Un circulo que se cierra: El testamento de Herzl

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Theodor Herzl es sin duda la personalidad judía moderna más célebre. Al cumplirse el 150ºaniversario de su nacimiento, este ha sido proclamado el Año Herzl, en el que se conmemorarán los principios que estableció y por los que luchó: la inspiración del sueño sionista y el terrible esfuerzo que hay que realizar para establecer un estado judío fuerte. En cambio, a pesar de lo mucho que se sabe sobre él, el resto de su familia es casi desconocido.

Vuelcos que da la historia: a principio de este mes, en la fecha del nacimiento de Herzl (2 de mayo), la Fundación Jerusalem inaguró un jardín en memoria de su nieto Stephan Theodoro Norman, quien se suicidó a la edad de 28 años.


La historia de esta familia es trágica. Herzl pidió en su testamento que su padre, su madre, su querida hermana Paulina y sus hijos fuesen sepultados junto a él en Israel (en cambio, no mencionó para nada a su esposa Julie, quien tanto se opuso al movimiento sionista). Los restos de Herzl, sus padres y su hermana fueron traídos de Viena en 1949 y sepultados en ceremonia oficial en el monte que lleva su nombre, que constituye desde entonce el panteón nacional donde están enterradas las figuras más prominentes del Estado de Israel. La verdad es que Herzl no tenía especial apego a Jerusalem y en Altneuland pide que sus restos sean enterrados “en lo alto del Monte Carmel, que contempla mi querido país y mi querido mar”, por lo cual de hecho su voluntad no ha sido cumplida al pie de la letra.

Las dificultades con el sitio de sepultura de sus hijos Paulina y Hans (la tercera, Trude, pereció en la Shoá) comenzaron ya en 1930, cuando la Organización Sionista Mundial se negó a que reposaran junto a la tumba de su padre en Austria, por temor de empañar la imagen de este carismático “rey judío” sin corona. A su vez, cuando los restos de la familia fueron trasladados al Monte Herzl en 1949, las autoridades religiosas presentaron objeciones al caso de Hans, debido a que éste no solo se había convertido al cristianismo sino que además se suicidó. Con todo, el hecho de que estuviera enterrado en un cementerio judío permitía suponer que había vuelto al judaísmo al final de su vida. Pareciese que las autoridades rabínicas decidieron evitar obstáculos para reconciliar al judaísmo laico con el religioso y, como un acto de generosidad hacia el visionario del estado judío, permitieron que, después de 76 años de estar enterrados en Bordeaux, Francia, tanto Paulina como Hans fuesen traídos a Israel y sepultados junto a sus parientes, a pesar de que según la Halajá (ley religiosa) el suicida debe ser enterrado al lado de la barda.

Juliette Naschauer y Teodoro Herzl se casaron en 1889. Él era ya un exitoso dramaturgo que escribía para Neue Freie Presse, el periódico más importante de Viena y uno de los principales de Europa. La familia de Juliette era una de las más ricas de Budapest, lo que les permitió vivir en gran comodidad. Pero siendo tan diferentes los dos, los lazos conyugales se debilitaron rápidamente. Paulina (así llamada en memoria de la hermana de Herzl que falleció muy pequeña) nació a los nueve meses del matrimonio y Hans un año después, en 1881. La tercera hija, Margarethe Gertrude (Trude), nació en París en 1893, en la época en que Herzl consideraba solucionar el “problema judío” mediante la conversión masiva al cristianismo. El nacimiento de Trude reafirmó en Herzl el deseo de “evitarles a sus hijos la agonía de sus padres”; pero el juicio de Alfred Dreyfuss, que Herzl cubrió como reportero, lo llevó a comprender que la idea de la conversión era irrealizable, y entonces concibió otra alocada solución: “el establecimiento de un Estado judío”.

En los cuatro años siguientes al nacimiento de Trude, Herzl escribió El Estado Judío, convocó el Primer Congreso Sionista y se convirtió en el ídolo y la esperanza de millones de judíos de la Europa oriental.

Cuando en 1895 Herzl empezó a soñar con la idea de un hogar nacional judío, pensó que su familia tendría un papel prominente en el futuro estado. Sus hijos fueron conscientes, desde muy temprana edad, del peso de la responsabilidad que les imponía su apellido. Su vida estuvo totalmente estructurada, sin permitírseles mezclarse con las masas. Recibieron una educación aristocrática mediante tutores privados y, aparte de unos cuantos primos, casi no tuvieron contacto con otros niños, creciendo en un aislamiento social total. A sus padres los veían en pocas ocasiones. Pero, en serio contraste con su vision política, el sueño de Herzl de establecer una dinastía familiar nunca se realizó.

Cuando murió en 1904 a los 44 años, Herzl no sabía que sus tres hijos sufrían de inestabilidad mental. Su muerte dejó un movimiento sin líder y una familia sin recursos. Habían gastado su capital, él en promover el sionismo (se dice que el primer congreso fue costeado íntegramente por Herzl), y ella en sus extravagancias personales. Se llevó a cabo una campaña para ayudar a la familia, que los jóvenes recibieron con reacciones diferentes, pues mientras Paulina y su madre sostenían que los judíos le debían esa deuda a su padre por los esfuerzos y logros alcanzados, Hans se sintió humillado por la ayuda. Alienados de la sociedad, incapaces de ganarse la vida por sí mismos, los hijos de Herzl constituyeron una vergüenza secreta para el movimiento sionista, que debió mantenerlos durante muchos años, lo que constituyó una pesada carga financiera para los escasos recursos con que contaba. Todos ellos murieron jóvenes, atormentados y solitarios, sin haber alcanzado a ver la realización del sueño de su padre.

Juliette, inestable física y mentalmente (estuvo internada en varias instituciones psiquiátricas), murió en 1907 a la edad de 37 años. La hija mayor, Paulina, se casó cuatro años más tarde, después de un romance escandaloso que casi le costó la ayuda monetaria que recibía del movimiento sionista, y pronto se divorció. Hospitalizada frecuentemente por desórdenes mentales, sufría una adicción a tranquilizantes y drogas, y a la edad de 39 años fue arrestada por vagancia. Totalmente dependiente de la morfina, murió un año después en Francia.

Hans había sido circuncidado a la edad de 15 años por insistencia de los colaboradores de Herzl. Toda su vida tuvo dificultades en establecer relaciones afectivas con mujeres; en una ocasión fue tratado nada menos que por Carl Jung. Su circuncisión a una edad tan avanzada y después de la muerte de su padre prueba el alejamiento de éste del judaísmo tradicional. Hans se convirtió al cristianismo 20 años después de la muerte de Herzl, pasó de los bautistas a los católicos, de los protestantes a los unitarios y a los cuáqueros, para regresar luego al judaísmo liberal, oscilando entre delirios de grandeza y rachas de depresión. Cuando llegó a Bordeux para visitar a Paulina y supo que ésta había fallecido un día antes, optó por suicidarse, pidiendo ser enterrado en el mismo ataúd que su hermana y que sus restos fueran trasladados a Viena, deseo que nunca se cumplió.

Trude fue diagnosticada desde muy joven como maníaco-depresiva y hospitalizada en varias ocasiones. Se casó con Richard Newman, un rico industrial 27 años mayor que ella. Su hijo Stephan Theodor nació en 1918 y fue enviado por el movimiento sionista a Inglaterra, cuando el esposo de Trude perdió su capital durante la crisis mundial y no pudo seguir cubriendo los costos de hospitalización de su esposa. En 1942, ésta fue trasladada por los nazis a Theresienstadt junto con otros pacientes de un hospital psiquiátrico de Viena, y de ahí, junto con su esposo, a su destino final, Auschwitz.

Muchos conocían la historia de los hijos de Herzl con mayores o menores detalles, pero el tema era soslayado porque se consideraba que constituía una mácula en la imagen del profeta visionario del Estado Judío. Esa historia adquirió estado público sólo en 1945, cuando Yaakov Winchel publicó la biografía Hans Herzl, y luego en 1994, cuando Ilse Sternberger publicó Princesa sin hogar: El sionismo moderno y la extraña suerte de los hijos de Theodor Herzl, 1900-1945.

Hoy ha sido inaugurado el jardín en memoria del último descendiente de Herzl, Stephan Theodor Newman, quien estudio en un colegio publico en Inglaterra y se enlistó en el ejército británico durente la Segunda Guera Mundial. En 1945 fue enviado a la India, y de regreso visitó Palestina, donde fue recibido con gran entusiasmo por los líderes del movimiento sionista. Estos le ofrecieron un puesto en la dirección de la organización, que él rechazó pues prefería trabajar para la oficina científica de la Comunidad Británica en Washington. En 1946, fiel a la trágica tradición familiar, se suicidó saltando desde un puente en esa ciudad.

La versión que circula actualmente es que, tras visitar Palestina, Norman se propuso volver, pero los ingleses, conociendo su estrecha relación con una personalidad judía tan importante, rehusaron dejarlo visitar o emigrar a Palestuina.

Por la dedicación de Jerry Klinger, presidente de la Asociación de Preservación Histórica Judía Americana, y con los fondos establecidos por una familia de de judíos vieneses, se logró traer a Norman en 1907 para ser enterrado junto a sus tíos, haciendo caso omiso de su suicidio, y levantar el jardín en su memoria, donde hay una frase escrita en su diario en 1945: “Es asombroso ver a la juventud judía en Palestina – tienen la marca de la libertad”.

Hoy en día las tumbas contiguas a las de los padres de Herzl han sido llenadas. El movimiento sionista y el gobierno de Israel han dicho la última palabra. Sin profanar su memoria, el padre del sionismo ha cobrado una dimensión más humana, e indudablemente más trágica. Pero cabe la pregunta: ¿Realmente sólo por el hecho de ser biológicamente un Herzl merecía Norman un monumento, aun cuando nunca tuvo contacto alguno con el movimiento sionista?

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