Si se siente enfermo busque un buen charlatán

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La mayoría de los médicos recurre habitualmente a la charlatanería en sus tratamientos. Hay quienes con dificultad se animan a reconocer sus embustes terapéuticos o prefieren hacerlo en lo oscurito, para poder mostrarse indignados al descubrir a algún colega faltando a la honesta objetividad.

Muchos de los más eficaces y admirados practicantes del arte de la medicina, sin embargo, suelen aliviar a sus pacientes mediante engaños deliberados, procedimientos mecánicamente estériles y sustancias inactivas. Hacer chapuza a la hora de aminorar un dolor insoportable, un mareo incapacitante, algunos síntomas del pertinaz colon irritable o también la desesperación y desesperanza de los trastornos ansioso-depresivos, puede resultar útil y económico. Claro que requiere de conocimiento, talento, ética y cierta creatividad, además hay que luchar contra el desprestigio impuesto por una doble moral: es bueno – nos decimos los médicos – si sirve a los enfermos, pero es malo – luego nos reprochamos – porque el pensamiento mágico hiere nuestra vanidad científica y profesional.

En la actualidad, existe en la Universidad de Harvard un grupo multidisciplinario (neurociencias, bioética, antropología, psicología, medicina), fuertemente financiado, que investiga la manera de entender, legitimar y aprovechar científicamente el embaucamiento curativo. Además, grandes empresas farmaceúticas, tecnológicas y agencias del gobierno estadounidense, están muy interesadas en este proyecto debido a sus aplicaciones potenciales tanto en el mercado médico como en la guerra.


Acupuntura, psicoterapia, hipnosis, homeopatía, herbolaria, flores de Bach, curanderismo y cientos de medicamentos patentados (más del 80% de antidepresivos recetados carecen de una justificación clínica) se mencionan – sin mucho aspaviento -, como ejemplos de charlatanería light o formas de usufructuar el efecto placebo.

El placebo imita un tratamiento médico, pero no es un tratamiento real. Una inyección de agua bidestilada puede resolver una crisis de pánico, píldoras homeopáticas alivian ataques asmáticos y tabletas de almidón mejoran síntomas depresivos.

Aún cuando los placebos no contienen ingredientes químicamente activos, está demostrado que son eficaces en algunos padecimientos. Y si bien no curan el cáncer, huesos fracturados, infecciones virales o alucinaciones esquizofrénicas, suelen ser provechosos en casos de dolor, fatiga, insomnio, depresión, enfermedad de Parkinson, intestino irritable, asma, migraña, demencia y náusea.

Los placebos producen respuestas fisiológicas verdaderas en el ritmo cardiaco, la tensión arterial y hasta cambios químicos en el cerebro.

Lo malo es cuando se recetan antihipertensivos a contribuyentes cautivos, multivitamínicos a los angustiados por la inestabilidad laboral e inseguridad pública, relajantes del músculo liso para impotentes juveniles y diazepam a televidentes insomnes, que piensan que leer es aburrido.

Durante mi entrenamiento psiquiátrico conocí a una mujer que llevaba varias semanas hospitalizada por depresión severa. Un día llegó a consultarla el Dr. Ramón de la Fuente. Después de un rato salió de la habitación y prescribió exactamente el mismo medicamento que la paciente ya tenía indicado. No obstante, esa misma tarde la enferma comenzó a mejorar y pronto fue dada de alta.

Cuando pregunté cómo era posible que un antidepresivo actuara con tal rapidez y eficacia, la respuesta fue simple y aleccionadora: la recetó el Maestro.

Acerca de Moisés Rozanes

Formación Académica:Medico-Cirujano (UNAM)Especialista En Psiquiatria (UNAM)Maestro En Medicina Social (Universidad Autonoma Metropolitana)Diplomado En Derechos Humanos (Universidad De Colima)Actividad Profesional Actual:Responsable Del Programa De Salud Mental Del Consejo De Salud Del Estado De Colima (Ssa)Psiquiatra De La Clinica Hospital Miguel Trejo Ochoa Issste, Colima, Col.Miembro Del Comité Editorial Nacional De La Revista Salud Mental

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