Un agricultor tenía un hijo que estaba con intenciones de casarse con una jovencita de la ciudad y por primera vez viajará a visitar a la familia de su novia. Su vida en el campo impidió que tuviera estudios, roce social y vivió ajeno a las costumbres de los citadinos. El papá entonces lo instruye en la forma en que debe comunicarse con ellos: al llegar, gracias por recibirme; en la tarde, buenas tardes; en la noche, buenas noches; al comer, buen provecho; al retirarse, que descansen; al levantarse, buenos días, cómo durmieron, qué tal el descanso, etcétera.
De esa manera lo preparó al máximo sobre cada detalle.
Pero, el muchacho cuando llegó a la casa de la novia, al primero que salió a saludarle le disparó todas las frases aprendidas en un solo envión: “gracias por recibirme, buenas tardes, buen provecho, buenas noches, que descansen, buenos días, cómo durmieron…”.
Suena cómico, ¿cierto?, sin embargo, así actuamos muchas veces cuando rezamos, oímos el Shofar, hacemos la costumbre de “Tashlij”, o cumplimos reglas, todo porque lo hacemos sin entender qué hacemos y por qué, en forma automática.
El Talmud trae tres circunstancias para explicarnos las actitudes que tenemos durante Rosh Hashana:
- Corderos que son llevados al matadero e ingresan en fila uno a uno por un estrecho pasillo al sacrificio.
- Personas que caminan por el filo de las altas montañas con precipicios a lado y lado del camino.
- Los soldados del rey David.
La razón de traer el Talmud estos ejemplos es para hacernos ver diferentes formas de vivir estos días que preceden a RoshHashana y a Yom Kipur: aquellos que son como los corderos que van al matadero sin conciencia, sin saber, sin entender lo que está sucediendo; las personas que caminan al borde de los precipicios con gran temor de perder el paso y por lo tanto la vida por no cumplir lo indicado y por último, los soldados del rey David, que iban a la guerra con alegría, cantando con optimismo y orgullo, sabedores de la importancia y razón de su objetivo.
Sin embargo, si estamos ante unos días de justicia divina, si estamos ante un juicio, ¿por qué llegar a ellos con alegría?
Nuestros sabios nos dicen que D–os tiene ante Sí tres libros: el de los buenos (que vivirán), el de los malos (que morirán) y el de los de la mitad, medio buenos y medio malos, quienes tienen hasta Yom Kipur para inclinar su posición hacia la vida a través del arrepentimiento y la Teshuvá. Surgen aquí las preguntas, si eso es así literalmente: ¿tendremos un mundo entonces de solo personas buenas?, ¿acaso no siguen habiendo “malos”?.
Debemos entender entonces que el resultado del juicio está en nosotros; existen acciones correctas, acciones incorrectas y acciones ejecutadas sin conciencia, neutras, sin ningún sentido moral.
Las acciones buenas nos traerán beneficios, vida en el mejor sentido; a esas acciones las tenemos que decretar para la vida, es decir, seguir haciéndolas.
Las acciones incorrectas debemos trabajarlas, revisando nuestros comportamientos y transformándolos en buenas acciones; en otras palabras, escribirlas en el libro de la muerte para dejarlas de hacer.
Las últimas, aquellas que inconscientemente ejecutamos como comer, trabajar, estudiar, rezar, dormir, hacer ejercicio, debemos darles un sentido y trascendencia a través de las bendiciones, del agradecimiento a Hashem, elevándolas de un simple acto material a una acción con sentido espiritual.
Entonces, debemos llegar a estos días de Rosh Hashana y Yom Kipur con una reflexión profunda de cómo estamos viviendo, qué estamos haciendo para cumplir con lo que D–os nos pide, para mejorar nuestros rasgos de carácter.
En Rosh Hashana, el primero de ellos, hace 5.777 años, Adam Harishon pecó con el árbol de la sabiduría; su pecado no fue el comer una fruta prohibida, fruta que no le haría falta a nadie, ni le haría causaría daño físico a alguien, sino como dicen nuestros sabios, el árbol de la sabiduría tenía el discernimiento entre el bien y el mal, y lo que hizo Adam fue confundirlo todo, al mezclar el bien y el mal.
Por eso este día de Rosh Hashana podemos reparar su error, otra forma de percibir la importancia de nuestro trabajo personal en la vida.
Debemos separar los conceptos del bien y del mal, buscar la claridad en nuestras acciones y en nuestra vida, entonces despejaremos la confusión y nuestras dudas, y de esa manera llegaremos al Juicio con una actitud de seguridad, optimismo y alegría, percibiendo de esa manera a Rosh Hashana.
A veces, hacemos algo positivo pero en ello molestamos o perturbamos a lo demás. Por ejemplo, si queremos levantarnos temprano para rezar, pero como dormimos profundamente, necesitamos para levantarnos un despertador muy bulloso, así que despertamos a todos sus vecinos con él. Esto es una mezcla de bien y mal, y este es el trabajo que tenemos que hacer en estos días. Hay que separar el mal del bien y quedarnos con las acciones buenas.
Ahora podemos entender que todo depende de nosotros mismos, que la decisión está en nuestras manos, que cuando lleguemos a Yom Kipur, lo asumamos como un día de limpieza, de un nuevo inicio, libre de cualquier circunstancia negativa.
Hay un cuento sobre un señor que hace mucho tiempo llegó a un pueblo, en donde sorpresivamente se desató un voraz incendio. Al rato escuchó el fuerte sonido de una trompeta. Luego de unos pocos minutos el incendio fue sofocado por los encargados del lugar sin que él se diera cuenta.
Insistentemente buscó una trompeta igual y cuando la consiguió regresó a su pueblo. Reunió a todos y con gran emoción les dijo que traía un instrumento que milagrosamente acababa con los incendios. Propuso una prueba y le prendieron fuego a una de las casas. Rápidamente el fuego se propagó por todo el pueblo, consumiendo las casas que eran todas de madera, mientras el señor desesperadamente soplaba y soplaba infructuosamente la trompeta. Obviamente sin resultados positivos. Las casas se quemaron todas, pero el señor siguía tocando su trompeta.
Entendemos de aquí que el Shofar no hace el milagro, que por sí sólo no funciona. Todo depende de nosotros, que nos preparemos y trabajemos para disipar de nuestras vidas las dudas, la confusión, y nos acerquemos a Hashem con buenas acciones y alegría infinita.
Les deseo a todos un mejor año lleno de dulzura, salud y sustento. Puras alegrías y alegrías puras
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