Debido al éxito palestino y árabe en las Naciones Unidas, que no resuelve nada, Israel deberá ir pensando en nuevas tácticas de lucha y defensa que no sean las estrictamente militares. Se ve que, como el Vaticano, que también es un estado observador en el seno de esa institución internacional, los palestinos pían tarde y mal. A la Santa Sede también le costó mucho aceptar a Israel, enredada como está en su Israel metafórico, el vero Israel de sus teólogos. Resulta que la Autoridad Palestina habla ahora de las fronteras de 1967, mientras que Hamás habla de las de 1948. Quieren descorrer el velo de sus errores y hacer tabula rasa, empezar de nuevo, cosa a todas luces imposible. Ni siquiera con toda su fuerza y su dinero el mundo árabe logrará arrancar a Israel de su solar natal. Por otra parte, está bien que muchos europeos sean, durante un rato, gentiles con el Islam, teniendo, como éste tiene, millones de sus correligionarios en Francia, Alemania, Inglaterra y otros sitios. Es un modo de lavarse las manos, a muchos se les da bien el papel de Poncio Pilatos.
Está bien, es conmovedor que los líderes del mundo muestren su piedad a distancia, aunque no lo hagan con tanto ahínco en Siria, Africa y otros lugares. En el supuesto caso de que esta nueva situación conduzca a la renovación del diálogo entre palestinos e israelíes, el manido tema de territorios por paz no funciona, así como tampoco funciona un país dividido en dos, una parte más o menos civilizada y la otra salvaje y torpe. Habrá intercambios de población, modificaciones geográficas serias con la supervisión de algún tribunal competente y equilibrado. Pero aún falta mucho para eso. Antes se hundirá Jordania que Israel, antes habrá otra vuelta de tuerca, quién sabe si para peor, en Egipto, y mucho antes Irán pagará por el mal humor que ha insuflado en el ánimo de todos. Sea como sea, a Israel le interesa la paz, pero no a cualquier precio.
El primer round de la batalla diplomática ha sido para los palestinos, pero la pelea continúa y aún hay mucho camino que recorrer. Un sendero lleno de piedras, minas y resentimientos. No podemos, cara al futuro, caer en un desánimo que lo paralice ni en una amargura que, por lo demás, tendría su razón de ser. Todo lo contrario, es la hora de resionizar la vida judía, de explicarle a un mundo sordo y ciego por qué y para qué existimos contra todo pronóstico, y si aún y así no se conmueve ¡podremos sobrevivir solos como lo hemos hecho durante dos mil años y sin poder alzar la voz! Los viejos enemigos siguen allí, en Hungría, en Sudamérica, en cualquier sitio en el que ser antisemita ya no se considere un mal endémico y suicida. Los que pían tarde se quedan no ya sin comer, sino fuera de la rama de su sostén, mientras que los que pían antes-por algo nos hemos especializado en la profecía-están plantando árboles para que, incluso sus ancestrales enemigos, tengan un poquito de sombra, cobijo y ayuda en nuestros hospitales y centros de asistencia.
Piar, no obstante, no lo es todo. Debemos intentar alcanzar el trino, la melodía, una música que nos beneficie a todos.