En un cálido día del mes de abril de 1909, se reunieron 48 familias judías para distribuir entre ellos, por medio de un sorteo, los lotes comprados en los arenales a la orilla del mar al norte de Jaffa. Soñaban en construir un barrio con jardines similar a los suburbios europeos de la época, pero sin que fuese una extensión de la ciudad matriz Jaffa, de la cual querían salir por el hacinamiento habitacional existente. Pero esta pequeña comunidad, sin que ello figurara en el proyecto original, creció hasta constituirse en la primera ciudad nueva completamente judía desde la época del exilio
¿Soñaron alguna vez estos pioneros que sus pequeñas, bien trazadas callecitas se convertirían en una metrópolis moderna, con una población de más de 400.000 habitantes y más de 52 kilómetros cuadrados? ¿Se habrían imaginado que ese pequeño barrio, crecería hasta convertirse en la zona conocida como Dan, la megalópolis israelí con más de 3.2 millones de residentes? ¿Que esta área absorbería un extenso cinturón que incluye a Herzelia, Ramat Hasharon, Petach-Tikva. Ramat Gan, Givataim, y otros muchos municipios?
El hecho es que esas 48 familias, al tiempo que contaban sus liras y peleaban por derechos de propiedad, estaban sentando las bases de la ciudad más cara de Israel, en la que viven las familias más ricas y cuya población posee un ingreso medio superior al 20% del nacional.
Que lejos estaban los fundadores de imaginarse que con el tiempo serían considerados como “pioneros”, puesto que en aquel entonces los recursos del movimiento sionista se dirigían principalmente a fomentar las comunidades agrícolas en base al concepto ideológico del “retorno a la tierra”.
Las familias fundadoras quisieron establecer la primera ciudad hebreo-hablante en la historia, reconstruyendo el país mientras revivían su idioma. Soñaron con crear una ciudad judía basada no en la autoridad rabínica sino en motivos nacionales, por lo cual dieron tanta importancia a fiestas heroicas como Purim y Janucá. Sin darse cuenta, su visión sionista hizo que concreto, acero, vidrio y cemento cubriera rápidamente las dunas de arena y los espacios abiertos.
En Tel-Aviv están concentradas la vida económica-financiera, cultural y literaria del país. En ella se creó el Gimnasio Herzelia, la primera preparatoria hebrea moderna, donde se inicia de manera formal el estudio del idioma hebreo que conocemos en la actualidad. El primer barrio extramuros se llamó “Hauzat Bait”, cambiando al año siguiente su nombre por el de “Tel-Aviv” (Colina de la Primavera), basado en el nombre de una ciudad bíblica mencionada por el Profeta Ezequiel (3.15) y escogida por Nahum Sokolov como el título de la traducción hebrea del libro de Herzel Altneuland (Vieja-Nueva Tierra).
Con el ascenso de Hitler al poder en 1933, se incrementó la inmigración de judíos alemanes, que trajeron consigo tanto medios económicos como preparación académica. Así llegan arquitectos que imponen en Tel-Aviv los estilos tan en boga en Europa de esa época: Rechter trae la influencia de LeCorbusier, Sharón viene del Bauhaus y Eric Mendelhson aporta el modernismo dinámico.
Es por ello que la UNESCO (Organización para la Ciencia y Cultura de las Naciones Unidas), acaba de declarar a Tel-Aviv como “Patrimonio Universal” debido a su arquitectura moderna, título que sólo ha conferido a ocho ciudades. Sobre todo se han conservado edificios del Bauhaus, escuela creada por Walter Gropius en Alemania, país donde casi no hay rastros de ella, pues la mayoría de sus construcciones fueron destruidas o dañadas por los bombardeos durante la segunda Guerra Mundial. Para estos arquitectos esta nueva ciudad ofreció la maravillosa oportunidad de crear sin límites, debido a los espacios accesibles y a la falta de un estilo arquitectónico previo.
Desde Tel-Aviv fue organizada la oposición a la política antisionista y la lucha contra las autoridades británicas. Numerosos barcos de inmigrantes llegaron a sus playas y ahí se encontraba la sede de la Haganá y de las organizaciones clandestinas como el Etzel y el Leji. En ella se crean las instituciones del “sionismo político” de la entonces Palestina, las primeras instituciones públicas sionistas, y se establecieron las bases de la educación y prensa hebreas así como las de la industria. Tel-Aviv se constituyó en el centro de la vida política y las actividades de defensa del estado en formación.
En Tel-Aviv proclamó Ben Gurión en 1948 la independencia del estado de Israel, y en ella tuvo su sede el Primer Parlamento (Kneset) del nuevo estado hasta que fue trasladado a Jerusalem.
La pequeña comunidad surgió desde un principio con aspiraciones de gran ciudad; y así se fundan en ella la Filarmónica Nacional, el Museo de Arte de Tel-Aviv, la Opera, la Universidad de Tel-Aviv (la más grande del país), los teatros nacionales como el “Habima” (fundado en Rusia), el “Cameri”, el “Bet-Lesin” y recientemente el “Guesher” integrado por inmigrantes de la ex- Unión Soviética.
A pesar de los esfuerzos realizados para trasladar a la capital, Jerusalem, el mayor número de oficinas gubernamentales y administrativas, Tel-Aviv sigue siendo la sede de la Asociación de Trabajadores (Histadruth), del Ministerio de Defensa y de todas las embajadas extranjeras que por motivos políticos no se han querido cambiar a la capital. En años recientes, enormes edificios que alojan bancos y la bolsa de valores han cambiado su paisaje.
Estamos seguros que después del centenario, Tel-Aviv seguirá creciendo con la misma vitalidad e impulso que ha tenido hasta ahora. Como dice la canción popular:
“a pesar de todo tiene algo, algo…”
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