La actual embestida rusa contra centros urbanos ucranianos ha estado utilizando drones de fabricación iraní, cuyo costo es de 20 mil dólares por unidad, mucho más baratos que los misiles balísticos. Explotan al dar en el blanco elegido, autodestruyéndose instantáneamente, razón por la cual se han bautizado como drones kamikazes o suicidas. La venta de los drones es tan sólo una parte de las diversas transacciones de equipo militar que se están llevando a cabo entre ambas naciones que, no por azar, están en abierta confrontación con el bloque occidental encabezado por Estados Unidos y la Unión Europea, hoy soportes de Ucrania en su combate contra la invasión rusa. De hecho, el Washington Post publicó el domingo pasado que Irán estaba preparando el envío a Rusia de un cargamento de misiles balísticos con el fin no sólo de hacer negocio, sino también de mostrar a sus adversarios regionales qué tan poderoso es su músculo.
En estas circunstancias, Ucrania está a punto de romper relaciones con Irán, mientras que los embajadores de la Unión Europea decidieron, el miércoles pasado, imponer nuevas sanciones al país persa. Ni qué decir que las pláticas que durante tanto tiempo se estuvieron llevando a cabo para restaurar el acuerdo nuclear con Irán, han quedado suspendidas, tanto por la brutal represión de las manifestaciones de protesta del pueblo iraní contra su régimen, como por el abierto abasto de equipo militar persa dirigido a fortalecer el menguado arsenal de Putin.
El gobierno de Zelenski, que con tanta bravura ha sostenido los combates contra el invasor, ha solicitado específicamente a Israel que le proporcione armamento avanzado y baterías antimisiles para neutralizar los proyectiles que están cayendo sobre su población civil. El gobierno israelí, encabezado por el premier Yair Lapid, si bien ha condenado la invasión y ha brindado importante ayuda humanitaria a Ucrania desde el inicio de la guerra –además de haber recibido a varias decenas de miles de ucranianos en su territorio– hasta ahora se ha rehusado al envío de armamento y de escudos protectores antimisiles como el llamado Domo de Acero. Este mecanismo fue desarrollado por Estados Unidos e Israel y ha sido sumamente eficaz para contrarrestar los cohetes y misiles disparados por el Hamas, que gobierna Gaza, durante las confrontaciones ocurridas en la última década.
¿Cuáles son las reservas que impiden a Israel ser más contundente en su apoyo a Ucrania? Básicamente se trata de que su relación con Moscú, con todo y sus altibajos, le ha servido para manejar con éxito el desafío que implica la presencia de fuerzas militares iraníes en Siria, las cuales son contenidas por Rusia de tal forma que no puedan llevar a cabo agresiones serias contra Israel. De hecho, la frontera sirio-israelí es un territorio sumamente volátil y en múltiples ocasiones se han registrado bombardeos israelíes sobre puntos específicos en Siria donde se hallaban arsenales destinados a agrupaciones antiisraelíes diversas. Tales ataques han sido, por lo general, soslayados por Rusia, en razón de su agenda regional interesada en mantener vigentes ciertas ventajas económicas y geoestratégicas derivadas de su relación con Israel. Sin embargo, tolerar que Israel brinde un apoyo a Ucrania como ésta lo está demandando es algo que Putin no está dispuesto a aceptar.
La prueba de ello es que, hace unos días, el expresidente ruso Medvedev declaró que la transferencia de armamento israelí al gobierno ucraniano tendría como consecuencia la ruptura total de Moscú con Israel, y esa amenaza, al parecer, ha servido para que, esta semana, tanto Lapid, como su ministro de defensa, Benny Gantz, hayan reiterado que seguirán apoyando la causa ucraniana como hasta ahora, proporcionándole incluso un sistema de alerta temprana para salvaguardar vidas humanas ante los ataques rusos, pero que no le transferirán armamento ni sofisticados mecanismos protectores.
Hay consternación y enojo en Ucrania ante la mencionada postura israelí. En Kiev se considera que, dado que Irán es el mayor enemigo de Israel y en la actual coyuntura se ha asociado activamente con Moscú, el gobierno de Israel tendría que sumarse al bando occidental proUcrania por la lógica de que, si Irán está firmemente del lado ruso, Israel debería apoyar sin reserva alguna a Kiev. Hasta el momento, parece ser que Lapid y muchos de sus colegas en el gobierno, consideran que el precio a pagar sería demasiado alto si Rusia clasifica de ahora en adelante a Israel, como un enemigo.
Sin embargo, las cosas pueden cambiar en el corto plazo. Las alianzas en el escenario global se están mostrando relativamente fluidas, tal como se evidenció con la decisión de Arabia Saudita y Emiratos Árabes de inclinarse hacia el lado ruso en el tema energético, luego de que en Occidente se esperaba del reino saudita una postura en sentido contrario. A esta historia le faltan todavía muchos capítulos por escribirse.
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