Los pocos lujos que me puedo dar es sacar a mi perro cerca, tengo el Parque Morelos mejor conocido como Puerto Real porque está en la calle de Puerto Real aquí en la Condesa, procuro que mi perro no me jale, camino con el despacio, aunque poco a poco estoy volviendo a aflojar mis músculos, me siento en una banca, esta rutina me saca un poco de mi poca actividad que seguramente me gustaría aumentar, pero por lo menos a excepción de cansarme si camino mucho por el peso de mi cuerpo que tiene agua retenida, no poder subir y bajar escaleras, mis pies hinchados, puedo valerme por mi misma así como poderme bañar sola.
En una banca había un padre muy joven con una beba de algunos meses, con un suetercito y un pantaloncito ligero, la tenía recargada sobre sus piernas, hacia ejercicio con sus piecitos y manitas con una ternura increíble donde las palabras no son necesarias porque los gestos hablan por ellos mismos, de esa comunicación padre e hija.
A mis casi 62 años quiero hacer honor a quien lo merece, por lo menos cuando mis hijos eran chicos, el papá de mis hijos estaba al tanto de ellos en la noche, aunque se acostumbraron a dormir toda la noche desde el segundo mes de nacidos excepto por situaciones como dientes.
Mi padre Q.E.P.D. tenía una fábrica de calcetines, llegaba de la misma y su trabajo era bañarnos a mi hermana y a mí, los domingos único día que descansaba nos llevaba al Parque General Martí, mejor conocido como México y quizás mucha gente no se acuerde que lo que ahora es el redondel estaba lleno de columpios, juegos, resbaladillas, así como los que actualmente existen en el Parque España, cuando me separé los domingos mi papá venía por nosotros y su deleite era pasar un rato con ellos.
Mi padre fue un hombre que ayudó, siempre levantaba la mesa, llevaba los trastes a la cocina e inclusive los lavaba, me acuerdo que mi mamá Q.E.P.D. le pedía que no lo hiciera porque era muy malo, le fascinaba meterse a cocinar, a la hora de la comida los domingos picaba el jitomate y la cebolla que era la entrada, abría las latas de atún y las preparaba, en la cena hacía lo mismo.
Le fascinaba pelar las manzanas y darnos los pedacitos, en fin mi padre fue un hombre muy hogareño que siempre apoyó a mi mamá, y eso que en mi casa siempre hubo el apoyo de una muchacha, de niños siempre tuvimos una nana.
Pero volviendo a este padre que me hizo recordar cosas tan bellas, los niños requieren de ambos padres, me da gusto que actualmente hay más cooperación por parte de ambos, muchos matrimonios se dividen el trabajo porque la mujer también trabaja sin importar los motivos.
Los niños requieren de calidad de tiempo, yo trabajé cuando me divorcié en la iniciativa privada hasta que entré a PEMEX y entonces sí tuve tiempo para ellos, gracias a Celina mi muchacha que va a cumplir 39 años conmigo pude hacerlo fue la madre que los sacó adelante, sin embargo yo siempre tenía tiempo de calidad para ellos, sobre todo los fines de semana cuando aprovechábamos para salir y platicar.
Cuando crecieron me dedique a estudiar y otras actividades, pero durante sus terapias que duraron seis años estuve con ellos.
Démosle su lugar al padre, el dividir el trabajo de la casa los ayuda a convivir, hay muchas casas donde la mujer gana más que el hombre y el hombre decide ser “amo de casa”, claro cuando el hombre acepta a una mujer exitosa, realmente conozco algunos casos que funciona muy bien.
Felicito a este padre, me enterneció y me invitó a escribir este artículo.
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