Te vamos a extrañar querido Reuven

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Cómo poder limitar en palabras tanto dolor, tanta desazón. Recién llegado del entierro de nuestro querido rabino Reuven Birmajer, me encuentro sentado frente al teclado, en la madrugada de Jerusalem, y no sé por dónde empezar. Resumir es imposible, pero al menos puedo resaltar algunos puntos que nos servirán como legado de alguien que nos iluminó durante tanto tiempo.

En esta parashá, Vayeji, nuestros sabios dicen que Yaakov Avinu no murió (Talmud, Taanit 5b), y obviamente esto suena extraño, siendo que fue embalsamado y posteriormente enterrado. Lo que podemos explicar es que, espiritualmente, Yaakov Avinu no murió; aún está entre nosotros. Su alto nivel espiritual lo hizo trascender más allá de lo material. Las enseñanzas de alguien que estuvo entre nosotros hacen que, aunque no se encuentre físicamente, de todas maneras su presencia esté.

Rav Reuven nos deja su sonrisa incondicional, independiente de la situación, de las adversidades, y eso muestra una gran calidad humana. La felicidad no tiene que ver con las situaciones, sino con el simple hecho de estar cumpliendo una función en este mundo. Esa sensación genera alegría, y obviamente es algo que se transmite y que finalmente termina influyendo al prójimo, algo que es indispensable en la función de educador. Educar es transmitir, no siempre a través de la palabra… es más, generalmente no a través de ella, sino con la actitud. Ese es el mensaje que verdaderamente absorbe quien está al frente.


También nos deja su compromiso, algo que tiene que ver con una claridad absoluta sobre cuál es la obligación de la persona en este mundo, sin dudas, sin titubeos.

Amor al prójimo, la base de nuestro trabajo espiritual… eso lo vimos claramente. Cada alumno nuevo sentía esa energía, algo que rompe todo tipo de barreras que inicialmente generan dificultades en las relaciones humanas. Alguien que se siente querido, de manera inmediata confía en quien tiene adelante.

Finalmente nos deja su pasión, su intensidad. Entrar en una clase donde quien enseña vibra con lo que hace es una experiencia única, nos conecta de una manera especial, nos obliga a vivenciar de manera profunda nuestro viaje al conocimiento.

Te vamos a extrañar querido Reuven. Se me hace difícil pensar en nuestra Ieshivá sin vos, el vacío es demasiado grande. Obviamente tenemos que seguir; nos queda tu legado, algo que va a hacer que siempre estés entre nosotros.

Con mucho amor y admiración, Tzvi

***

Querido Marcelo​

Este es el orgullo del que me hablaste. Y sera tu fuerza para seguir en la lucha que nos hemos impuesto defendiendo a Israel y al pueblo judío.
Desde Beer Sheva
La dori del Neguev


Este mundo le quedaba chico. Este mundo le quedaba chico

El terrorismo palestino nos arrebató de nuestras vidas al Rav Reuven Birmajer. Él deja en nosotros, sus alumnos de Aish HaTorá, un vacío muy grande de llenar.
por Gonzalo Golocovsky​

Gracias por tantas enseñanzas. ¡Gracias por llegar a nuestras almas!

“Javier, ¿estás bien? ¿Qué te pasa? ¿Estás dormido? ¿Querés que hablemos después?”.

“Itzjak, ¿cómo es eso que no vas a venir unos días? ¡Aprovecha los días para estudiar! Uno nunca sabe cuándo va a tener oportunidades como esta de estar acá estudiando…”.

“Matías, ¿estuvo bien la clase o fui muy rápido? Si no entendiste nos sentamos después y repasamos…”.

Preocupación por cada uno de los que lo rodeábamos. Dedicación. Carácter. Fe. Seguridad. Pero, por sobre todas las cosas, ALEGRÍA. Cada palabra que salía de su boca tenía un significado. Algo más que una simple palabra. Era una demostración. Una lección de vida. Una enseñanza pura, íntegra. Con los valores de una persona refinada.

Desde ayer, miércoles 23 de diciembre de 2015 (11 de Tevet de 5776), Rav Reuven Birmajer, nos está supervisando desde arriba. Nos está cuidando. Nos está alegrando en cada momento con sus gritos inconfundibles. Dos terroristas lo atacaron y apuñalaron saliendo de la Ciudad Vieja de Jerusalem luego de tres horas seguidas enseñando Torá con amor y pasión. Una persona muy difícil de igualar. Un ben Torá. Un talmid jajam. Un padre de familia. Un amigo. Un rabino ejemplar que deja en nuestras vidas un vacío imposible de llenar.

“¡Hay que hacer teshuvá! ¡Hay que entender que la vida tiene un sentido y que Hashem nos puso acá para algo! ¿Que acaso pensás que viniste acá para ir a la cancha a gritar los goles de Boca? ¿Para comer asados? ¿Para ir a tomar vino con la Mona Jiménez? ¡Nooo! ¡Viniste acá para traer luz al mundo! Para tener una familia, para ayudar a que la gente sea mejor. ¡Para eso viniste!”.

Hashem decidió que era un buen momento para que el Rav Birmajer se sentara a Su lado para explicarle todas esas ideas de Torá que a él tanto le apasionaban. Ahora podrá entender por qué Rebi dijo lo que dijo y cómo entendió Rashi el tema que estábamos estudiando.

“Yo estoy acá para ayudarlos. No importa si al principio los mareo o no entienden. Ya habrá tiempo para entender. Mi intención ahora es que abran la cabeza, que aprendan a pensar en algo más de lo que las palabras dicen. Que busquen profundidad en las cosas”.

Así de simple. Con esas palabras terminó su última clase de Talmud antes de subir la escalera que lo llevó (ciertamente) a un lugar privilegiado en el próximo mundo.

No hay duda de que su llegada al Mundo Venidero lo encontró bien vestido. Con traje negro, camisa blanca, corbata a rayas y su sombrero. Ese sombrero que jamás se quitó durante cada segundo que tuvo un libro de Torá frente a sus ojos. Por honor. Por respeto. Porque la Torá fue su fuente de vida. Fue lo que lo motivó a abandonar su vida de rugbier en Buenos Aires, para purificar su alma con las enseñanzas del Gaón de Vilna, del Jazón Ish, de Rav Wolve, Maimónides, Najmánides y tantos otros de los sabios a quienes admiraba y con quienes seguramente ahora está compartiendo un banquete y exponiendo todas sus dudas e inquietudes.

Este mundo le quedaba chico. Su humildad y temor reverente no eran compatibles con esta vida de sobreabundancia material y escasez espiritual. Por el contrario, su humildad lo elevó hasta que llegó al máximo de su potencial espiritual, hasta convertirse en una fuente de inspiración; un manantial en el medio del desierto.

Dios decidió llevarse a uno de sus mejores “alumnos”. Eligió a uno de sus mejores exponentes para que ahora ayude desde arriba a que cada judío y cada persona del mundo se convierta en algo mejor de lo que es. Se lo llevó para su equipo espiritual, un equipo al que siempre perteneció, sin embargo tenía que dejar su huella en muchas otras almas en este mundo material antes de unírsele.

Dios decidió llevarse a uno de nuestros mejores maestros. Eligió uno de nuestros mejores referentes para que desde arriba nos guie en el camino de la verdad, de la moralidad, de la ética, de los valores innegociables que nos enseñó con cada clase de Torá que nos regaló.

El Rav Birmajer, nuestro querido Rav Birmajer, fue arrebatado de nuestras vidas. Dios decidió llevarse a uno de los mejores. Porque los mejores, siempre juegan en el mejor equipo.

¡Te vamos a extrañar mucho, querido Rav!

– Gonzalo Golocovsky, alumno de Rav Birmajer en Aish HaTorá.​

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