas talmúdicas o bíblicas sacadas de contexto, son expulsadas de las bocas de judíos desvencijados y rudimentarios mercaderes del Shtetl. Sholem Aleikhem fue sin duda alguna el autor que mejor captó la forma en que ese judío de Shtetl se expresaba en un idioma absolutamente particular.

Su literatura hace reír y llorar, así es su humor. De todas formas él, prefiere reír. Quizás por eso su frase favorita era: “Lajn Iz Guezunt, Doktorim Heis Lajn”.

Probablemente las distintas actividades por él desarrolladas para ganarse la vida, fueron las que lo pusieron en permanente contacto con la vida cotidiana de sus hermanos, haciéndolo plasmar con su magistral pluma cada personaje en su obra. Creó un mundo totalmente original al igual que sus personajes, donde se destaca como el más popular: “Tevie Der Milkiger”, con el personaje que más se identifica el autor.

En esa imaginaria Kasrilevke, nacieron y se desarrollaron: “Motl El Hijo Del Jazán”, “Menajem Mindl”, y tantos otros. Sholem Aleikhem es integrante de una trilogía literaria considerada como la más representativa clásica de la literatura judía por antonomasia. Mojer Shfórim, llamado “El Abuelo”, Itzaak Leib Pérez, denominado, “El Padre” y nuestro querido, Sholem Aleikhem, llamado, “El Nieto”. 1836-1917, 1852-1915 y 1859-1916, por su orden respectivamente. Si hay un elemento vinculante entre los integrantes de la trilogía, es el haber tenido permanentemente presente en sus obras, son el apego al pueblo, a sus costumbres, sus tradiciones, mezclado con las penurias y alegrías. Y como una clave inamovible de dichas manifestaciones, dicho en el lenguaje popular de esos aldeanos, el yiddish. El lenguaje que mejor pudo trasmitir todas y cada una de esas experiencias sociales y culturales, escribieron en yiddish, prácticamente toda su obra con algunas mínimas excepciones. Como una especie de extraña paradoja, el último de los tres magistrales autores en bajarse del tren de la vida, fue “El Abuelo”, Mojer Shfórim, que lo hizo en el año 1917. Dos años antes lo había hecho, I.L. Pérez, y en 1916, lo hizo Sholem Aleikhem. Había nacido el 2 de marzo del año 1859 en la provincia de Perieslev, Poltava, Rusia. Según el luaj, era el 26 de Adar 5619, era el tercer hijo de Menajem Nahum Rabinovich y Jaie Shter Zelding, familia religiosa de clase media, identificados con la corriente filosófica de la Askalá. La vida de nuestro escritor se desarrollo en Boronkon, Shtetl, que más adelante serviría a Sholem Aleikhem, de modelo e inspiración para la creación del imaginario Shtetl de sus obras más famosas, llamado: “Kasrilevke”.

Recibió como era lógico, una educación en Yeshivá. Poco después de cumplir con su bar mitzvá, tendría que lamentar el fallecimiento de su madre Jaie, por lo cual pasaría vivir con sus abuelos maternos a los 21 años ya era rabino en Dublín. Eso fue entre el 1881 y 1883.

La iniciación de su vida como rabino, se realizará en una durísima época de cambios y transformaciones fuera y dentro del judaísmo clásico, observante y religioso. Un cierto aire de asimilación a las nuevas corrientes ideológicas y filosóficas del siglo XIX incidían en las nuevas generaciones. Miles de jóvenes estudiantes sufrieron el triste desengaño de comprobar que el aprendizaje del idioma local -el ruso por ejemplo- no resultaba ser el salvoconducto para liberarse o evitar el imperante antisemitismo: “todo lo contrario – afirma Samuel Rollansky, en su breve, pero sustancioso trabajo editado por la biblioteca popular judía, “Sholem Aleikhem”.- Congreso Judío Mundial.- Editorial Candelabro, 1976.- cuanto menos respeto profesaban los judíos a su propio pueblo y a su propia personalidad nacional, tanta menor consideración les demostraban los amos del país”.-Pág. 9, Ob. Cit..- en esa convulsionada situación social, Sholem Aleikhem, desarrolló su obra literaria, publicando sus primeros relatos en el idioma de su pueblo; el yiddish.

Por esos años comienza a editar un anuario titulado: “yiddish Fólks Bibliotek” en la ciudad de Kiev, y en 1888, I. Leib Pérez, cambió su lengua hebrea por el yiddish, publicando sus textos, también en el “Folks Bibliotek”, de Sholem Aleikhem. Ese año pone en circulación un libro de texto sumamente crítico y agresivo, “Shomer Mischpet”, contra un autor de literatura “fácil” y vendedora, que Sholem Aleikhem consideraba como literatura sensacionalista. El nombre de dicho autor era, Nojúm Meir Schaikevich.

Por su parte, también en ese año, aparece la novela, “Sénder Blanc Un Zain Guesindl”, donde muestra y demuestra ser un literato con un humorismo judío con sello propio, un crítico de los cambios sociales-el tema de la asimilación y el progresismo ideológico, estarán de una forma u otra, siempre presentes en las obras de del autor-y también como un magnifico retratista de tipos y costumbres de su pueblo.

También nuestro autor, escribió en su momento, en los primeros años, antes de su definitiva creación, para la O.S.M., un texto titulado: “Para qué necesitan los judíos un país”, texto muy difundido y leído a comienzos del siglo XX.

Una de las estupendas cualidades de Sholem Aleikhem y de peculiar sello personal, fue el de haber insuflado en la literatura judía, un aire muy típicamente judío y el estilo “epistolar”, el monólogo, haciendo de la literatura una manera natural de comunicación, y lo hizo jugando y riendo, como una forma casi infantil de impartir literatura y alegría. Los personajes de nuestro autor, ríen y lloran, lloran riendo, y lo hacen en el mejor idioma que dominan, el yiddish.

Sholem Aleikhem, no perdió de vista ningún componente del proceso histórico de la vida de los judíos del siglo XIX, que le tocó vivir y en su literatura se reflejan claramente; (“Realidad y Fantasía”, es uno de esos claros ejemplos). I.L. Pérez, lo definió, de manera estupenda cuando dijo de él, por causa de la comparación que se pretendía hacer entre Sholem Aleikhem y Mark Twain”, Twain tiene ante sí al mundo entero, mientras que Sholem Aleikhem solo tiene ante sí al comisionista judío, el sabio más grande en el pueblito más pequeño”.

Sholem Aleikhem, con una inigualable pluma, mostró al mundo, que aquellos humildes judíos pueblerinos, que se mostraban cómicos por su forma de ser y de hablar, y muy provincianos en sus formas de vestir, no eran tan insignificantes ni enmohecidos. Era risueño y provinciano en sus costumbres, es cierto, pero era también un movedizo ser del Shtetl con unas poderosísimas alas que le permitían volar muy lejos y no anquilosarse como los habitantes de las grandes ciudades. El judío que nos pinta y describe nuestro autor, es movedizo, corre, vuela permanentemente, pero no en la forma que lo hacen los de las grandes ciudades, que corren de un lado a otro, se pechan, se empujan, se pisotean por llegar primero a un lugar que solo Dios sabe. El Kasrilevkense siempre sabe donde van sus pasos. Por otra parte, su vida se mueve entre, el mercado y la sinagoga, entre la familia y sus hermanos del Shtetl, y entre todo eso y el rabino.

Sacó del oscuro anonimato al “invisible” e “insignificante” habitante de aldea, del pueblito y lo llevó de la maravillosa mano de su fantasía e imaginación a recorrer el mundo. Dio a conocer la hormigueante vida del sencillo y humilde judío de Shtetl.

Los personajes de Sholem Aleikhem, se mueven constantemente entre la realidad y la fantasía. Algunos son empedernidos soñadores, otros viven planificando negocios que nunca llegan a su fin, algunos triunfan, otros cumplen con sus sueños, que no tienen otra aspiración que vivir de su trabajo, conservar contra viento y marea su vieja tradición, que más de una vez le causará severos dolores de cabeza y más de un feroz enemigo. Pero el judío de Kasrivleke, continuará, soñando, volando… y seguirá a pesar de todas esas contradicciones, cargando con su Toire….” ¡tradición!, gritará Tevie al comprobar que su amada hija más pequeña había resuelto unirse por amor, pero con un”Goi” que conquisto su blando corazón de mujer, pero alcanzaría para conquistar el tradicional corazón del judío Tevie, el lechero.

Sholem Aleikhem creó un mundo totalmente original al igual que cada uno de sus personajes, de los cuales sin duda alguna, “Tevie Der Milkiger” es el más popular y con el que más se identifica el autor, como él mismo lo manifestara en muchas ocasiones y que vemos reflejado en su autobiografía,” de retorno de la feria”

El es uno más, un habitante de ese mundo pequeño, llamado “Shtetl”, creado por su inmensa imaginación, es igual adea rusa, polaca, húngara donde conviven con sus desgracias a cuestas, sus costumbres, religión, mujeres, hombres y niños… algunos dadivosos, otros avaros, unos letrados, otros legos, mezquinos, piadosos, artesanos, viudas y viudos, huérfanos y alcurniosos. En su imaginaria Kasrivleke, viven, sueñan, se desviven, trabajan y mueren; (¡Dios no le de nunca a Usted Esa desgracia! podría agregar de paso, Tevie) al ritmo de la arrulladora y por veces, tortuosa, música de la tradición.

Probablemente las distintas actividades desarrolladas por el autor para poder sobrevivir, fue la fuente de inspiración, en su permanente contacto con la realidad cotidiana de sus hermanos, de cada personaje y cada historia que fue plasmando en su obra. Desde “Tevie El Lechero”, “Motl El Hijo Del Jazán”, “Menajem Mendl”, “Simón Elías ( El Sastre Embrujado), La Parlanchina, En La Recovera ( ” La Olla”), Shímele Soróker, “El Sastre Que Ganó Una Fortuna” ( título de una pieza de teatro), desfilan como en una especie de galería viva y llena de un folklore inolvidable en las narraciones de Sholem Aleikhem.

Su obra es y será, la mejor referencia de una vida de magistral creación y el reflejo más vivo de sencillez y grandeza,de un judío, que nos hizo y nos hace llorar y reír ( que en difinitiva es lo mismo que hablar y rezar, salvando las diferencias,claro”… Podría acotar, Tevie) y lo hizo desde y para el pueblo, pero fue leído por el mundo entero.

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