Tramafato redentor

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Cuando retorné a Jodonia -escribe Barbalila- no era raro que al mencionar a Tramafato se le acompañara con el título de Benefactor, pero últimamente se le proclama Redentor, años después de muerto, lo cual me sonó raro y sospeché un trasfondo político, pero no le di importancia.

En la última visita del doctor Nicodemus De Plá, aprovechó para darnos cátedra a los Granaya y a mi, sobre lo que es Jodonia y lo que será. Lo escuchamos sumidos en nuestros asientos como ignorantes escolapios. Doña Greta se ajustó el aparato para la sordera, esperando si entender ahora lo que diga. Yo creo haber entendido algo.

Para empezar, tuvo a bien darnos un repaso de nuestros orígenes:


Aquellos primeros pobladores de la Isla, funcionarios, presidiarios y desterrados, (como chozno ignora a los indios cumites) estaban en deuda con los que detentaban el poder. Aún aquellos que remitió la Corona a regentear, y pagaban con el exilio. Por ello, cuando España nos abandonó fueron tantos los que no quisieron dejar la Isla. Había reos por crímenes del fuero común, y por sus ideas políticas, o sus creencias. Para éstos no era ningún aliciente volver a la Metrópoli a ser de nuevo proscritos. Los clérigos si salieron corriendo, pues para ellos permanecer aquí era quedarse en el limbo sin futuro. Lo mismo que algunos funcionarios. Los que no salimos quedamos, aparentemente, libres de culpas, deudas y penas, pero la verdad sea dicha todos seguimos sometidos, si no a la ley que condenó, si por las circunstancias reales. Ya independientes de España, seguimos teniendo e imponiendo obligaciones. Unos estamos acostumbrados a mandar y los demás acostumbrados a ser sometidos, y lo aceptaban. Esta situación histórica, ha condicionado el carácter de la mayoría de los jodonios independientemente de su casta.

También explica mucho de nuestro carácter, nuestra pasividad, tan notoria en el pueblo. El sometimiento ha inhibido nuestra iniciativa. Estar esperando la orden del amo para proceder a hacer algo. No saber o no atreverse a hacer nada por cuenta propia por temor a equivocarse, aunque se esté seguro de hacer lo correcto, por no exponerse a una reprimenda por carecer de la anuencia del superior. Eso nos paraliza.

Responsabilizarnos y dar cuentas de ello es también algo muy temido y eso lleva a mentir y deslindarse de cualquier asunto con el consabido “yo no fui, yo no se”.

La mentira es la clásica medida defensiva al no poder afrontar al amo, a los hechos y las responsabilidades (puestas en el orden que se desee). Miente y escúdate. Y si la mentira no te protege ¡huye! Allí nace la casi legendaria fama de irresponsabilidad que tenemos los jodonios, que lo mismo se manifiesta en el trabajo, la paternidad y las obligaciones.

El hecho de esperar todo del amo, ha tornado muy dependientes a los isleños, al grado de estar siempre expectantes de sus órdenes o indicaciones, y de su recompensa, como un animal amaestrado, lo que explica el paternalismo obligado de nuestros gobernantes. El pueblo espera comer de la mano del gobierno en premio a su buena conducta, a su docilidad. Recibir el mendrugo gratis lo hace feliz Ser liberado de una carga es motivo de sumiso agradecimiento. El gobierno impone gabelas, multas por incumplimiento, con intereses y cuando libera un poco a los jodonios de tanto peso, éstos corren gustosos a besar las manos del amo. Porque todos están siempre en deuda con el padre y son culpables, a sus ojos, por ello, no hay modo de redimirse.

La dependencia del amo y la expectativa de recibir todo de él, ha bloqueado nuestra cultura y nuestra creatividad. Esperamos que todo nos lo den hecho, como quien espera un bocado maniatado. Todo lo queremos masticado y a veces hasta predigerido por la autoridad.

Tememos a lo desconocido y la aventura es algo prohibido. Vivimos de espaldas al mar y no nos aventuramos a más de media milla de la costa, (casi todos los contrabandistas son extranjeros o bucaneros).

¿Cómo vamos a correr riesgos, sin estar atados a una cuerda de salvación representada por el amo, que cobra su protección imponiendo deberes eternamente renovados, y por ello deudas impagables y culpas perennes?

El presidente vitalicio Picapuertas entendió ésto a profundidad, y se identificó con nuestro ser íntimo, con nuestra idiosincrasia y para demostrarlo prescindió de títulos, pidió que se le llamara sencillamente por su nombre ¡Tramafato! no más. Y así se llama el estadio que nos construyó. Yo mismo, por el respeto que siempre me impuso su arrolladora personalidad, no me atreví a tratarlo con tal familiaridad, pero recapacité y, siguiendo su deseo, retomé su glorioso nombre ¡Tramafato! a secas.

Otro paso que dio para redimirnos de la secular opresión de la culpa, impuesta injustamente por la perfidia del exterior, fue el de cargar él mismo ese pesadísimo yugo colectivo y decirnos a todos: “Ved hermanos como cargo el más pesado de los yugos, tomad vuestros pequeños yuguitos y seguidme, porque estamos solos contra el mundo, demostrémosles que nada nos doblegará y nada nos vencerá, cumpliremos con nuestro deber, aunque estemos en lo más aislado del mar. Somos poderosos, solos contra el mundo y por nada abandonaremos Jodonia. Todo lo malo que padecemos nos fue impuesto desde el exterior. Nos quitó la pureza original que poseíamos, debemos volver a la transparencia primitiva y prístina. Mientras más cumplamos como jodonios, será nuestra vida más pura y libre de culpas. Porque los jodonios seguiremos dando la espalda al infierno exterior. Que vengan los turistas a dejarnos sus dólares. Vivimos en el Paraíso y no somos tan egoístas y por ello tenemos hoteles especiales para ellos, pero no queremos contaminarnos con su maldad. Que vengan a dejarnos sus malditos dólares, que en algo ayudan a nuestros niños, pero no queremos nada con ellos. Ellos son el diablo”.

¡Jodonia y libertad! ¡Jodonia y libertad! Repitió Nicodemus, se secó el sudor y apuró un vaso de refresco.

Doña Greta Granaya irrumpió en aplausos embelesada. Graco pareció no haber entendido y me miró sorprendido ¿ese era Tramafato? Yo también lo estaba, reaccioné sumándome al aplauso y él se me sumó.

El doctor en política estaba satisfechísimo por su discurso. Entendí que lo había ensayado con nosotros y pronto ese sería el discurso oficial, que esgrimiría el “Partido Corporativo Popular” frente al “Auténtico Tradicional”. Los Subuteo y los Paseo volvían a la lucha, a pesar de estar asociados en la labor de esquilmar a la humilde oveja jodonia, porque ambos grupos desean más poder y riquezas.

No me equivoqué. A los pocos días miles de desplegados y banderolas con los colores de los partidos, oscurecieron los cielos. Unos clamaban “Tramafato Redentor. Salvador de Jodonia” y los otros “Tramafato Vendepatrias”, aludiendo al asunto de Tejavanes, que se resucitó. El astuto Glutamo, ex-ministro del tirano, se ha unido a los eternos enemigos de su difunto patrón. Tiene sobrados motivos para odiar hasta su recuerdo. Pero, ironías de la vida, ambas posturas no hacen más que engrandecer históricamente su figura funesta. Aún muerto sigue corriendo con suerte. El mito Tramafato crece y vencerá como redentor, porque son muchísimos más, los que desean la Redención: Y como “vendepatrias” están identificados todos los que participan en la contienda democrática de Jodonia.

Continuará…

¡No se pierda usted en los póximo números, los dos últimos capítulos de esta polémica y sarcástica serie!

Acerca de Jacobo Königsberg

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