Suspiros de un policía

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Con la venia de Barbalila he publicado trozos de sus cartas. En una reclamación respecto a la forma en que sus majestades los Reyes fueron llevados a visitar Jodonia, me dicen que la visita fue concertada por las vías diplomáticas acostumbradas. Yo sólo he transcrito lo que recibí; pido a los reclamantes se dirijan personalmente a él: Trugulio Barbalila, Posada Familiar Greta, Av. Libertad y Dr. Merobio Letra “C”, Nadajala, Jodonia.

En la misma dirección podrán encontrar al Comandante en Retiro Graco Granalla, quien dudo conteste pues, no es persona dispuesta a relacionarse fácilmente. A propósito, copio de Barbalila:

“Gracias a la confianza con Doña Greta, su hermano Graco me ha platicado algo de su carrera al servicio de Tramafato. Como ya te escribí, la madre de Graco estuvo al servicio de la familia de Amorita de Pla y Subuteo y sus hijos siguieron en la casa patricia. Graco siempre soñó con ser policía y al asumir Tramafato la Presidencia, lo mandaron a Dallas a la academia de policía. Se graduó y regresó a Jodonia ilusionado con acabar con el crimen e imponer el orden…”


“Graco, aún encombado por la edad me lleva una cabeza. Delgado, de espaldas fuertes y rostro alargado, nariz ganchuda y largas orejas. La piocha le da un aire quijotesco. Llama la atención sus manazas.

“Estas manos -presume- estén registradas ante la FBI, son un arma letal, pero afortunadamente no las usé (y sigue rememorando): en la isla acabé con el crimen no es cuestión de pesquisas ni de técnicas como en la Tele, sólo es cosa de querer, como en casi todas partes. Pero mucho más fácil porque no hay escapatoria, lo más lejos que puedes llegar es a las selvas altas. Por mar estamos en medio del Caribe, lejos de todo. Por aire, sólo tenemos una pista para jets, que construyeron los yanquis en lo más caliente de la guerra fría; sólo dos o tres vuelos internacionales por semana. Conocemos a todos los delincuentes, a los contrabandistas y a los raterillos. Sabemos quienes los protegen. No los buscamos porque no conviene ¿para qué…? se acabaría con una industria de la que sacan utilidad miserables y encumbrados.

“Asesinatos si los hay, pasionales, por odio y rivalidades que emergen por el alcohol, pero los autores están a la vista. Muertos por robo o asalto son los menos (agrega casi suspirando). Ser policía como en otros países, es algo triste y desilusiona. Pescas al delincuente, si está apadrinado el fiscal presenta mal el caso, el juez ve que el expediente le falta una coma… y el maleante sale. Si robó, ya se le quitó el botín y ya se repartió, y un mínimo se devuelve a la víctima, si lo reclama (ríe para si y continúa).

“El ratero está ubicado y todo es cuestión de ordeñarlo… y nadie quiere matar a la vaca que da leche. Si un particular denuncia un robo, es fácil voltearle la arepa y dorarla, como decimos. He visto víctimas del delito acusadas de perpetrarlo, todo para proteger a la vaca que da leche (suspira y sigue). Algo novedoso, los defensores de los Derechos Humanos, velan por la integridad del delincuente y se olvidan de la víctima. He visto a colegas decepcionados cuando ven a los criminales salir libres por la intervención de estos defensores y, ¿quién se preocupó por los policías que expusieron su pellejo persiguiéndolos o atrapándolos? es triste la vida del policía.

“Aquí al policía casi ni se le paga. Tiene que comprarse su propia pistola, a veces a los contrabandistas. Si quiere un uniforme, ¡a pagar! El reglamento ni lo entiende y se le manda a la calle para que busque. Con los más viejos aprende a amagar por “faltas a la moral” a las parejas o por faltas de tránsito. Como quitarles su ganancia a las prostitutas; como sacar la utilidad de tiendas, bares y tenderetes y como reconocer a raterillos y contrabandistas, sacarles la leche y someterlos si se ponen pesados. Es triste la vida del policía en Jodonia, no se aprecia su trabajo y nadie agradece su esfuerzo.

Atrapa a un delincuente y éste sale libre fácilmente… por eso acaba aprendiendo a no arriesgarse, a callar, a disimular, a cuidar su fraternidad para protegerse, porque la adrenalina derramada, el miedo y el sudor frío de enfrentarse a la muerte, la irritación al tener que someter a alguien y el agotamiento y los nervios destrozados y el mal humor al llegar a casa y la infelicidad de la familia deshecha, eso nadie te lo agradecerá… por eso acaba desquitándose como sea y como pueda.

“Lo que me hizo pedir mi traslado fue el asesinato del Dr. Garcés y su señora, unas personas muy decentes asaltadas. Se presentó el caso como un ajuste de cuentas entre contrabandistas, porque los asesinos eran protegidos de un general muy conocido.

“Entré a la “Secreta” pues esperaba aplicar lo aprendido con los tejanos y me fue peor. Me asignaron al Presidente Tramafato, cuando se iba de parranda y luego, cuando se divorciaron, a cuidar a sus hijos en el yate donde vivían, allá en Montecarlo. Hasta que se aburrieron y lo dieron en concesión a una compañía para pasear turistas, y los jóvenes se fueron a vivir a su departamento que les compró su mamá (Amorita), con vista al río de París. Entonces me regresaron a Nadajala a la Aurora, a seguir cuidando a los patrones y a hacer mandados de confianza, especialmente delicados. Mientras tanto por mis ausencias se destruyó mi familia, mi mujer me abandonó, perdí a mis hijos y me convertí en casi un paria.

“Es triste la vida de un policía -responde suspirando-“

Hasta aquí copio la carta.

Acerca de Jacobo Königsberg

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