Sor Juana, La Décima Musa, nace en la llamada época virreinal, en el siglo XVI mexicano, cuando la Nueva España formaba parte de España, La Madre Patria. Madre e hija, aparentemente, estaban ligadas por un cordón umbilical difícil, o bien imposible, de cortar.
Sor Juana, la criolla, la monja barroca, parece, sin embargo, deslindarse -a través de la poesía- de la España más allá del Mar Océano. Ella, oriunda de “Méjico”, instalado en América, se sabe diferente, un exponente híbrido, de ahí que, según Gergina Sabat de Rivers, haga referencia a un “acá” y a un “allá”: “un vaivén entre Europa y América en la que ésta sale favorecida”.
Como cuando le escribe a la duquesa de Avieiro:
que yo, señora, nací
en la América abundante,
compatriota del oro,
paisana de los metales,
adonde el común sustento
se da casi tan de balde,
que en ninguna parte más
se ostenta la tierra, madre.
Sabat insiste en el “amor hacia América por parte de la monja”, como cuando pide a la ya mencionada duquesa hispano-portuguesa que escuche a una musa que escribe “donde fulminante a la tórrida da el sol rayos perpendiculares”. En otras palabras, le solicita escuche a una “poeta que te escribe desde aquí, desde el Nuevo Mundo. No por casualidad agrega: “Desde la América la enciendo aromas a vuestra imagen”.
Sabat de Rivers, la acuciosa sorjuanista, cita a Sor Juana, para quien América es Madre generosa donde “el común sustento se da casi de balde”, enfrentada -Sor Juana no siente embarazo alguno en afirmarlo- a Europa, “la insaciable” misma que “desangra los minerales” de “sus abundantes venas”, olvidándose de sus “propios nidos”, despreciando sus lares, es decir, sus lugares de origen.
Sor Juana, monja criolla y barroca -ya lo dijimos- en uno de los villancicos de su autoría, da voz a voces sin voz: “a las princesas de Guinea”, quienes hablan a su manera. Sor Juana respeta su diferencia y la reconstruye. Esa es la América, la Nueva España mezcla de gente disímbola, que prontamente -la Historia lo testifica- habrá de buscar, valga la redundancia, su propia voz: Entre paréntesis: en las venas de Morelos corría, por ejemplo, sangre negra; años más tarde el negro Yanga, habría de levantarse frente a la Corona.
Y así hablaron las princesas frente a la posibilidad de abandonar la faena doméstica en pos de fiesta:
Dejémoso la cocina
y vámoslo a turo trote,
sin que vindamo gamote
sin garbanzo a la vizina:
qui arto gamote, Cristina,
hoy a la fieta vendrá.
¡Ha, ha, ha!
Por otra parte, la ya mencionada Sabat de Rivers en “Apología de América y del mundo azteca en tres loas de Sor Juana”, dirigidas a un público peninsular, cuando a México entraban los marqueses de la Laguna. Juana estaba imbuida, según Rivers, en la cultura de los indígenas “a través de ese contacto le era familiar el habla náhuatl; Juana conocía esa lengua, que probablemente había aprendido de su ‘nana’ o en su contacto con otros niños en la hacienda de su madre”. Además: “El teatro religioso, que aprovechaba la tradición teatral-musical azteca en la evangelización de los indios, tenía también una larga tradición”.
Incluso en el Divino Narciso, hallamos al “indio galán” y a la “india bizarra” que se llama América. Y algo sorprendente, los doce tlamatinime, sabios nahuas, “sin perder la calma y firmes en sus creencias -afirma la monja escribana- “se enfrentaron a los “Padres” para hacerles saber que no abandonaban sus creencias antiguas y que preferían morir”
En resumen, Sor Juana entiende al “otro”, al diferente, al que le rodea cuando lo políticamente correcto era: una Lengua, una Religión. Ya vendrían otros tiempos…
Eso también ya lo dijimos.
amm,,
es ta bien
espero mejoras