Soy ludópata

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A los deportes, a las carreras, a las peleas, a la lotería, a la bolita, a la ruleta, ¡a lo que sea!, el chiste es apostar, dice Roberto, jugador compulsivo al que su adicción le ha consumido en un suspiro los últimos años. “Tengo 53 años de edad, aunque parezco un anciano de 70 y así me siento. Soy ludópata. Empecé como mucha gente, tan inocentemente, jugando poker en mi casa, luego conocí las salas de juego, y allí perdí. La primera vez fue por invitación de mi ex esposa, una noche me dijo que en el hipódromo habían abierto una sala de lotería de números, nunca había jugado eso pero fue la curiosidad. Llegamos al Caliente. Increíble, el lujo me deslumbró. La sala comodísima, sin una sola ventana que te sacara de ese mágico mundo de luces y gente que lo único que quería era servirte ¿Qué va a tomar? Fueron las primeras palabras que escuché apenas me había sentado. Departíamos ocho personas y llegó la vendedora de cartones, me preguntó cuantos iba a apostar, pedí uno para mí y otro para mi esposa, no sabía jugar, inició la partida decían un número y yo lo buscaba por todo el cartón, ¿dónde está el ocho, dónde está el ocho? Me desesperaba, ni siquiera supe cómo era pero esa vez sólo perdí 500 pesos. Enojado pensé que debía capacitarme para saber jugar. No habían pasado ni dos semanas cuando me deslumbraba el lujo y la gente que jugaba varios cartones simultáneamente y me plantee el reto de hacerlo yo también. Después de unas cuantas veces de asistir a este lugar, gané 5 mil pesos. Lleno de júbilo lancé el grito más fuerte que he dado en mi vida: ¡Yak! Se acercó una mujer y tras revisar mi juego me entregó los billetes hasta contar 5 mil. Ves los billetes formados y piensas en lo maravilloso que es esto. Pedí otro cartón, comenzó la partida; ¡no puede ser!, ¡no podía creerlo!… ¡volvía a ganar! Hoy se que fueron los 10 mil pesos más caros de mi vida. Fue la casualidad la que me hizo obtenerlos, porque las posibilidades de ganar una sola partida son una entre miles. Me levanté y además de la propina a la mujer que por segunda ocasión me llevó mi premio, obsequié cien pesos a cada uno de mis compañeros de mesa, esta es una costumbre no escrita entre nosotros los jugadores, así, además de sentirte ganador y admirado por aquellos ojos que no pueden sino sentir envidia, te sientes dadivoso, el que puede dar a todos esos perdedores.

Al final no hubo otro perdedor que yo.

Entonces era dueño de una flotilla de taxis, un negocio de computadoras y talleres de reparación de autos. En dos años perdí todo, me quedé en la calle y mi familia me abandonó porque los dejé también en la calle.


Gané 10 mil pesos y creí que me haría inmensamente rico. Estaba al pendiente de mis negocios todo el día, así que pensé aprovechar la hora de la comida para ir al yak, donde además de tener la comida gratuita, me ofrecerían una copa ¡y ganaría miles de pesos! Mi hora de comida se recorrió al almuerzo, y luego me convertí en el primer cliente de la mañana y el último de la noche. Si alguien ‘cantaba’ antes que yo, me molestaba, pensaba en que no era justo si yo había comenzado a jugar varias horas antes, pensaba que tenía que perfeccionar mis técnicas. Aprendí a jugar seis cartones simultáneamente… Y mientras llegaba mi día del premio mayor, tuve mujeres a las que conquisté invitándoles algunos cartones, las pobres habían perdido el gasto que les daba el marido y no se iban hasta recuperar un poco, y yo, que parecía toda bondad, les pagaba ese cartón con el que se recuperaban, así que no podían más que ceder.

La pasaba mejor que en mi casa, comía, bebía y jugaba, ya se lo contaría a mi familia cuando llegara con el premio mayor.

¿Que cuántos días a la semana pasaba en las salas de juego?, pues dígame cuantos días tiene la semana y tendrá la respuesta. Siempre el primero en llegar, el último en irme. Si de veras quería prepararme para el premio mayor no podía perder tiempo.

“Hoy le pegas, hoy le pegas, ¿qué vas a hacer con un millón?” pensaba mil planes. Comencé a tener lagunas mentales, luego ataques de histeria, ocasionalmente iba a mi casa, solo a buscar los papeles para vender alguna propiedad. Me consolaba pensando que toda ganancia requiere una inversión, así que tenía que invertir dinero si quería sacarme el acumulado. Lleno de deudas, vendí el último carro que tenía y me vi con el dinero en la mano. Dudé un momento, pero aposté y perdí. Dejé a mi familia con la casa hipotecada, porque no sabía cómo pagar las deudas que había contraído, y tampoco tenía algún negocio y nada con que mantenerlos.

Me quise suicidar, pero me faltó valor; después pensé en una sobredosis de pastillas, pero tampoco me atreví. Empecé a fumar compulsivamente. La palabra “ludopatía” es nueva para mí. Encontré a un compañero de juego que me habló de esta adicción y me invitó a terapia de grupo, como la de los alcohólicos. Hace unas semanas vendí unas cositas y me vi con 600 pesos en la bolsa y me dije, deberías ir al yak, a lo mejor hoy es tu día de suerte. Me costó mucho trabajo no ir. Encendí la televisión y me quedé pensando ‘hoy es miércoles y mi día de suerte es el miércoles, son las diez de la mañana, si me apuro voy a ser el primero…’.

Roberto es un jugador compulsivo que necesita tratamiento para salir de su enfermedad. Después de caer en la ruina, perder su trabajo y a su familia, se integró a un grupo de Jugadores Anónimos. Su familia -dice- no sabe de su paradero, la última vez que lo vieron fue para que él firmara el divorcio que promovió su esposa, agobiada por la pérdida del patrimonio familiar de varias décadas de trabajo.

Si crees tener problemas con tu forma de jugar o conoces a alguien que los tenga, no sientas miedo de pedir ayuda. Acércate a nosotros y te haremos una valoración para determinar si necesitas tratamiento. No esperes a perderlo todo… En Umbral, la puerta está abierta.

Oficinas: 52450595
Línea de contacto: 13241082
Pag. Web: www.umbral.mx
Email: [email protected]

*Fragmento tomado de Revista Contralínea. “Ludopatía: jugadores en jaque”. Por Ana Lilia Pérez

Acerca de Umbral

Umbral es una organización intercomunitaria dedicada a brindar educación, prevención, orientación, canalización y tratamiento en el área de adicciones. En Umbral entendemos que la adicción es una enfermedad que va más allá del bien y el mal; es por eso que para salir de ella, como en el resto de las enfermedades, se necesita un tratamiento profesional. La adicción es una enfermedad física, mental, emocional, familiar y social que se caracteriza por la dependencia emocional y orgánica a una sustancia o conducta. Umbral trabaja tanto la adicción al alcohol y a las sustancias, como los trastornos alimenticios (anorexia, bulimia y obesidad) y la ludopatía (juego compulsivo). El área de tratamiento cuenta con una línea de contacto abierta atendida por adictos en recuperación en todo momento que ofrece asesoría y guía de un experto, de manera confidencial brindando apoyo a quienes están en la misma situación en la que ellos estuvieron: son personas que entienden lo que sientes y que pueden ayudarte a encontrar el mejor camino para salir de ahí. Umbral se maneja con completa confidencialidad, discreción y ética para la seguridad garantizada del paciente. La adicción es un problema que va más allá de la persona que la padece: involucra a la familia y al resto de la sociedad. Es por eso que la puerta de Umbral está abierta para brindar todo el apoyo, información y asesoría de manera profesional, cuidando siempre su confidencialidad.

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