Confieso: soy de izquierda ¿Pero por qué me cuesta tanto? ¿No debería ser fácil y normal que una persona como yo, amante de la libertad, de la igualdad de oportunidades, de la autodeterminación de los pueblos, de la redistribución de la renta y de la justicia social, mostrara una elemental simpatía por gobiernos que ponen en vigor esos valores elementales?
¿No es cierto que los valores de cualquier sociedad decente son precisamente los de izquierda y no otros?
La dificultad reside en no poder encontrar una respuesta fácil a la pregunta.
¿Qué enigmática fuerza histórica o qué lógica diabólica hace que “esa izquierda”, “la izquierda”, la supuesta aliada natural del humanismo, del feminismo, de la ecología, del pacifismo y de la educación para todos, traicione una y otra vez sus principios elementales?
La respuesta sería fácil si se expresara este desconcierto sólo desde las acostumbradas posiciones reaccionarias o simplemente conservadoras o incluso descaradas.
Desde esas formas de ver las cosas, uno debe suponer que asombrarse ante la tan acostumbrada tergiversación elemental de sus principios es pecar de infantilismo. Después de todo, el género humano es lo que es, de modo que cualquier poder político procurará aferrarse a él, consolidar sus privilegios y olvidar los principios que conceden el voto a quienes lo piden invocando ilusiones y haciendo promesas sin la menor intención de aplicarlas.
La medida en que esta convicción pesimista sobre la inevitable incapacidad de “la izquierda” penetra en la mente de quienes suelen definirse como progresistas, la está dando en estos días la indecisión y timidez con la que éstos se relacionan a las revueltas populares que intentan acabar con la opresión y las dictaduras en el mundo árabe y musulmán.
De pronto, quienes recibían de pie y con aplausos a Hosni Mubarak en la Internacional Socialista, se percatan de que él era un ser miserable y corrupto. ¿Acaso no lo sabían?
Gaddafi siempre fue un bárbaro terrorista internacional, pero ello no impedía que fuese invitado a las universidades de ciencias sociales más prestigiosas del mundo – esas mismas que se enorgullecen en organizar boicots académicos contra Israel -, y que sin vergüenza alguna, cientos de sus sensibles profesores y alumnos charlaran con él sobre democracia y derechos humanos.
Junto a ello, lo que sí se comprende, es que un reaccionario del tipo de Berlusconi haya halagado a Gaddafi con su harem interminable de niñas y sus orgías romanas. Al fin y al cabo, ese fantoche es de derecha.
Uno es ya batante veterano, castigado y experimentado como para esperar que algunas ideas realmente humanistas encuentren a alguien – no importa en que partido o en que movimiento social – que les haga caso, que las tome en serio, que piense que aún es posible alcanzar en la política algo de sentido común; que todavía la batalla por mantener tres o cuatro principios básicos de izquierda no está perdida.
Con todo, ya soy bastante mayor para pasarme a la derecha, pero no tanto como para no esperar nada de “esa izquierda” que me niega y desprecia sólo porque me animo a apoyar abiertamente a Israel por ser éste un Estado democrático y meritorio a pesar de todos sus defectos y errores.
No pasa nada “camaradas”; me solidarizo totalmente con los levantamientos de los pueblos árabes contra esos déspotas que hasta ayer ustedes mismos admiraban, elogiaban y apoyaban; me seguiré quejando de quienes hacen todo lo posible por acrecentar las diferencias sociales, que siempre serán los primeros en borrarse en épocas de crisis económicas; moveré mi cabeza en desaprobación hacia esas malignas derechas infames que no permiten que avance la medicina para los pobres o la educación para los que no la tienen.
Pero no quiero que me confundan y piensen que soy de “la izquierda”, de “esa izquierda” imbécil que ve en Israel la causa de todos los males hasta que, de repente, no sabe cómo proclamar lo contrario porque se desató la verdadera tormenta en Oriente Medio, o qué diablos hacer cuando empiezan a retumbar los rayos que ella misma provoca, consciente de su cinismo e hipocresía.
*Alberto Mazor es Director de www.argentina.co.il y www.semana.co.il .
Alberto
Tambien yo soy de izquierda!!! y quien dice, por ahi
la verdadera izquierda. Por ahi somos la verdadera izquierda. Tengo mis fundamentos para pensar en eso.
Pongo un poemita, viejo por supuesto para mostrar que todo sigue igual.
Rayos y truenos
Un largo y fino refucilo
o el estruendo de un gran trueno
me han partido
en este solo y frío invierno.
Al estar partido
me pueden ver y observar desnudo
los distintos especialistas
de las cosas de la vida.
Algunos descubren y dicen
te falta el don de amar,
pues solo sabes amar
a los que te aman a ti
Otros experimentados especialistas
estiman que me falta el don de odiar,
pues en toda mi vida
no he sentido que me odien.
Entre el enceguecimiento del rayo
y la sordera proveniente del trueno
me permito pensar, o sentir
que me morire solo con quien me ame
No niego la importancia de los especialistas
pero no debo olvidar
que también son seres humanos
que el refucilo y el trueno afectan