“Si la Segunda Guerra Mundial no hubiera terminado cuando terminó, en Europa no habría quedado ni un solo judío. Ni uno”

Entrevista con el historiador Laurence Rees sobre su libro "El Holocausto", que presenta sus conversaciones con nazis que cometieron atrocidades, así como con sobrevivientes de los campos de concentración. Por:
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En 1955, una década después de su liberación de Auschwitz, Primo Levi publicó un angustioso artículo sobre la “gigantesca máquina de matar” que los nazis habían construido para acabar con judíos como él, así como con miembros de otras minorías.

Le preocupaba que el mayor crimen imaginable, aún tan vívido en la mente de los sobrevivientes, estuviera en peligro de ser olvidado por el público en general y arremetió contra el “silencio del mundo civilizado”, que consideraba de mal gusto cualquier mención de los campos de exterminio nazis.

Lejos de caer en el olvido, el asesinato de judíos europeos se fue convirtiendo en un referente mundial para juzgar la ausencia de humanidad.


En 2005, cinco décadas después de la retórica pregunta de Levi “¿Está justificado este silencio?”, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto.

Para entonces, ese pudor que impedía hablar del horror acontecido había sido reemplazado por una incesante y caudalosa corriente de obras multimedia y multidisciplinarias, en la que “Si esto es un hombre”, el relato del propio Levi sobre la cotidianidad en Auschwitz que inicialmente fue recibido con indiferencia, llegó a ser reconocido como uno de los “libros verdaderamente necesarios”, como lo describió el escritor Philip Roth.

En medio de este caudal, “El Holocausto: una nueva historia”, del historiador Laurence Rees, es considerado por la crítica como una de las mejores introducciones generales a lo ocurrido, distinguiéndose por rastrear las voces de las víctimas, los asesinos y los espectadores que el autor recopiló a lo largo de los años en entrevistas para sus galardonados documentales de televisión.

Rob Attar, editor de la revista BBC History, habló con Rees para tratar de entender cómo incluso después de que terminó el Holocausto, algunos de los involucrados sintieron que podían justificarlo moralmente.

¿Cómo es que fue Alemania la que instigó el Holocausto?

Esa es una gran pregunta.

Lo que es importante recordar es que si observa, por ejemplo, lo que estaba sucediendo en Rusia antes de la Primera Guerra Mundial, hubo muchos más casos de ataques violentos contra judíos que en Alemania. Entonces, si hubieras vivido en los primeros años del siglo XX y te hubieran pedido que pronosticaras dónde sucedería algo como eso, es muy poco probable que hubieras dicho Alemania.

¿Por qué, entonces, sucedió allí? Creo que se juntaron varias cosas.

La más importante fue la pérdida en la Primera Guerra Mundial, que creó un ambiente en el que la gente buscaba a alguien a quien culpar. Hubo una gran cantidad de chivos expiatorios y la sensación de que “los judíos nos habían apuñalado por la espalda”.

Era una tontería, por supuesto, pero había una sensación real de querer creer que era culpa de otra persona.

Al mismo tiempo, el ascenso del comunismo en Rusia se extendió a varios levantamientos en Alemania en los años posteriores a la guerra en los que estuvieron involucrados una cantidad de judíos, por lo que hubo una fusión de que el judaísmo era igual al bolchevismo.

Así que había una combinación de miedo al comunismo, humillación después de la guerra y una sensación de que algo andaba mal con la naturaleza de Alemania.

Surgieron varios grupos nacionalistas que querían poner al pueblo ‘alemán’ en primer lugar, lo que significaba una exclusión de los judíos.

Y la persona que defendió esta necesidad de la manera más mordaz desde el principio fue Adolf Hitler.

Auschwitz domina las visiones populares del Holocausto. ¿Cree que eso puede ser un problema, porque un gran número de judíos también murió en otros lugares?

Absolutamente, y cuando hice mi serie de televisión original “The Nazis: A Warning from History” (“Los nazis: una advertencia de la historia”), llamamos al episodio que hicimos sobre el programa de exterminio ‘Road to Treblinka’ (‘Camino a Treblinka’), no a Auschwitz.

Auschwitz fue una empresa extremadamente complicada por muchas razones diferentes.

A pesar de que terminó siendo el sitio del asesinato en masa más grande en la historia del mundo, esa fue solo una de las funciones que proporcionó al Estado nazi. Mientras que Treblinka se creó únicamente con un propósito: el asesinato en masa.

Hasta 900.000 personas murieron en Treblinka (que es casi el mismo nivel que Auschwitz con 1,1 millones) y, sin embargo, casi nadie visita este lugar en comparación con Auschwitz.

Pero si fueras, lo que verías es muy interesante: no hay nada allí del período nazi.

Eso es porque los nazis destruyeron Treblinka, que había cumplido con su misión en 1943.

El campo era diminuto en comparación con Auschwitz, y eso para mí resume el horror de una manera casi más visceral que una visita a Auschwitz-Birkenau, porque te das cuenta de que si todo lo que vas a hacer es asesinar gente, prácticamente no necesitas espacio.

Usted conoció a varios perpetradores del Holocausto en su carrera. ¿Cómo fue que pudieron cometer actos tan terribles, incluso asesinar bebés y niños?

Un buen ejemplo de esto para mí fue Oskar Groening (miembro de las Waffen-SS conocido como “el contador de Auschwitz”), a quien entrevistamos para nuestra para un documental.

Le preguntamos cómo los nazis podían asesinar niños y dijo que el enemigo no eran los niños sino la sangre en los niños que crecerían para ser judíos.

Groening, conocido como “el contador de Auschwitz”, admitió su “culpabilidad moral” en su juicio en Alemania en 2015 y fue condenado a 4 años de prisión, pero no pagó ni un minuto de su pena y murió como vivió, en libertad, en 2018 a los 96 años.
La razón por la que se sintieron justificados en sus actos, y Heinrich Himmler (jefe de las SS) lo dijo explícitamente en un discurso en 1943, fue que si solo matabas a los adultos, los niños crecerían para ser vengadores y vendrían tras tus propios hijos. Entonces, si realmente amabas a tus hijos, entonces deberías matar a sus hijos. Si eras lo suficientemente valiente, resolverías el problema para siempre.

Ese era el tipo de cosas que pasaban por sus cabezas, creo.

Entonces, incluso después de que terminó el Holocausto, ¿algunos de los involucrados todavía sentían que podían justificarlo moralmente?

Sí, y esta es una de las razones por las que he seguido explorando el tema durante años.

Cavas y cavas y cavas y no puedes llegar al fondo porque a menudo no esperas las respuestas que obtienes.

Si hablas, por ejemplo, con ex miembros de la NKVD (la policía secreta de Stalin), que estuvieron involucrados en las horrendas deportaciones de calmucos o chechenos o tártaros de Crimea, en su mayoría lo que dirán es: “Si no lo hubiera hecho, me habrían disparado’. Y es muy difícil ir a alguna parte en una entrevista después de eso.

Pero lo extraordinario de todos estos exnazis es que no creo que hayamos escuchado esa respuesta en todos los años que estuvimos haciendo entrevistas.

Lo que solíamos escuchar era que, en ese momento, sentían que estaban haciendo lo correcto.

¿No hace esto que la negación del Holocausto sea aún más ridícula, cuando los perpetradores mismos no lo niegan?

Lo hace.

Una de las cosas asombrosas de Gröning fue la razón por la que nos concedió una entrevista en cámara.

Estaba realmente molesto porque en su club de coleccionistas de estampillas se topó con un negador del Holocausto y casi lo sintió como un intento de negar su propia experiencia.

Le dijo: “No me digas que no sucedió, yo estaba allí”.

¡Nos habló porque estaba en contra del negacionismo del Holocausto!

También ha hablado con varios judíos que se convirtieron en parte del aparato represor del Holocausto. ¿Cómo lidiaron con las complejidades morales de su situación?

Algunas de las personas más extraordinarias que he conocido en mi vida son antiguos sonderkommandos: personas que se vieron obligadas bajo pena de muerte inmediata a ayudar a los alemanes en el funcionamiento de la maquinaria de exterminio.

Los involucraban en desenredar cuerpos en las cámaras de gas después de que las personas habían sido asesinadas, clasificar las pertenencias de los judíos, enterrar cuerpos… Labores absolutamente de pesadilla.

De todos los dilemas morales a los que te puedes enfrentar, este es uno de los más difíciles y nunca juzgaría a nadie en esa situación porque, ¿qué iban a hacer?

La entrada principal del campo de exterminio Dachau concentration en julio 29 de 1945, el día de su liberación.
Siempre recordaré a un hombre, ahora muerto, llamado Toivi Blatt, que era un sonderkommando en el campo de exterminio de Sobibor.

Le pregunté qué había aprendido de esta experiencia y me dijo -y lo parafraseo-: “He aprendido que nadie se conoce a sí mismo, porque hasta que no te encuentras en una situación como esa, no sabes quién eres y qué eres capaz de hacer”.

Agregó: “A veces veo gente caminando por la calle y me piden direcciones y siempre los miro y pienso: ‘Pareces un buen tipo, pero ¿cómo habrías sido en Sobibor?'”.

De hecho, es similar a algo que me dijo un ex miembro de las SS: que el problema con el mundo de hoy es que las personas que nunca han estado en situaciones extremas van por ahí emitiendo juicios sobre las personas que sí lo han estado.

Eso no me impidió creer que lo que había hecho era repugnante y vergonzoso, pero te hace pensar.

¿Crees que el Holocausto fue el peor crimen en la historia de la humanidad?

Una vez le hice esta pregunta al profesor David Cesarani, quien lamentablemente murió en 2015, y me dijo que en la historia de la humanidad no podía pensar en otro caso en el que un líder hubiera decidido que un grupo étnico-religioso fuera exterminado hasta el último bebé y que creara, en un corto período de tiempo, los medios mecánicos para poder lograrlo.

Y estoy de acuerdo con eso.

El Holocausto fue ‘singular’.

Stalin, por ejemplo, fue sin duda un monstruo responsable de la muerte de millones, pero nunca trató de exterminar a un grupo completo de personas.

Un gran número de calmucos y chechenos sobrevivieron a su persecución. Mientras que en ciertas áreas de Europa prácticamente no hay judíos.

No hay duda en mi mente de que si la guerra no hubiera terminado cuando terminó, habríamos tenido una situación en Europa en la que no hubiera ni un solo judío. Ni uno.

 

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