Una de las ventajas del sistema penal acusatorio de Estados Unidos es que los juicios son orales y públicos. Gracias a eso, hemos podido darle seguimiento al proceso que se está llevando a cabo en una Corte Federal de Brooklyn en contra de Joaquín El Chapo Guzmán, capo di tutti capi del narcotráfico mexicano.
Las revelaciones han sido múltiples. Lo más reportado en México, por razones obvias, han sido los presuntos sobornos que el líder del Cártel de Sinaloa habría otorgado a políticos de nuestro país. Se han mencionado dos presidentes (Calderón y Peña) y al que fue el secretario de Seguridad Pública durante el sexenio calderonista (Genaro García Luna).
Vale la pena aclarar que estas afirmaciones las han hecho la defensa de El Chapocomo parte de una estrategia de presentar a su cliente como un segundón de una organización que en realidad encabeza Ismael El Mayo Zambada con fuertes vínculos con políticos mexicanos.
Calderón, Peña y García Luna han negado estas acusaciones. Estoy seguro, sin embargo, que muchos mexicanos le creerán más a la defensa de El Chapo que a los políticos mencionados. Así de deteriorada está la imagen de la clase política en nuestro país.
Por mi parte, yo prefiero ser más cauto y no juzgar nada más por lo que dicen los abogados de un criminal. En todo caso, más allá de los testimonios de testigos protegidos, que la defensa presente la evidencia de que, efectivamente, se hicieron esos multimillonarios pagos a los políticos involucrados.
La parte acusadora, por su parte, ha presentado una visión muy diferente de El Chapo. Primero, la del narcotraficante, quizá el más exitoso de la historia del mundo, que logró exportar toneladas de drogas equivalentes a 14 mil millones de dólares.
Una operación gigante con la participación de cientos de personas de todos los niveles: directivos, financieros, ingenieros, pilotos, choferes y, desde luego, un montón de sicarios. Una verdadera “empresa” del crimen organizado con una gran especialidad: la construcción de sofisticados túneles clandestinos que cruzaban la frontera entre México y EU.
Segundo, los fiscales han argumentado y presentado pruebas de El Chapo como un asesino sanguinario que se daba el lujo de matar a personas por cuestiones tan nimias como que alguien se olvidó de saludarlo.
En México, cada quién juzgará a El Chapo de acuerdo a sus prejuicios y creencias. Sin embargo, la decisión sobre el futuro de Guzmán Loera está en manos de un jurado de doce personas (más seis alternos en caso de que alguno de los 12 se retire o sea expulsado por la corte). Para entender mejor el contexto, el juez ordenó darles a los jurados un curso sobre el Cártel de Sinaloa y de la jerga lingüística que utilizan los narcotraficantes mexicanos para que entiendan mejor el testimonio de los testigos.
Hasta ahora, el gran testigo del juicio ha sido Jesús Zambada, hermano de
Ismael, quien fungió como uno de los jefes de la logística del cártel dirigido por El Chapo y El Mayo. Conocido como El Rey, ayer reveló que le habrían dado hasta seis millones de dólares a García Luna, durante el sexenio de Fox, cuando era el encargado de la Agencia Federal de Investigaciones, y luego como secretario de Seguridad Pública con Calderón.
También implicó a Gabriel Regino García al que le habrían dado en 2005 “algunos millones de dólares” cuando éste se desempeñaba como subsecretario de Seguridad del Distrito Federal, entonces gobernado por López Obrador. El soborno habría sido para otorgarle protección al Cártel de Sinaloa en caso que se convirtiera en el próximo secretario de seguridad federal. No fue así, pero se desempeñó como subsecretario de esa dependencia bajo las órdenes de García Luna.
Regino también ha desmentido vehementemente el recibo de este dinero explicándolo como parte de la estrategia de la defensa de El Chapo de pintarlo como un pobre angelito, un segundón de un cártel liderado por El Mayo con fuertes vínculos con políticos mexicanos.
La otra gran revelación de El Rey es que Ramón Arellano Félix, el ya fallecido capo del Cártel de Tijuana, fue el que personalmente ordenó el tiroteo en el Aeropuerto de Guadalajara en 1993 donde murió, por error, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, crimen que entonces cimbró a la opinión pública nacional.
Así va, hasta ahora, el llamado “juicio del siglo” en contra de El Chapo Guzmán. Benditos sean los juicios orales y públicos que nos permiten a los mortales enterarnos, en tiempo real, de los argumentos de fiscales y defensores. Yo, por lo pronto, con lo que he leído, creo que va ganando la parte acusadora.
Twitter: @leozuckermann
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