Creo que ya no puedo escribir como lo hacía antes, esa manera expulsiva y proyectiva, ahora todo tiene que ver con mi introyección, y eso es muy válido pensando en Machado cuando decía “converso con el hombre que siempre va conmigo”, más bien, converso con la mujer que siempre va conmigo, con tanta necesidad de estructurar palabras a veces incomprensibles cuando recorro la realidad paralela que me acompaña con el fin de que el tiempo no transcurra en forma tan lenta.
Y de qué tengo prisa, existe en el tiempo un antes y un después que se convierte en un después y que provoca cierta angustia.
Y esta pasada frase tiene que ver precisamente con lo incomprensible. Alguna persona quizá lo entienda.
La prisa de estar frente a esa persona que logra conectarse directamente como si fuera el antiguo puerto paralelo de mi unidad de disco medio rayado por tantas emociones, algunas de ellas se ocultan para que no se provoque ningún tipo de conflicto interno, y así surge lo sustancial y la apacible inverosimilitud.
En el plano terrenal de las cosas, se traduce a que si nos sentimos fuertemente conectados con el otro, la vida tiene otro sentido. El Yo es otro de Rimbaud o yo existo en la medida de que existe el otro a través de su mirada.
Coleman también habla de eso al decir de las neurociencias cuando la visual se conecta con la visual, las señales emiten ondas vibratorias en los mismos campos magnéticos de un cerebro frente al otro. No es exageración, los invito a que en su próximo ejercicio de empatía pura con una persona, realicen el ejercicio de mirarlo fijamente a los ojos y le digan sin palabras lo importante que es su maravilloso encuentro.
Querida Perengana, tu filosofia de la vida, me ha hecho reencontrarme conmigo misma.
Siempre he pensado que las miradas dicen más verdades que las palabras.
Mientras leía tu artículo, me dejé llevar por su contenido a un mundo de fantasía, que tu expresaste de una manera sutil y transparente.
!Felicidades!
Esther Kershenovich