Refugiados y desplazados que a su vez han cimbrado la estabilidad de sus vecinos y han ejercido un efecto determinante para cambios políticos de enorme trascendencia entre los países miembros de la Unión Europea.
Los cerca de dos mil rebeldes que aún están pertrechados en Deraa saben que sus días están contados y buscan vías para salvarse a sí mismos y a sus allegados de las venganzas que probablemente se desplegarán contra ellos una vez asentado totalmente el control de Al Assad. Mientras tanto, en el lado de Israel circula ya la convicción de que el conflicto sirio se halla en las etapas finales, y hay preparativos de las fuerzas del ejército israelí para prestar ayuda médica y humanitaria, en general, a refugiados que en estos días postreros de las batallas alcancen su frontera. Esto no obsta para que, al mismo tiempo, se esté tejiendo una serie de planes de parte de los liderazgos políticos, cuyos intereses se traslapan y que buscan obtener ventaja a partir del escenario sirio que se instale cuando la guerra termine.
Al Assad, Putin, Netanyahu, la monarquía saudita y el régimen iraní de los ayatolas se hallan en un punto crítico en cuanto a la capacidad que tendrá cada cual para incidir en el diseño de la nueva realidad geopolítica. Es así como en estos días se han dado varios encuentros altamente significativos. Por un lado, el miércoles pasado, el primer ministro israelí, Netanyahu, viajó a Moscú a presentarle a Putin su conformidad con que Al Assad retome el manejo del país, pero también sus demandas de sacar o alejar lo más posible de la frontera sirio-israelí a las fuerzas militares iraníes que han colaborado con rusos y con leales a Al Assad, a fin de reimponer el dominio de éste. La exigencia israelí cuenta a su favor con la respuesta ya mostrada de no estar dispuesto a contenerse y de reaccionar implacablemente ante cualquier intento iraní de infiltración o ataque a Israel. Lo cual, por supuesto, ha ido en contra de la pretensión rusa de alcanzar una estabilización siria una vez que se han eliminado localmente todos o casi todos los enemigos internos de Al Assad. Hasta el momento, parece ser que Putin ha accedido a la demanda israelí, aunque aún está por verse si tendrá la capacidad de imponerse ante los iraníes. Justamente, unas horas después del último encuentro Putin-Netanyahu, llegó a Moscú a entrevistarse con el Presidente ruso uno de los más cercanos asesores del gran ayatola Khamenei, Ali Akbar Velayati, sin que por ahora se sepa el resultado de dicha reunión.
Y otra maniobra que, de acuerdo con una investigación publicada por The New Yorker, ha estado gestándose —aunque no existe aún confirmación oficial de ella— es que estaría manejándose un toma y daca peculiar en este caso. A saber, Netanyahu y las monarquías de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes se encargarían de convencer y/o presionar al presidente Trump para prestarse a un intercambio de “favores” entre él y Putin: Estados Unidos retiraría las sanciones que pesan sobre Rusia debido a su anexión de Ucrania, a cambio de que el jerarca ruso obligue a los iraníes a replegarse y salir de Siria, reduciendo de esa manera el despliegue de poder regional tan ambicionado por el régimen de Teherán.
Por supuesto, esos planes no son de fácil concreción y se enfrentan a factores adversos, pero su sola existencia revela de forma clara cómo tras la finalización de los conflictos bélicos se imponen, de manera cupular y bastante arbitraria, nuevas reglas del juego y nuevas fronteras, así como se definen igualmente las ganancias y las pérdidas para los actores que participaron directamente o que, por azar, quedaron involucrados, arrastrados sin querer por los acontecimientos. Una experiencia ésta bastante común y conocida tras las múltiples guerras ocurridas en el siglo XX, fuente frecuente de emergencia de nuevas naciones y potencias, lo mismo que de disolución de imperios y fragmentación de pueblos.
Especialista en asuntos de Oriente Medio
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