Ir a terapia es un paso que a mucha gente le cuesta tomar ya que inconcientemente hay miedo a tocar dolor, a revolver lo que esta ahí escondido, a tener que hacer cambios y lidiar con lo desconocido, a que estos cambios internos produzcan cambios externos que no podamos manejar, además da miedo mostrarse ante otro, a ser juzgado, a ser herido o a no ser comprendido.
El lugar terapéutico debe ser un lugar sagrado donde se respire confianza y seguridad ya que ahí desnudamos nuestra alma, decimos lo que nunca habíamos dicho a nadie, mostramos nuestra vulnerabilidad, nuestras culpas, nuestras penas, nuestros dolores y nuestras heridas, donde estamos esperando reconectar con nuestra fuerza y nuestra sabiduría interna.
Cuando entramos a terapia, lo primero es establecer una relación de confianza con el terapeuta. Si por alguna razón no confiamos en ella o él, o nos sentimos juzgados, la terapia no va a funcionar.
Otro punto importante en terapia es que el terapeuta esta ahí para ayudarnos a reconectar con nuestras herramientas, nuestra fuerza y nuestra sabiduría interna. El terapeuta no nos puede decir como vivir nuestra vida, como actuar en determinadas situaciones, las decisiones las tenemos que encontrar nosotros mismos con su ayuda.
Es importante entender que nosotros los terapeutas no sabemos ni tenemos las respuestas, pero si tenemos la habilidad para ayudar a los pacientes a encontrarlas.
En la relación terapéutica, además de trabajar los temas de la vida por los que se fue a terapia, se pueden reproducir las sensaciones y dificultades que el paciente tiene en su vida y relaciones diarias.
A Octavio en su vida diaria le costaba trabajo poner límites y expresar sus derechos, sentía que la gente tomaba ventaja de el. Mientras estaba en terapia, el terapeuta no apagaba su teléfono y contestaba llamadas. Octavio sentía que no se estaba respetando su espacio terapéutico pero no se atrevía a expresarlo por lo que su sensación de que se aprovechaban de él se repetía en la terapia y como consecuencia cuando le tocaba ir a su sesión ya no quería ir pero realmente no sabía porque.
Un buen terapeuta puede captar los signos mandados por el paciente e invitarlo a expresar y explorar lo que esta sintiendo. La terapia se convierte así en un pequeño laboratorio de la vida real, ya que el paciente puede encontrar nuevas formas de resolver estos problemas y relacionarse dentro de un ambiente de seguridad.
Un buen terapeuta entiende por lo que pasa su paciente sin juzgar, puede confrontarlo con su realidad de forma compasiva, sigue el paso del paciente y no lo presiona de acuerdo a sus propias expectativas, respeta sus costumbres, su cultura, su derecho a decidir y su persona, lo reconecta con sus herramientas, escucha con atención y compasión y es una fuente de apoyo.
Si tu estas en terapia y te sientes en un ambiente seguro con el terapeuta mi consejo es que te atrevas a expresar lo que sientes, que no temas ser juzgado ya que un buen terapeuta no lo hará. Entre mas te puedas abrir en tu terapia mas avances tendrás.
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