Cuentan que un hombre siempre llevaba algo para comer en el trabajo. Un día, llegó la hora de comer y sacó su comida. Al abrir el recipiente en que la llevaba, dijo:
—¡Ufff! ¡Lo de siempre! ¡El mismo sándwich con atún de todos los días!
El compañero que se sentó junto a él le aconsejó que dijera a su esposa que diera más variedad a la comida que le preparaba y le cambiara más seguido el “menú”.
Y el hombre contestó a su compañero:
—Mi esposa no me prepara la comida. Yo mismo me la preparo…
Aprendemos de esta historia que la felicidad depende de nosotros mismos. Podemos hacer lo que no nos gusta todos los días, pero aunque tengamos la oportunidad de cambiar “nuestro sándwich”, no lo hacemos.
La ciudad de la felicidad
Dijo en una ocasión el gran Rabino Pesaj Krohn: “Todos están buscando la ciudad de la felicidad y no saben que se encuentra en el estado de la mente”.
La felicidad está en una maleta. ¡Tú decides si abrirla o no!
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