Tres muchachos

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Tres jóvenes estudiantes de Torá han sido raptados en Israel, tres chicos inocentes en ropas civiles. A quien piensa que fueron imprudentes, unos despistados que se acercaron demasiado al área que vigilan los siniestros ojos de Hamás que, hambriento como un lobo en espera presas fáciles, espera la ocasión para atacar, le decimos que llamar imprudentes a quienes pisan la ancestral tierra de Israel que sin duda sienten suya, es un error. Pienso que su entusiasmo juvenil los distrajo, alguna charla sobre divré Torá de las que nuestro pueblo lleva siglos manteniendo. Pasajes de la Torá en la tierra de la Torá. Los que están equivocados son sus raptores, pues no sólo no ganarán nada sino que empeorarán sus condiciones de existencia. Tanto si están con vida- y yo creo que lo están-, como si no , Israel debe comprender que así como hay un muro que divide a nuestra gente de sus enemigos ancestrales, deben de haber muros psíquicos que no pueden traspasarse sin provocar una escandalosa represalia, una reacción casi letal que haga sentir a los palestinos que ningún judío puede ser tocado impunemente, ningún muchacho o muchacha debe sufrir la vejación de un rapto o la menor agresión sin que la justicia caiga con todo su peso sobre el agresor.

El señor Abu Mazen haría bien en ocuparse personalmente de que no les ocurra nada, pues que le va en ello su credibilidad, ya bajo mínimos. Desde que abrazó a Hamás ha sido, visible o no, engullido por su destructora e intransigente ideología, y cada uno de sus actos desmerece sus actos previos. Ya puede rezar en Roma con nuestro nonagenario Peres que eso no lo eximirá de su parte de responsabilidad en el rapto. Podemos comprender la desesperación de los palestinos por ser independientes, pero no podemos comprender la metódica estupidez que los anima y la absoluta falta de tacto de su primitivismo. Claro que la torpe izquierda israelí dirá que esos hechos se producen porque Israel no quiere hablar y ha frenado las negociaciones, pero la pregunta es: ¿por qué debo hablar con quien rapta a mis hijos, que en este caso no son soldados? ¿Por qué debo hablar con quien quiere mi destrucción? Basta observar las fotos de los chiíes iraquíes que se disponen a pelear con los yihadistas también iraquíes para descubrir de inmediato cómo disfrutan los árabes del ánimo belicoso y hasta qué punto aman más la muerte que la vida. Parece que fueran a disparar sus armas en la boda de algún pariente, tan felices se los ve.

Israel no quiere la guerra, tiene mejores planes. Los palestinos no quieren la paz, no tienen ninguno. Israel espera la menor relajación para reforzar su vida cívica, restringida como se sabe por los elevados presupuestos militares. Los palestinos aprovechan esa ocasión para armarse más y continuar con sus errores, como el de este rapto que sin duda les costará caro. Y junto a todo eso, la vieja tristeza que nos asalta a todos los que somos mayores de setenta años y vemos lo difícil que es convivir con nuestros vecinos, que desde 1948 en adelante no cejan en su empeño de rechazarnos y en sus intentos de destruirnos. En cuanto a qué política favorece el rapto, sin duda la de la derecha nacionalista israelí, para quien toda mano dura es poca y toda intransigencia es inevitable. Dirijamos nuestros corazones hacia dondequiera se encuentren nuestros hijos y enviémosles algún latido de valor. Seguros de que entre todos ayudaremos a encontrarlos. Tarde o temprano y vivos.


Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.