Hace casi un año que la Casa Blanca viene anunciando a los cuatro vientos que está preparando – concluyendo – un nuevo plan para lograr finalmente la tan ansiada paz entre israelíes y palestinos.
Dicho anuncio, cuando se publicó, sorprendió a todo el mundo, más aún después de que el presidente Donald Trump visitara Israel y la Autoridad Palestina y mostrara bastante desinterés de ocuparse del asunto: “Un Estado, dos Estados; aceptaré lo que ambas partes decidan y me lo comuniquen”, sentenció.
Algunos meses más tarde, la realidad regional lo llevó a percatarse de que si abandonaba Oriente Medio, Oriente Medio lo iría a buscar y le estropearía su política de “America First”. Fue entonces que decidió tomar iniciativas propias. Así fuimos testigos de su multimillonario acuerdo con Arabia Saudita para suministrarle armamento sofisticado, del bombardeo al régimen sirio, después de que éste utilizara armas químicas contra su población, de la ruptura del pacto nuclear con Irán y del traslado de su embajada a Jerusalén.
Mientras tanto, el tan renombrado plan de paz del mandatario norteamericano es considerado actualmente el mayor secreto mundial a nivel politico. Expertos en la materia llegaron a dudar de que éste realmente exista ya que afirmaron que tanto Binyamín Netanyahu como Mahmud Abbás fueron puestos al tanto del mismo sin que de ambos – ni de sus asesores más cercanos – se obtuvieran reacciones y comentarios de aceptación o rechazo.
Así, entre “eventos de gloria”, como el traslado de la embajada, o los violentos sucesos en la frontera con Gaza, olvidamos cuánto precisan las partes a EE.UU algunas veces, a fin de que interprete el principio de la realidad para romper la parálisis en su política interna. Hay momentos en que sus líderes necesitan decirle cada uno a su gabinete: “Yo nunca accedería a este plan, pero esos malditos estadounidenses me rompen el brazo. ¡Vean cómo me cuelga! ¡Está roto! ¡Tuve que decir sí!”. No hay caso, tanto la política israelí como la palestina es terriblemente brutal.
Pero volvamos al plan secreto de Trump. ¿Cómo sonaría su proyecto actual? Supuestamente empezaría por declarar en público a Abu Mazen: “Señor; usted en 2008 rechazó una oferta sin precedentes del entonces primer ministro Ehud Olmert sobre una solución de dos Estados en la cual éste accedió a renunciar a la soberanía del Monte del Templo y propuso que en el marco de un acuerdo de paz, el área que contiene los sitios religiosos en Jerusalén fuera manejada por un comité especial de cinco naciones: Arabia Saudita, Jordania, Palestina, Estados Unidos e Israel”.
“Olmert le trazó un gran mapa sobre el cual delineó las fronteras del Estado palestino en el futuro, que incluía un cambio de tierra palestina casi de las mismas dimensiones en Cisjordania para albergar asentamientos israelíes, a cambio de partes de Israel”.
“Sr. Abu Mazen, todavía hoy, todo Israel sigue esperando su respuesta. Es claro que con ustedes divididos entre Gaza, liderada por Hamás, y Cisjordania, con Al Fatah al frente, no hay una sola Autoridad Palestina con legitimidad para aprobar formalmente un amplio acuerdo definitivo. Además, es cierto también que usted ha estado y está comprometido con la no-violencia – y que Alá lo bendiga por eso. Pero ¿dónde está su as de la manga para lograr una solución provisional que pueda al menos darle impulso al proceso? ¿Por qué sólo se sienta ahí como un anciano pidiendo limosna y rechaza cualquier idea creativa como, por ejemplo, el proyecto de Arabia Saudita?”.
En cuanto a Bibi, muy amigo de Trump – siempre y cuando haga lo que al presidente le convenga -, el audaz mensaje pudiera ser: “Bibi, tú vas a ser una figura histórica: el líder judío que dejó a Israel con nada más que una solución de un Estado, el cual, gradualmente, deberá renunciar a ser judío o democrático. Conozco con exactitud la apariencia de una solución de un solo Estado. Tan solo asómate a tu ventana y mira: palestinos empuñando cuchillos y clavándoselos a cualquier judío-israelí, y colonos enmascarados de los asentamientos aplicando represalias”.
Hace pocos días escuché una seria entrevista con el ex ministro de Seguridad y ex jefe del Estado Mayor de Tzáhal, Moshe Yaalón, en la que describió el escenario estratégico del país. Israel tiene actores que no son del Estado, vestidos de civiles, armados con cohetes, anidados entre civiles en cuatro de sus cinco fronteras – Sinaí, Gaza, Líbano y Siria – y él piensa que Israel no debe arriesgarse a abrir una quinta tan sólo evacuando unilateralmente Cisjordania. Lo entiendo perfectamente.
Sin embargo, tiene que existir alguna alternativa entre no hacer nada o hacerlo todo. Tiene que ser una alternativa que al menos ponga a prueba a los palestinos para que realmente controlen un poco de territorio y cree cierta esperanza de que ambas comunidades puedan separarse de manera segura. Además, tiene que involucrar que Israel al menos detenga toda construcción de asentamientos en el corazón de Cisjordania, en las áreas largamente designadas para un Estado palestino. Alrededor de 70.000 de los 400.000 colonos de Israel viven ahora en dichos lugares, y eso está ocasionando que cualquier separación sea cada vez más imposible.
Israel tiene muchísima energía creativa en ciencia, tecnología, medicina, arte y cultura, etc. Pero no se lo ve actualmente en diplomacia. Es cierto que Israel puede sobrevivir a cualquier guerra de cuchillos. ¿Pero seguirá siendo en este ambiente de violencia t tensión un lugar en el que la gente quiera proyectar su vida y criar a sus hijos?
Israel es un país realmente poderoso. No es Costa Rica ni Venezuela. Nadie espera que renuncie a todo por la paz. Ni siquiera el mismo Trump. Sin embargo, cada vez menos personas en la Casa Blanca pueden entender por qué dedica tanta energía a explicar por qué no puede hacer nada y mantiene el status quo, por qué los palestinos son “irredimiblemente horribles” y por qué nada que Israel pudiera hacer afectaría la conducta de ellos.
Al parecer, a Trump verdaderamente le preocupa que israelíes y palestinos se sigan desangrando lentamente, con todos sus mejores argumentos. Será por eso que todavía mantiene en secreto su plan de paz. Y también será por eso que tanto Bibi como Abu Mazen no lo comentan públicamente.
Podría significar el fin político para ambos.
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