El doctor Nicodemus De Plá, sobrino de Amorita y secretario particular de Tramafato me ha permitido conocer otro aspecto del tirano y algo de su ideario político.
Cuando el doctor mencionaba con familiaridad nombres como Metodio, o Hermético, se refería a Metodio Crispera, expresidente títere, o Hermético Sansíbar, jefe del Estado Mayor y La Puquis y Tula, sus respectivas esposas, con los que él se codea, por lo que sus informaciones son de primera mano. Es comprensible que Tramafato indujera a los dos clanes más poderosos de la Isla a aliarse, a pesar de tener cuentas por cobrar con los Paseo y del odio ancestral de su clan adoptivo, los Subuteo, porque las consecuencias de un enfrentamiento podrían ser fatales, pues los Paseo cuentan con el apoyo de los cañeros, que siempre se han negado a entrar al sistema corporativo, siendo fieles a sus amos, extremadamente conservadores. Sin embargo ambos clanes se aliaron para esquilmar a la oveja, que cada semana va a entregar su salario a los Jardines Festivos Populares, embriagándose con la bebida proporcionada por aquellos. Esto no lo mencionó el doctor, se sobreentiende, la política al servicio de los negocios y los negocios al servicio de la política.
Otro asunto sobre el que se explayó el doctor De Plá fue el relacionado con los cultos de la Isla. Al dejar España a la deriva a Jodonia en 1897, el único clérigo que se quedó fue Juan Oliveño que se autonombró Obispo y murió pronto. Lo sucedió Pío Troneras, un acólito que se hizo pasar por obispo y heredó la diócesis a su sobrino Paulo Pilates, que la traspasó a Luigi Grumondi quien pagó de guantes una buena cantidad de dólares y una casa en Panamá.
Grumondi fue un voraz prestamista disfrazado de sacerdote, ávido de fincas y edificios, tenía fama de no soltar la prenda aunque estuviera requetepagada, con lo que se granjeó muchos enemigos. Murió trágicamente, su auto fue arrollado por un camión cargado de piedras. Lo sucedió su sobrino Giacomo Trifanini, menos ambicioso, que se ha dedicado a ampliar la Catedral con un grupo de damas.
Si esto sucede en la Capital, imagina lo que existe en los demás poblados, donde en cada capillita abandonada emergió un vividor proclamándose cura, y los cultos a vírgenes y santos apócrifos se ha multiplicado, con sus propios ritos y supersticiones, hasta hábitos con que se visten los muy devotos, usando colores e insignias varios.
Tramafato tuvo grandes sueños, uno era ver a Jodonia unida bajo el mando de un líder fuerte ¿qué no haríamos si todos nos uniésemos y empujásemos al unísono? ¡Unidos moveríamos la Isla, moveríamos el mundo!
Desgraciadamente por nuestros orígenes no hemos logrado la unión. Tenemos muchas rencillas y pleitos entre clanes, hay muchas envidias y odios antiguos. Se pretendió construir el Ara Patriótica Jodonia y no nos pusimos de acuerdo sobre los nombres de nuestros libertadores, cada tribu exigía poner el de su patriarca en primer lugar, así que la placa quedó con la inscripción “A los héroes que nos dieron patria”, un lema que dejó descontentos a todos. >>>
<<< El presidente vitalicio vislumbró unir al pueblo empezando por su base. Encontró que la semilla ya estaba sembrada, vio el fervor con que las masas acudían a la cueva del Santo Niño Terencio en La Plomada, a implorar milagros. Con gran visión imaginó a todos los jodonios acudiendo a postrarse ante el Niño Terencio, transformado en patrón nacional, convirtiendo a La Plomada en la Meca. La devoción al Niño no sería objetada por los machistas de origen pirata, que no aceptan santas, ni vírgenes, integrándolos al gran culto nacional. Por otro lado daría un duro golpe y dejaría fuera del juego a Grumondi, que aún vivía, con el que tenía molestos roces pues se negaba a liberar su hipoteca contraída con motivo de la expedición a Tejavanes, inventando nuevos cargos con la complicidad de su notario pelele. (Afortunadamente este problema lo resolvió el destino con un trágico accidente).
Tramafato se puso manos a la obra, yo -cuenta el doctor- lo auxilié con entusiasmo. Se adquirieron dieciocho hectáreas rodeando la cueva La Plomada. ¡Qué gloriosos momentos! Se pavimentó la gran plaza, se le rodeó de los primeros portales para recibir a los peregrinos. Se hizo gran publicidad y el éxito fue inmediato. El día veintitrés de marzo la plaza casi se llenó, llegaron más del doble de romeros que el año anterior. Las Cámaras de Comercio se unieron al proyecto. Míster Aladar, cuyo olfato para los negocios es infalible, se sumó al esfuerzo, proponiéndose para invertir en comercios y hoteles. En tres años se tuvieron que añadir tres portales, para acoger a la gente.
Se erigió un templo acorde a la categoría del Patrono Nacional. Mi primo Maximiliano Fresserburg que fue designado abad del santuario, ante tal afluencia, tuvo que crear una logística para evitar las incontrolables masas del 23 de marzo. Organizó las peregrinaciones gremiales, durante todo el año, con fechas fijas para cada grupo. Fue un trabajo titánico, pero valió la pena -recuerda el doctor con entusiasmo- motivar a la gente, convencerla,, moverla y regresarla ¡una epopeya! Hacer la publicidad, presentar al Santo Niño siendo objeto de rogativas en todo momento de apuro o dolor de los héroes de las novelas de radio, tele o cine, repetir, repetir, para crear conciencia de unidad entre los jodonios ¡Fue maravilloso! El momento apoteótico lo crearon de la triada protectora: Padre, Madre e Hijo, que se ha repetido desde la prehistoria y que introdujimos a Jodonia con mucha discreción, pero que nuestro pueblo aceptó: Tramafato, Amorita y Terencio, unidos en estampillas, pósters y calendarios, “la Familia que Ampara”. Quien no vio el fervor del pueblo en La Plomada, no sabe lo que es la devoción del pueblo por sus guías. Ese amor mutuo entre pueblo y gobernantes ¡Habíamos ganado sus almas!
El doctor De Plá, hablando extasiado, había rejuvenecido. No pontificaba desde su alto sitial, era un hombre que recordaba sus momentos exitosos. Humano al fin, aunque no por ello menos odioso por los ardides que empleaba para manipular a los humildes y proteger su mafia, sin preocupación moral, también para él moral es un árbol que da moras.
Había ganado las almas del pueblo ingenuo e ignorante, con un analfabetismo de ochenta y cinco por ciento y en el que los que leen no entienden lo que dice el texto. Fue una despiadada cacería de almas pobres, atrapadas en la superchería de un culto fabricado a la medida de su ignorancia y superstición ¡el Niño Terencio! y como remate la Triada Divina.
P.S. La adquisición de la tierra no fue tal. Había una calle que conducía a la cueva con más de cincuenta casas, donde daban servicio a los peregrinos, alojamiento, venta de productos y recuerdos. Se provocó un incendio y los bomberos tardaron dos horas en llegar. Las casas que no se quemaron fueron destruidas por las fuerzas públicas. La gente fue desalojada. Hubo cuatro muertos y muchos heridos. Bien ha dicho Míster Aladar: “Financiamiento” se llama al negocio hecho con dinero ajeno. El negocio con el dinero y la propiedad ajenos es “desarrollo urbano”. “Política” es el negocio con el dinero, la propiedad y la vida de los otros.
Artículos Relacionados: