¿Cuál es la epidemia de proporciones mundiales que nos despoja de toda felicidad?
El Pirké Abot (Tratado de los Padres) nos da la respuesta: “La envidia, el deseo material y la búsqueda del honor sacan a la persona de este mundo”.
El mundo, tal como Dios lo creó, es feliz, pero nosotros mismos nos alejamos de la felicidad y sufrimos por causa de estos tres conceptos.
Debemos alejarnos de la envidia, de los deseos materiales y de la búsqueda del honor, a fin de transformar el mundo en un lugar de desbordante felicidad.
Además de la naturaleza destructiva de la envidia, el último de los Diez Mandamientos nos advierte sobre el deseo de anhelar aquello que le pertenece al compañero: “No desearás la casa de tu prójimo… su esposa… su siervo…”. Y para ello, hay ciertas herramientas:
Dijo Rab Zelig Pliskin: “La vida es tan breve y fugaz, que no vale la pena desperdiciar nuestro tiempo sintiendo envidia de otro en ningún sentido”.
Dijo Rab Michel Berenbaum algo hermoso: “La envidia destruye nuestra felicidad y nuestra paz mental. La vida de una persona envidiosa está llena de sufrimiento y de resentimiento, porque nunca está contenta con lo que tiene.
¡Hay muchas personas que en verdad podrían disfrutar de la vida, pero tienen un gran problema: Cuando ven que otros son más ricos (o más felices, o más exitosos, o más atractivos, o más populares, etc.) pierden su paz mental!
“No vayas en pos de aquello que no te pertenece; es uno de los mejores consejos para no envidiar a los demás” (Orjot Jaim del Rosh).
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