Para aquellos lectores interesados en el tópico del Holocausto, el nombre de Sempo Sugihara es conocido. Se trata del Cónsul Japonés en Lituania que durante la Segunda Guerra Mundial salvó alrededor de 6.000 judíos pertenecientes a Lituania y Polonia a través de visas de tránsito a Japón cuya estación final era la Isla de Curazao en el mar del Caribe.
En el año 2014 efectué con un grupo israelí y un grupo de judíos provenientes de diversos países sajones una interesantísimo periplo a Japón. Previo a la visita al museo erigido en su memoria, el guía del grupo-Shlomo Fogel- contó detalles escasamente conocidos de su quehacer ya que en ese momento este guía trabajó en la sección Justos de las Naciones del Instituto Yad Vashem de Jerusalén.
Pese a que en su momento Sugihara se hizo acreedor al honroso título de Justo entre las Naciones, el diplomático japonés rechazó aceptar la antedicha distinción y trasladarse a Israel, argumentando que sólo había cumplido con su deber en su calidad de ser humano y que no era merecedor de tal reconocimiento. Transcurrieron muchos años y después de ingentes esfuerzos, hasta que finalmente Sugihara aceptó recibir la justificada distinción, pero su avanzada edad y su salud venida a menos, le impidieron recibirla personalmente. A tales efectos viajaron a Israel su señora e hijo y es a través de ellos que nuestro guía accedió a facetas desconocidas o escasamente conocidas de su benemérito quehacer.
Previamente a ello, esbozar brevemente algunos lineamientos de su trayectoria así como el contexto histórico de la época. Nacido el 1 de Enero de 1900 pertenecía a una familia japonesa de la clase media.Su padre fue un prestigioso médico en tanto su madre era descendiente de los samurais.A nivel universitario se graduó en literatura inglesa y poco después se enroló en el Servicio Exterior del Imperio Japonés designando representante japonés para asuntos soviéticos en Harvin, China. Aquí aprenderá los idiomas ruso y alemán que le resultaron de gran utilidad en su carrera diplomática. Posteriormente fue designado Vice Canciller en Manchuria, pero más tarde renunció a su cargo habida cuenta que no compartió el tratamiento cruel e inhumano del Imperio Japonés hacia la población china. Ya en esta etapa de su vida optó por responder a las directivas de su postura moral y humana en contraposición con la actitud de numerosos representantes del Imperio Nipón.
En 1938 es enviado a Helsinki y en marzo de 1939 es destinado a Kaunas para abrir una representación consular de su país. Kaunas era a la sazón la capital de Lituania y ubicada en una posición estratégica entre la Unión Soviética y la Alemania Nazi.
Antes de la guerra, residían en la ciudad de Kaunas 120.000 habitantes, de los cuales un cuarto eran judíos, los cuales no eran conscientes del peligro que les acechaba. El panorama comenzó a complicarse en Junio de 1940 con los soviéticos invadieron Lituania y en agosto de 1940 y apenas tres semanas previa a la decisión soviética de clausurar todas las representaciones consulares en Kaunas, aflora la iniciativa del doctor Zerach Warhaftig representante del Sionismo Religioso y de la Agencia Judía en Lituania de solicitar a Japón una visa de tránsito, de tal suerte que los refugiados atravesarán la Unión Soviética, Japón y se afincaron en la Isla de Curazao-bajo dominio holandés- a la cual no se requería visado alguno. Los refugiados podrían ingresar y abandonar la Unión Soviética con la condición de que Japón les otorgue la antedicha visa de tránsito.
Según relata su señora, para Sugihara era la primera vez que se topaba con un judío y desconocía totalmente la suerte de los judíos bajo el régimen nazi .Sugihara se dirigió a sus superiores en dos oportunidades para otorgar la visas pertinentes pero la Cancillería Japonesa rechazó categóricamente su solicitud. Cuenta igualmente su señora que durante dos noches seguidas Sugihara no pudo conciliar el sueño debatiéndose entre los dictados de su conciencia o acatar las instrucciones de sus superiores y del Emperador Nipón. Finalmente se inclinó por los dictados de su conciencia y la tradición de los samurais de prestar ayuda a los indigentes, de tal suerte que durante 29 días, del 31 de julio al 28 de agosto de 1940, Sugihara y su señora Iokiko dedicaron todo su tiempo a la extensión de las visas. La tarea de ambos fue ímproba-300 visas diarias- a tal punto que en más de una oportunidad, la señora se vio obligada a vendar las manos del Cónsul para paliar los dolores y el cansancio producido por el desgaste y el enorme esfuerzo desplegado. La desesperación de los refugiados reflejada en hechos como treparse a la paredes para ingresar al Consulado o besar los pies del Cónsul para obtener la visa pertinente, no hizo más que ratificar en Segihara la decisión adoptada pese a los riesgos que conllevaba.
Según su mujer, uno de los funcionarios del Consulado informó a la Cancillería del quehacer de Segihara, lo que determinó su traslado a Bucarest, pero aún desde el mismo ferrocarril y previo a su partida, continuaba impartiendo visas. Entre los miles de judíos salvados gracias a Seghiara, se encontraron 400 alumnos de la Ieshivat(academia de estudios religioso) Mir, una de las ieshivot mas importantes del mundo judío. Dos de sus integrantes los rabinos Shlomo Burshtin y Jaim Abelson-compañeros de estudios y amigos inseparables desde los 14 años-se radicaron posteriormente a la guerra en Montevideo fundando y dirigiendo la Ieshivat Harav Kuk. En la década del sesenta del siglo pasado ambos ascendieron a Israel.
En su ciudad natal- Yaotso- y en el corazón del Parque Colina de la Humanidad en el año 2000, se erigió un museo en homenaje a Segihara en la cual afloran distintas etapas de su vida con explicaciones en japonés, inglés y hebreo. En su cuarto de trabajo aparece la nómina de los salvados así como una visa original aportada por uno de sus supervivientes, Sin embargo durante la visita al mismo, hubo algo que a todos los integrantes del grupo de viaje nos irritó. Una reflexión que señalaba que Segihara fue un genuino representante de la tradición japonesa.¿A qué tradición aludía? Japón no sólo en su momento le negó la concesión de visas de tránsito a refugiados judíos, sino incluso en 1947, después de finalizada la Guerra Segihara fue cesado del servicio diplomático de su país por desacatar las órdenes de sus superiores y otorgar las antedichas visas.Por su coraje y grandeza de espíritu pagó alto tributo. Hubo un tiempo en que Segihara se convirtió en un vendedor ambulante para sustentar a su familia y finalmente gracias a su conocimiento del idioma ruso, los últimos dos decenios de su vida fue director de una empresa japonesa que operaba en la Unión Soviética de entonces .Recién en 1982 el Gobierno de Japón admitió el enorme error cometido por sus predecesores, lo reconoció en calidad de héroe nacional y su trayectoria es felizmente impartida en los colegios de Japón.Sus ecos rebasaron el espacio local.Durante una visita que efectué a Lituania en el año 2006, percibí un busto de Sugihara frente a la entrada del Museo del Holocausto de Vilna.A su vez, cuando visité el Museo de Shanghái en el año 2011, en la sala dedicada al Holocausto, Sugihara ocupa un lugar preponderante dado que un número apreciable de judíos que recibieron su visa se afincaron finalmente en Shanghái.
El resto de su vida la pasó en el absoluto anonimato, hasta que en 1986 Yeoshúa Neshri-miembro del Cuerpo Diplomático de Israel acreditado en Japón y uno de sus supervivientes- logró ubicarlo y hacer público su benemérito quehacer.
En 1985 el Instituto Yad Vashem le otorgó el título de Justo entre las Naciones y a su vez tanto él como su familia recibieron la ciudadanía israelí de por vida.
Retorno al museo erigido en su homenaje y a una foto que configura todo un símbolo. Era la foto que reflejaba el encuentro entre el doctor Zerach Warhaftig y Sempo Sugihara en Japón. El doctor Warhaftig propulsor de la idea de dirigirse al Consulado Japonés en Kaunas mediante la cual se obtuvieron las visas que salvaron la vida de miles de judíos, se hacía presente para manifestarle personalmente a Sugihara su agradecimiento y reconocimiento. Esta vez lo hacía en calidad de uno de los firmantes de la Declaratoria del Estado de Israel y Ministro de Cultos. Los tiempos habían cambiado.
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