Un amigo muy crítico de Israel que conocí hace más o menos 65 años en México, que sin problema alguno tiende a atacar a su gobierno extremista, fascista, racista, provocador y mesiánico ultranacionalista, me preguntó hace algunos días si éramos “antisionistas” pues siendo una Mentsh desde siempre, mi tendencia realista y política no se aleja de la suya.
“¡De ninguna manera!” le contesté. Cuando uno tiene ilusión, afecto, añoranza y cualquier otro sentimiento sincero por un amigo, un hermano, un hijo, madre naturaleza y lo mismo un país que se llame Israel, Francia, España, México, Patagonia o simplemente Tierra, al verlo caído, quisiera levantarlo; al sentirlo desfallecer, quisiera reconfortarlo; al mirarlo rodar hacia el más profundo de los abismos, aquel de su desgracia, trata de impedírselo y se lo dice con firmeza recordándole su pasado próximo así como el lejano, y sus catastróficas consecuencias sin olvidar que honestamente le explica lo que ve, lo que piensa, lo que teme, lo que concluye sabiendo que con su credo e infinita arrogancia, está arriesgándose, está, creo, auto-destruyéndose…
Y en esto estamos sin ningún odio hacia el país de nuestra historia ancestral, la verdadera, donde ciertos de los nuestros vivieron desde siempre ahí o pudieron emigrar después de la Shoah, donde cientos de los nuestros vivieron felices o murieron defendiendo Israel, su tan querido país, bajo las balas de los enemigos (a veces reales y otras, puramente provocadas), a veces algo crueles según la susceptibilidad de algunos miles de individuos que ya no saben ni quieren ver, ni analizar, ni pensar, ni recordar, pues ciegos y sordos se han vuelto, aunque quizá siempre lo han sido, y ello como si hubiesen sido manipulados por no sé cuál nefasto predicador.
En cambio, hablan por hablar y sin parar pregonando lo inexistente, refiriéndose a mitos escritos por los hombres en la liturgia judaica hace más de 20 siglos, y porque no desde los tiempos de Moishe Rabeinu. Todo ello transformados muchas veces en interpretaciones atemporales, fuera de la vida real puesto que según ellos “la Torah es la Torah y a pesar del tiempo nunca ha de cambiar”, aunque sus interpretaciones hayan llegado hoy en día a la cúspide de la incoherencia de la vida, de las ciencias que sean exactas o inexactas, del progreso. Y entre estos mitos se encuentran “el Pueblo elegido” y “el Gran Israel”, aquel que incluiría el actual territorio de Israel, el sur libanés, el Golán colonizado en la parte situada en Siria, la Cisjordania que ya están acaparando día tras día, Gaza y una banda al este del río Jordán en el actual Reino de Jordania. Aunque por un momento dejaron de pensar en ello, en la actualidad ha resurgido este afán de conquistar lo que no es suyo. Y luego se quejan e ingenuamente preguntan ¿Por qué el mundo nos odia tanto?
¿Antisionismo? ¡No! De ninguna manera… Simplemente sentido común, conciencia propia, coherencia, razonamiento y respeto de los demás… A nosotros nadie nos ha lavado el cerebro.
Esta gente que quiere absolutamente tener la razón nos trata a veces como antisemitas pues no toleran ninguna crítica y su país mesiánico sigue siendo siempre aquel que existió hace más de 2000 años. La historia de los demás, no existe, es puro invento… Por otra parte, eso mismo lo he escuchado de la boca de otras gentes que y no quieren que digamos mucho consideran que somos únicamente una religión, pero de ninguna manera un pueblo “Ustedes los judíos se han inventado historia que nunca existió…”.
Le dije además a mi estimado amigo, que por mi parte yo nunca había sido sionista o quizá lo fui muy brevemente, durante la guerra de los Seis Días en junio de 1967 cuando era una niña ingenua de 14 años y algunos meses y muy animada frecuentaba la Noar a Tsioni y el Yihud Aboním y estuve también un par de meses en el grupo juvenil de extrema derecha Bethar (del que proviene Netanyahu) y a mi padre casi le da un infarto tan muerto de inquietud estaba por mi salud mental.
Más tarde lo fui un poco nuevamente durante la guerra de Yom Kipper en octubre de 1973, apenas seis semanas después de haber regresado de Israel en donde había trabajado prácticamente tres semanas bajo un sol intenso excavando para sacar a la luz las ruinas de un poblado árabe a unos cuantos metros del lago Tiberiades.
Claro, seguía yo con mi ingenuidad la cual murió cuando abrí los ojos a los 23 años al comprender que muy cerquita de los Israelíes y en Israel mismo había otro pueblo que se hacía llamar “Palestinos” y no simplemente Árabes. Su vida tampoco ha sido ni es muy agradable que digamos… ellos no nos aceptaban y nosotros los despreciábamos. ¿O será al revés? Según ellos, nosotros no teníamos ni tenemos el derecho de vivir en lo que es el Estado de Israel desde su independencia en mayo de 1948 y ellos… tampoco, ni siquiera al ladito.
¿Cuándo digo esto, soy antisemita y antisionista y sería mejor que mintiera?
Varias veces estuve en Israel y sentí, escuché y olí el racismo entre nuestras diversas comunidades. Las diferencias eran enormes y siguen siéndolo hasta hoy en día. No se quieren y lo peor es que estas diferencias vienen de la ortodoxia extremista que no soporta el hecho que en Shabes se quiera vivir normalmente. Estos extremistas arcaicos odian a los ateos, a los seculares, al espíritu independiente de las mujeres, a los liberales y reformistas, a los homosexuales, a los rasgos distintos de la gente (prietitos, negritos, amarillitos…). Odian su libertad, su alegría sin religión y lo mismo con religión moderada. Los Sefaradím son mejores que los Ashkenazím y los Mizrahím y/o los Askenazím son mejores que todos los demás, y que decir de los Rusos y de los Yemenitas, de los ritos religiosos que son muy diferentes en cada comunidad según su origen sabiendo que ciertos son mucho mejores que los otros pues más verdaderos, más espirituales… Te tratan mismo de goy o de judío falso sabiendo que esto último también se escucha en la diáspora.
¿Soy, somos, antisemitas por decirlo?
En mente tengo algunos ejemplos que me marcaron para siempre y los más relevantes para mí fueron:
Un muy simpático joven Sabra me dijo (en francés) en Tel-Aviv en agosto de 1973 (todavía no cumplía yo mis 21) “¡Regrésate a tu país perra marroquí; aquí no queremos ni necesitamos de gente como tú!”. Me quedé pasmada pero ni valía la pena decirle que era yo hija de sobrevivientes de Polonia.
Antes de ello tuve una experiencia también muy desagradable en México, en el CDI, cuando recibimos con mucho cariño y honores al equipo deportivo olímpico israelí en 1968 que murmuraba en hebreo detrás de un muro “¡Estos mexicanos son pura mierda y no saben recibirnos como lo merecemos!”
Por recordarlos con dolor ¿Soy antisemita?
A estos fenómenos irrespetuosos del pasado como del presente los sigo llamando “ombligos del mundo” por no tratarlos de megalómanos palabra, diremos, más agresiva.
Están también los que nos llaman “antisionistas” en nuestros propios países de la diáspora. Muchos de ellos pretenden ser sionistas, pero nunca han puesto un pie en tierra de Israel por miedo, por no querer gastar un kopek, por no conocer el idioma y claro nunca vivirán ahí pues hay que trabajar mucho para poder vivir relativamente bien y además el solo pensamiento de “tener que ofrecer a sus hijos para defender Israel”, ni de chiste…
¿Son estas personas sionistas?
Un nuevo episodio mucho muy ambiguo empezó a partir del fatídico sábado negro, el 7 de octubre del 2023. “De la noche à la mañana” judíos que se decían de la izquierda demócrata se han precipitado lamentablemente hacia la extrema derecha exigiendo de cierta manera que me vuelva (nos volvamos) como ellos y sugieren “Debes apoyar, aunque no te guste y cueste lo que cueste, al gobierno de Israel que lucha por su existencia”.
¡Pero cuánta ceguera, cuánto cinismo, cuánto equívoco, cuánta demagogia, cuánto horror! Aunque no sea ni muy leída, ni muy estudiada si con ellos me comparo, se trata de gente que conocí inteligente, con real sabiduría, con conocimientos generales y profundos de la vida, de la historia… ¡Qué tristeza! No nos hablamos más, y
¿Soy por ello antisionista?
El problema con los que nos tratan de “antisionistas” se ha vuelto recurrente desde hace un tiempo, sobre todo desde que el melej Bibi está generando odio y racismo desde antes de haber llegado a su trono con sus buenos amigos ultranacionalistas y claro desde que el antisionismo se ha vuelto, por decirlo así, parte integrante del antisemitismo mención que no me agrada siendo muy ambigua para mucha gente que desconoce su origen y por ello prefiero decir anti-Judíos pues han cambiado de ideologías dejando poco a poco de lado las leyes fundamentales decididas por la Knesset en 1948 y queriendo imponer en su lugar las de la Torah, las del Tanaj, las del Shulhan Aruk para convertir a Israel (considerado hoy en día como un Estado laico), en una dictadura teocrática Torahnica al estilo de los ayatolas Iranís (yo nada invento – solo escucho, busco, analizo, discuto y desarrollo como cada quien puede hacerlo al escuchar la prensa israelí televisada y leyendo la prensa judía escrita como también las críticas internacionales de diferentes horizontes políticos).
Nos tratan de antisionistas cuando no estamos de acuerdo con su arrogancia, con sus pensamientos totalmente chovinistas, con el patético irrespeto que les tienen a los demás, con su voluntad de hacer como si “nuestros” vecinos no existieran o tratándolos como individuos de segunda clase, como si no valiesen gran cosa. Y por lo general, esta gente es parte de la extrema derecha religiosa, de los ortodoxos ultranacionalistas y colonos mesiánicos que ocupan tierras que ya no les pertenecen desde hace 2000 años sin olvidar que la ONU votó la partición del territorio palestino bajo administración inglesa el 29 de noviembre de 1947, repartición que los judíos aceptaron, aunque, por su parte, la Liga Árabe no lo haya hecho.
¿Decirlo es ser antisemita y antisionista?
Si queremos el respeto de nuestros vecinos, hay que aprender a respetarlos, pero siendo tan orgullosos y perfectos, son los demás quienes tienen que plegar la espalda. La guerra, la muerte, la abominación, tal se está volviendo nuevamente nuestro destino, pero muchos de nosotros, afortunadamente, no queremos eso porque somos POR ISRAEL, país de nuestros ancestros, país que queremos como si fuese el nuestro propio.
Muchos de estos judíos los cuales no tienen ninguna consideración para con los que no son como ellos, viven en Israel mas no quieren ser útiles, tienden a rechazar la vida moderna y quieren impedir el progreso de los demás. Viven como si estuviésemos en el siglo XIV antes mismo de la sagradísima inquisición católica. Se la pasan rezando y estudiando; estudiando y rezando según ellos para “salvarnos”, no quieren trabajar y son numerosas las mujeres que deben hacerlo para sostener a su marido tan puro y estudioso y a sus múltiples criaturas. Estos discípulos de todas las edades quieren dinero, quieren casa, quieren salud y todo tipo de comodidades, todo gratis pagado gracias a los impuestos de los contribuyentes, aquellos que trabajan y luchan por la existencia de Israel. Con todo, los vemos cada semana manifestándo en las calles para no hacer el servicio militar. ¡Cuánta solidaridad, cuánta empatía, cuánto amor por Israel! Estos sí que son verdaderos sionistas, de aquellos que hacen todo para que Israel crezca, florezca y viva…
¿Diciéndolo soy aún más antisemita?
A los Judíos de la diáspora francesa les digo y repito “Su sionismo me suena falso e ilusorio. Ven a Israel como si fuese una leyenda y no quieren intervenir directamente por miedo”. Ellos mismos me han dicho “para vivir allá se necesita dinero y el gobierno no nos ayudará mucho si hacemos nuestra aliyá; con su ayuda apenas se compensará el coste del viaje y el confort que tenemos aquí no lo tendremos por allá y de ninguna manera queremos que nuestros hijos tengan que enrolarse en Tsahal pues arriesgarían sus vidas”.
A veces también me dicen “hay mil formas de ser sionista”, lo que me hace sonreír tristemente pues diciéndolo así no hacen más que copiar el hecho de haber mil formas de ser Judío. ¡O se es sionista o no se es! …
¿Soy antisionista al explicar sin ninguna interpretación posible lo que ellos dicen, o son ellos los que olvidaron los fundamentales sionistas que quizá nunca conocieron?
Como Cuando se le explicas a esa misma gente muy sionista lo que es la ciudad de Tel-Aviv de hoy en día: una ciudad multicultural, con buen ambiente, buenos restaurantes, con enorme desarrollo arquitectónico y fuerte actividad laboral, con grupos de baile en las calles, con numerosos museos, con universidades y hospitales, la simpatía de la gente, la libertad y la alegría de vivir como te da la gana, la desenvoltura sana de los jóvenes, las diferentes playas dedicadas a todo tipo de gente (LGBTQ+, nudistas, musulmanes, judíos ortodoxos, gente con perros …) replican que esa ciudad no es parte del verdadero Israel pues solo pueden considerarse como tales Jerusalén, Sfat, Ashkelón; Haifa y las tierras de “Judea y Samaria”… Sabiendo que jamás vivirán allá pues no quieren vivir en un país que se encuentra eternamente con conflictos sociopolíticos.
¿Son sionistas?
Sin contradecir sus propios argumentos, apoyan al ultranacionalismo mesiánico y cuando se les dice que los colonos se encuentran en territorios que no les pertenecen y que algún día quizá tengan que salir de ahí para que Israel obtenga algo de paz y de serenidad, no solo me tratan de antisionista sino que me indican repetitivamente que Cisjordania no existe pues ese territorio mal nombrado es en realidad Judea y Samaria (reino que existió hace más de 2000 años) y que forma parte integral de Israel desde su creación y que Gaza será recuperada muy rápidamente pues también les pertenece.
¿Al corregirlos me vuelvo nuevamente antisionista?
Cuando los escucho decir aquí en Francia “aquí no soy de extrema derecha, pero en Israel sí que lo sería”, es como si escuchase a una chica franco-israelí que durante un tiempo consideré como una buena amiga “antes de volver a irme a Israel votaré por la extrema derecha”.
Al decirle que votando así su verdadero reflejo cambiaba de rumbo ¿me convertí nuevamente en antisionista y mismo en antisemita?
Por otra parte, defendiendo muchas posiciones de los Israelís, su historia, su seguridad, su derecho de existir; criticando el lanzamiento de cohetes viniendo de Gaza (HamaSS, Djihad islamista) y del Líbano (Hesbollah, uno de los brazos armados de los molhas) desde hace años con la voluntad de debilitarlos moralmente, de matarlos; hablando del pogrom del 7 de octubre de 2023, de las mujeres, niñas y niños violados, de los pequeños y jóvenes, de las familias salvajemente ametralladas, de los niños descabezados y descuartizados, de la gente quemada viva, del regocijo de los terroristas sanguinarios, de los rehenes …, los no Judíos y musulmanes me dicen que es “reciproco” y que si los defiendo es por ser sionista.
Yo, Judía absolutamente secular POR ISRAEL y de ninguna manera sionista, cuando viajo para allá y veo desde el cielo esta de alguna manera tierra nuestra, no puedo impedir que mis ojos se llenen de lágrimas de pura y sana emoción. Enorme emoción al ver la costa, las tierras áridas con amplias parcelas pintadas de verde.
Yo, siempre siendo POR ISRAEL y siempre sin ser sionista, cuando salgo de allá lloro nuevamente de emoción preguntándome si algún día podré regresar, esperando ávidamente poder decir “Israel es verdaderamente el país de nuestros sueños, un Estado demócrata y laico en donde todos sus ciudadanos Judíos de todos colores, Árabes, Beduinos, Drusos, viven por fin en armonía y en paz entre ellos mismos y con sus vecinos, sin olvidar que para lavar ante el mundo muchos de sus grandes errores, también habrá que trabajar para así recuperar el respeto que perdimos y tanto anhelamos.
En conclusión:
- Criticar a un gobierno extremista, racista y mesiánico que ha decidido matarnos a todos a fuego lento, no es ser antisionista ni antisemita.
- No simpatizar con los que apoyan a este gobierno y se dicen sionistas o se creen sionistas, no es ser antisionista ni antisemita.
- No querer a la gente ultranacionalista y provocadora, no es ser antisionista ni antisemita.
- No aceptar tanto odio entre nuestras diversas culturas, ritos y orígenes, no es ser antisionista ni antisemita.
- Querer un cese el fuego para que la paz tienda su manto en esta región, no es ser antisionista ni antisemita.
- Querer una paz duradera con los vecinos de Israel no es ser antisionista ni antisemita.
- Reconocer los derechos de los Palestinos no es ser antisionista ni antisemita.
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