Tratados y acuerdos

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Se podría decir, en pocas palabras, que el principal motivo de la Segunda Guerra Mundial fue el enojo que le causó a un austríaco, participante de la Gran Guerra, herido con gas pimienta, las sanciones que el tratado de La Haya y el tratado de Versace’s le han impuesto a Alemania por los daños causados en Europa, que, a dinero de hoy serían aproximadamente 44000000000 de dólares (44 mil millones). Ese pigmeo austríaco, queriendo pertenecer por fin a un país de gente de raza (aunque científicamente las razas en humanos no existen) viajó a Alemania para defender la causa de oponerse al pago. Comenzó perteneciendo a un sindicato de empleados ferroviarios, luego de su desastrosa carrera como artista plástico. Un sindicato que unos a los empleados a fin de no pagar los impuestos. Se reunía con ellos en algunas cervecerías de mala muerte para exponer sus ideales, porque si en algo era bueno el que todavía no usaba sus asquerosos bigotes, era en la oratoria y fuerza de convencimiento masivo, ya que practicaba a solas hasta los gestos corporales a fin de convencer a la mayor cantidad de gente. Lo encerraron en la cárcel por casi 270 días, una cárcel de lujo pues ya era una persona importante por la cantidad de seguidores que tenía. Seguidores que, al igual que él, estaban convencidos que la traición a un partido político es legal. En esos días de encierro escribió unos textos con los 25 puntos que haría si él fuera presidente. Esos puntos son los que fue exponiendo con grandilocuencia en aquellas tavernas. Pintos en los cuales le echaba la culpa de la crisis alemana a los inmigrantes, pero especialmente a los judíos, más aún a los banqueros judíos que, habiendo llegado sin ni una moneda de países extranjeros muchas generaciones atrás, supieron progresar en los negocios llevando a toda Europa a comprender el capitalismo que tanto se había opuesto Marx.
La guerra comenzó y con ella el exterminio masivo de todo inmigrante. Pero no eran solo los migrantes o los judíos a quienes el sátrapa innombrable odiaba, también incluía en su lista de abominables a todos aquellos que no tenían las capacidades para la guerra o a las mujeres no atractivas, ya que esa mala sangre traería bebés al mundo feos o insanos. Claro, todo ello basado en teorías ancestrales que nunca fueron comprobadas. Y, aun habiendo sido comprobadas eran igual de aberrantes.

Tal como todo perseguidor del poder, nunca acaban bien. Es evidente en toda la historia que todo el que persigue el poder acaba aplastado por sus propios seguidores. A este maldito enano tembloroso, sus propios soldados le han querido aniquilar en más de 2 ocasiones, lamentablemente sin éxito, aunque al menos le dejaron sordo de un oído.

¿Por qué los tratados arriba mencionados no han hecho lo mismo ésta vez imponiéndole a Alemania sanciones por los daños causados en Europa en el lapso de la IIGM?


En la actualidad, Alemania es quien lleva las riendas de la economía en toda Europa, aunque depende del gas ruso. Tanto así que no puede, o no le conviene, ponerle sanciones a Rusia por la masacre perpetrada por la invasión injustificada en Ucrania, ya que eso afectaría grandemente a toda la industria alemana con la suba de los precios del barril de petróleo, que si ahora está un poquito más arriba de los 100 dólares, con sanciones desde Alemania podría sobrepasar los 300 dólares, lo que sería una tragedia global.
Vale recalcar que Alemania le está financiando la guerra a su archienemigo Rusia comprándole gas por 850 millones de dólares cada día a Putin.

Y la pregunta es Entonces, ¿qué pasó con los tratados que sancionaban por atrocidades y crímenes de guerra? ¿Acaso tienen miedo que las sanciones provoquen otra guerra, como fue la IIGM?
En un mundo tan globalizado ya no se puede pensar así pues hoy en día las guerras ya no son por territorios, como lo ve el maldito hijo de su Putin madre, sino por información y tecnología, a grado tal que unas pocas palabras de algunos empresarios hicieron caer las bolsas de Facebook, Twitter y ahora Netflix.

Entonces vuelve la pregunta:

¿Qué pasa con los tratados y los acuerdos?

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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