Yo no soy culpable…
Eres tú quien me provoca
Se escucha con frecuencia, tenemos que ser tolerantes. ¡Todos hablamos de ello y nos adornamos ¿Lo somos? Estamos al pendiente del otro para poder sacar a pasear nuestra falta de tolerancia. ¿Por qué los otros no son tan perfectos como yo?…Te quiero mucho pero tienes que cambiar tu manera de pensar, de ser ¡Si solo fueras como yo….! Serías perfecto@…
Lo único que quiero es ordenar el mundo de acuerdo a mis necesidades, ya que yo soy la que sabe; lo disimulo, no lo expreso. ¡Para mi todos los colores de piel son iguales, acepto diferentes formas de pensamiento! ¡No me lo digas!
El tío Furilio comentó: Qué bueno que el nieto nació güerito y no moreno oscuro como su padre. ¡Se parece a mi hijita que es blanca como la leche! Si ven a Furilio en la oscuridad, no lo distinguen, se confunde con la noche. Ceguera selectiva. ¡Prejuicios son prejuicios!
La intolerancia se ejerce desde los niveles íntimos de la familia, hasta esas ideologías que hablan de razas puras, de creencias correctas, sistemas económicos ideales; han producido grandes guerras, injusticias, crímenes y maltratos difíciles de imaginar. Se ha usado el nosotros para justificar el daño y la violencia ejercida. Las diferencias sociales, religiosas, étnicas, ideológicas y las ahora marcadas por las “reglas de belleza”, son nuestra guía y fingimos tolerancia aunque nos gustan más los flaquitos que los gorditos, los blanquitos que los muy morenitos, los que son religiosos de acuerdo al propio código ¡Vive y deja vivir!
La abuela Lolina, dice que en su familia se respetan las diferencias. ¿Por qué dice eso? Al voltear, veo la semillita de las peleas y conflictos que evitan los acuerdos. Historias de vida tapizadas con pleitos, altercados, enojos, silencios y venganzas. Muchos desaires en las reuniones familiares que dejan cicatrices en el corazón.
“El mejor plato se lo dio a su familia no a la nuestra” Allí empieza la raíz de la envidia que puede desembocar en intolerancia; se puede convertir en un monstruo aterrador y lo peor es que todos lo tenemos dentro. Empieza con pequeñeces y termina como un animal salvaje que destruye sin ton ni son. “Es en defensa de lo correcto” ¿Para quién?
En estas reuniones con la abuela, casi siempre hay alguien que se ofende, y otro que no quiere hablar con otro alguien, no falta el buenazo que quiere que nos demos las manos y se haga la paz. También asiste a la reunión el que espera las eternas disculpas que nunca llegan. ¡Solo por eso vine!
A diferencia de las telenovelas, en la vida real son raras las veces que se saldan las cuentas y a menudo no se disipan los malentendidos. Tampoco persisten como algo que es apremiante resolver. Se callan y se guardan sin recordarlas con exactitud, aunque sus efectos cuando aparecen, son como bombas de tiempo.
¿Por qué estas enojada con tu hermano Burilio? La verdad es que me hizo muchas cosas aunque no las recuerdo. Así, unas ideas desaparecen, otras nuevas surgen para ocupar su lugar en el alma y en el pensamiento. ¿Llenamos un vacío? Bonita forma de entretener el pensamiento y el sentimiento… Algunos ejemplos
Yo no voy a la fiesta porque ella no vino ¿Te acuerdas que no vino? Claro que no asistió, estaba enferma en el hospital. ¿En serio?
Me invitó de mala gana… No hay sinceridad en lo que me dice.
En la boda de tu sobrino nos sentaron cerca de la puerta de salida…Mejor, dice el esposo con ironía, si hay que salir huyendo somos los primeros.
No te das cuenta del trato que te da tu familia ¡Bella conversación! Hay que limpiarse el veneno para no tragarlo…
¿Cuántos años me llevó liberarme de todo esto? He cargado con enojos míos y prestados. ¡Qué sorpresa me llevé cuando escuché que un familiar médico, había sido buen samaritano para quién lo necesitaba. Me quedé con las quejas de mi tío Leoncio, buena posición económica, que pensaba que su pariente no tenía que cobrarle porque él le había hecho muchos favores a su papá.
¡Cuántas cuentas que nunca se saldan! Lo malo es que el deudor no siempre sabe que debe…Ni creo que le importe…
En estos enredos los unos están ofendidos por una palabrita que el otro dijo. No se dan cuenta del ladrillazo que ellos lanzaron. Lo que yo digo lastima y te hace un agujero en el alma, tú contestación que parece lumbre, la ves como una palabrita sin mayor significado, una broma, un chiste. Siento esa piedrita que me como un puñetazo en la boca del estómago, la roca que yo lancé no la veo ¡Hay que usar lentes!
Nos escudamos en el nosotros para justificar nuestras acciones, quitarnos la responsabilidad. La verdad es que somos egoístas y vemos nuestro beneficio. Qué trabajo cuesta aceptar que hay muchas realidades y para cada persona esas son importantes. Ser tolerantes es una premisa racional, aún no sentimental ni verdadera. Es puro bla bla bla.
La intolerancia rompe la interacción con el otro. Florinda le comenta a su esposo: “Cada vez es más difícil hablar contigo. Te encierras en tu punto de vista y no hay manera de dialogar. Dices que eres tolerante, no sabes el significado de la palabra. ¡A fuerza quieres imponer tu forma de ver el mundo! ¡Prefiero no hablar contigo! Su esposo forma parte de un grupo que enarbola la bandera de la tolerancia. ¡Luz en la calle (será) y oscuridad en la casa!
A pesar de todo puede ser que la sangre llama… Estos enredos pueden quedar invalidados momentáneamente y surge el calorcito que da la familia; escucho un lenguaje común, hay alguien que se parece a mí ¡Nos reconocemos!
¡Qué miedo siento al pensar que la esencia de la intolerancia la tenemos dentro, el camino a recorrer para desprenderse de ella es sinuoso y de subida. ¿Se podrá lograr? O los intereses individuales, egoístas, grupales, nacionales estarán por encima…como ha sucedido a través de la historia.
No puedo cambiar al mundo, ¿podré empezar por mi misma? Aceptar las diferencias de todo tipo sin que el estómago se me haga nudo.
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