El largo e interminable conflicto del Medio Oriente ha tenido algunos pocos momentos esperanzadores.
Uno de ellos lo recordamos por estos días.
De las muy pocas veces en las cuales el pragmatismo y el realismo político se impusieron.
Fue un veintiséis de marzo. Hace treinta y ocho años.
En esa fecha, en 1979 se firmó un histórico Tratado de Paz -aún vigente, todo un logro- entre Egipto e Israel, con la mediación de los Estados Unidos. Representantes de sus respectivos países fueron: Anwar El Sadat, Presidente de Egipto, Menajem Begin , Primer Ministro de Israel y el Presidente de los Estados Unidos de aquel entonces Jimmy Carter. En dicho Tratado, Israel se comprometía a devolver a Egipto por etapas, toda la Península del Sinaí cuya superficie era -es- 60.000 km2 aproximadamente, casi tres veces la superficie de Israel, incluyendo dicho territorio (Sinaí) ciudades y pozos petrolíferos.
Egipto se comprometía, previo reconocimiento del derecho de Israel a su existencia, a normalizar sus relaciones en los distintos ámbitos, incluyendo el intercambio de representantes diplomáticos.
El Tratado se firmó en la Casa Blanca, Washington.
Debido al mismo, Begin y Sadat se hicieron poco tiempo después acreedores al Premio Nobel de la Paz.
En realidad hubo todo un dificultoso proceso previo que finalmente desembocó en el Tratado.
Podemos quizás remontarlo a la Guerra de Iom Kipur (1973) en la cual prácticamente no hubo vencidos ni vencedores. Años después el Presidente de Egipto, Sadat, dio un paso fundamental al visitar Israel y hablar en la Kneset, Parlamento israelí (1977) reconociendo el derecho de Israel a existir en paz en la región y planteando obviamente sus reivindicaciones. Como consecuencia se firman los acuerdos de Camp David entre ambos países (setiembre de 1978) base del acuerdo final y como corolario, el Tratado al que estamos haciendo alusión se firmó el veintiséis de marzo de 1979.
El Medio Oriente no se acostumbra a la paz y quienes pelean por ella, muchas veces pagan con sus vidas. Fue lo que ocurrió con el Presidente egipcio Sadat, asesinado en 1981 por fundamentalistas de su propio pueblo. Lo mismo habría de ocurrir con el Primer Ministro israelí Rabin -impulsor de los Acuerdos de Oslo con los palestinos años después- en 1995.
Pasaron treinta y ocho años de la histórica firma del Tratado entre Egipto e Israel, que además de estar actualmente vigente como ya expresamos -y esperemos que para siempre- encuentra a ambos países en un correcto estado de relacionamiento, enfrentando ambos a comunes enemigos como ser el terrorismo.
Obvio que este Tratado no soluciona todos los problemas en la región y sin duda que aún falta un largo camino por recorrer. Pero por lo menos, y no es un detalle menor, el mismo ha hecho posible por casi cuatro décadas la calma (salvo incidentes aislados) en las fronteras entre ambos países , trajo la paz entre ellos (luego de 1973 Egipto no volvió más a participar en guerras contra Israel) y comenzó -por cierto que muy lentamente- a “pavimentar” el camino hacia el reconocimiento de Israel en Medio Oriente y la tan anhelada paz que esperamos, algún día no muy lejano, sea global, justa y duradera.
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