Pocas horas antes de su vuelo a Washington, Netanyahu confirmó que en Israel se suspenderán las actividades escolares y comerciales durante tres semanas, incluyendo la prohibición a los ciudadanos de alejarse 500 metros del lugar de residencia. Los supermercados y las farmacias darán el habitual servicio apegados al cumplimiento de estrictas normas de higiene y distancia. En llamativo contraste, las multitudinarias oraciones en las sinagogas en el Año nuevo y en Yom Kipur así como las expresiones masivas de protesta no serán prohibidas. Circunstancia que refleja la disparidad de intereses y presiones que en estos días abruman al gobierno.
Así Israel será uno de los pocos países que conoce la clausura generalizada de la actividad por segunda vez debido al ascenso acelerado y geométrico de los afectados por el covid-19. El estricto cierre de restaurantes, escuelas, cines y teatros lesionará gravemente no sólo a la economía del país; se anticipa que actos de violencia en los marcos familiares habrán de multiplicarse en estas circunstancias en momentos en que la capacidad de los hospitales para atender a los afectados por diversas dolencias se verá considerablemente limitada.
Estrictas medidas apenas compatibles con la permitida apertura de los aeropuertos y la densa aglomeración en las sinagogas en los días festivos, dos decisiones que arrojan resultados desiguales. Muchos ciudadanos prefieren viajar a los países abiertos a los israelíes como Bulgaria, Grecia y Turquía para eludir el obligado encierro. Inclinación que perjudicará severamente a los hoteles del país. No pocos que habían reservado lugar en ellos prefieren en estos días cambiar sus intenciones en favor de la estancia en el extranjero. Por otra parte, es obvio que el rezo colectivo en lugares cerrados multiplicará la cantidad de afectados por el covid.
Cabe anticipar que amplios segmentos de la población se rebelarán en contra de estas severas medidas, ya sea porque las consideran injustificadas, ya sea debido a la creciente actitud negativa respecto al gobierno presidido por Netanyahu. Sus cambiantes actitudes, la cercanía del juicio, la abultada y costosa coalición de 38 ministros que encabeza, la severa crisis económica: algunos factores que la explican.
Cabe adelantar además que las ceremonias que tendrán lugar en Washington para festejar la suscripción de acuerdos con algunos países de la Península árabe serán atendidas en Israel con sentimientos encontrados. No pocos sectores de la opinión pública sostienen que en las presentes circunstancias Netanyahu debió quedarse en el país y enviar en su lugar al ministro de relaciones exteriores, decisión similar a la adoptada por los países árabes. Pero le fue difícil negarse un encuentro en la Casa Blanca con Donald Trump y no satisfacerse con las resonancias internacionales que tendrán los entendimientos con países de la Península árabe.
Tendremos así un Año Nuevo que reavivará filosas y antiguas tensiones.
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