Trump vs. Clinton

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Al momento de escribir estas líneas, Donald Trump está ganando la mayoría de los delegados republicanos en el llamado “súper martes electoral” en Estados Unidos. Lo mismo ocurre del lado demócrata con Hillary Clinton. De continuar esta tendencia, la competencia por la Presidencia de ese país en noviembre será entre estos dos candidatos. Lo de la exprimera dama no sorprende a pesar de la gran lucha que está dando su contrincante, Bernie Sanders. Lo de Trump, sí. La última vez que escribí sobre el tema, todavía pensaba que llegaría el momento en que el senador por Florida, Marco Rubio, desbancaría al magnate y se quedaría con la candidatura presidencial republicana.

Rubio, sin embargo, se cayó. Tuvo un pésimo debate en vísperas de las primarias en New Hampshire. El gobernador de New Jersey, Chris Christie, lo exhibió como un robot sin ideas que siempre repetía la misma frasecita. A partir de entonces, Mr. Rubio se convirtió en Mr. Robot. La burla pegó. El senador por Florida se desplomó en las encuestas. Claramente, a la hora de la verdad, le faltaron tablas.

Todo esto benefició a Trump quien se quedó sin un candidato de peso del establishment del Partido Republicano que lo enfrentara en serio. Así es la política electoral: el tamaño de un candidato es relativo al de sus adversarios. La realidad es que la “caballada” que acompañaba al millonario neoyorquino resultó muy flaca.


Trump será, entonces, el candidato de los republicanos a menos que ocurra un evento mayor. Los barones que controlan ese partido están muy preocupados. No les gusta nada el empresario. Piensan que, de seguir con su fuerte retórica radical, perderán en noviembre no sólo la Presidencia sino el Congreso.

Y es que Trump es muy popular en un segmento del electorado, pero que no le alcanza para ganar las elecciones generales. Su popularidad parece que efectivamente está blindada en la gente que ciegamente vota por él sin importar las consecuencias de lo que dice. Pero también sigue cometiendo errores que le podrían costar en la elección de noviembre. En días pasados, por ejemplo, se vio tibio, dubitativo, al rechazar el apoyo que le dieron el líder supremacista blanco, David Duke, y el Ku Klux Klan a su candidatura. Frente a un grupo así, se esperaba un rechazo sin ambages.

Muchos republicanos, los serios, están asqueados con el racismo de Trump que increíblemente ha sacado a los caballeros del KKK de las catacumbas políticas. También les disgusta su discurso económico populista y sus posturas proteccionistas. Así que muchos están expresando abiertamente que, de aparecer en la boleta, no votarían por él.

Yo estoy convencido que será muy difícil que le gane la elección a Hillary si mantiene sus posiciones egocéntricas, chauvinistas y racistas. Creo, quizá ingenuamente, en la sensatez de la mayoría del electorado estadunidense y la fuerza de la democracia en ese país. No me sorprendería, en este sentido, que cuando Trump finalmente amarre la candidatura, lo veamos moderar su discurso para moverse hacia el centro político. Si es así, estaremos frente a un candidato dispuesto a todo con tal de ganar: un político más pragmático que ideológico.

Por el lado demócrata, Hillary finalmente está haciendo realidad su sueño de ser candidata presidencial. Se trata de una política profesional y experimentada. El problema es que no es nada carismática. Eso es lo que le costó la elección primaria hace ocho años frente a Barack Obama. Le cuesta un trabajo endemoniado conectar con la gente. Pero también ha aprendido mucho en las múltiples batallas electorales que ha tenido a lo largo de su carrera. Llega en un buen momento, aunque con el riesgo de ser procesada judicialmente por el escándalo de haber mantenido un servidor privado de correo electrónico donde atendía asuntos públicos cuando era secretaria de Estado, lo cual es ilegal en Estados Unidos.

La elección estadunidense está resultando interesantísima. Se están rompiendo muchos paradigmas. Termino con lo que dicen las apuestas: a Trump le están dando una probabilidad de 80% de ser el candidato republicano y a Clinton el 91% de ser la demócrata. Parece definitivo. Por lo que toca a quién ganará la Presidencia, independientemente de quiénes sean los candidatos, los demócratas tienen una probabilidad de 60% de permanecer en la Casa Blanca y los republicanos 40% de arrebatársela.

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