Sudán, ubicado al sur de Egipto, es el país árabe más grande de África (y de todo el mundo árabe) con una extensión de 2.5 millones de kilómetros cuadrados y cerca de 38 millones de habitantes, de los cuales 22 millones residen en la parte norte del país, donde se ubica la capital, Jartum. Posee recursos petroleros y minerales importantes, lo mismo que suficiente agua y tierras fértiles para un buen desarrollo agrícola. Sin embargo, el pueblo sudanés ha vivido las últimas décadas en medio de guerras pavorosas, genocidios, desplazamientos masivos y hambrunas debido a que su exacerbado tribalismo y falta de desarrollo político han propiciado sucesivos golpes de Estado por demás sangrientos, lo mismo que el establecimiento, a partir de 1989, de una dictadura de Corte islamista encabezada por el general Omar Al-Bashir. Éste cuenta entre sus fechorías con la promoción de la interminable guerra genocida perpetrada por las milicias Janjaweed contra la población de Darfur, aún hoy en curso.
Antes, en 1983, había estallado una guerra civil entre el norte, predominantemente árabe y musulmán, y el sur, que alberga importantes bolsones de población cristiana y animista.
Los cálculos de diversos organismos internacionales son de que en los casi 20 años que duró dicha guerra murieron cerca de dos millones de personas y cuatro millones más fueron desplazadas violentamente de sus hogares. El norte doblegó así al sur con una inclemencia inaudita que no apagó, sin embargo, el descontento de quienes siguen siendo discriminados y maltratados.
A pesar de que en 2005 se firmó el llamado Acuerdo Comprensivo de Paz, no se logró establecer relaciones más justas entre las partes.
Es así que, a la sombra de la posible renovación del estado de guerra, se planteó la secesión de la parte sur respecto al norte con la intención de liberar a la población sureña de su sujeción a Jartum.
Y es precisamente mediante el referéndum que se lleva a cabo el día de hoy, 9 de enero, que el sur deberá decidir si prefiere mantener la unión o independizarse del norte.
Todo indica que los cuatro millones de participantes en el referéndum optarán mayoritariamente por la secesión, la cual deberá ponerse en práctica luego de un periodo de transición de seis meses.
Por lo pronto, es una incógnita si dicho proceso podrá llevarse a cabo tranquilamente y llegar a buen fin, ya que diversas y delicadas cuestiones deberán resolverse en el camino, tales como la definición de fronteras definitivas, el reparto del petróleo y los recursos hidráulicos y el manejo de la deuda, entre muchas otras.
Además, el tristemente célebre presidente Omar Al-Bashir, quien cuenta con una condena internacional acusado de genocidio, ha advertido que de procederse a la secesión, él declararía a Sudán república islámica regida por la sharía y abanderada por ende de la yihad o guerra santa.
De hecho, durante varios periodos el país ha funcionado en esa modalidad al castigar a los infractores de la normatividad religiosa con lapidaciones, amputaciones de miembros y latigazos ante la mirada pública, al tiempo que ha justificado sus ataques a las minorías no musulmanas como connatural a su obligación de cumplir con la yihad.
En síntesis, es muy probable que un Estado nuevo surja a partir de la independencia del sur sudanés, pero ello no asegura de ninguna manera que dicho proceso neutralice el peligro de nuevas guerras en la zona, por más que los habitantes del sur dejen de estar sujetos al totalitarismo del gobierno de Omar Al-Bashir.
Desacuerdos importantes en los términos del divorcio derivado del referéndum bien podrían ser la chispa para una confrontación bélica entre el nuevo Estado que surgirá y el Sudán de Al- Bashir, ya que ambos se han hecho de arsenales importantes conseguidos con recursos provenientes de las ventas de petróleo a China, su principal comprador de crudo y también proveedor de armas.
Fuente: Excélsior
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