¿Ya ven ustedes? Se los dije. La ONU se dispone en sus sesiones de septiembre venidero a proclamar el establecimiento de un estado palestino, paralelo – o junto – a Israel. He llegado a creer que es un hecho consumado; por más que me escueza, creo que será una realidad.
Periodistas y editorialistas nacionales y extranjeros- que por supuesto están a años-luz de mi exigua capacidad – de toda clase de tendencias, ya comentan y opinan de ello, dándolo por un hecho.
¡Cómo me abruma! Luego de tanto buenos años de saber y creer que Israel es una potencia –aunque en un territorio pequeño- que se codea con íconos intelectuales y científicos de clase mundial, resulta que tendrá, oficialmente, un vecino autorizado, legítimo, avalado por las naciones del mundo, allí junto.
Pero no sólo eso: se habla de “fronteras de 1967”. Vayamos a los mapas. Primero al norte: ¿Todo el Golán? Desde las nieves hasta el Kineret. Espérenme.
En Qatzrin mi nieto Eric hizo su Bar-Mitzvah, amén de que más arribita tengo amigos en una Javat-Susim (granja de caballos); mis grandes “cuates” de las vinaterías – de gran calidad – y los cultivadores de orgánicos, y los guías de turistas junto a los hosteles y lugares de alpinismo; los restaurantes más elevados del país – por nivel del mar – y, más importante, los puestos de seguridad de mis compañeros de Zahal…¿ya no estarán? ¿Tampoco las ciudades que surgieron en la zona? ¿Se las van a dejar a los nuevos vecinos, con todo lo que se hizo?
Sigamos el río Jordán desde sus brotes originales, de norte a sur: ¿Vamos a prescindir de nuestras fuentes primordiales de abastecimiento de agua, las que a final de cuentas, llenan el Kineret? Y, a propósito, toda la margen oriental de nuestro lago (mar) principal, ¿ya no será nuestra? ¿Qué les diré a mis hijos y a mis nietos que viven en Tel Qatzir, o a sus vecinos de enfrente, a la orilla del lago? ¿Y todo el Valle del Jordán? A lo largo de la carretera “Gandhi”, todos los kibbutzim, con sus plantíos y pequeñas industrias hasta llegar a la desviación a Jerusalem, después de Jericó.
De aquí vamos al corazón, a nuestros sentimientos más recónditos: Yerushalayim. ¿Qué quieren los ajenos – porque son ajenos – de la ONU y sus corifeos? ¡Hacer de “Al-Kuds” su capital! ¡Sí, cómo no! Nuestra indivisible Jerusalem, con todo lo logrado, su libertad de cultos, nuestro respeto a todas los credos, ¿Veremos convertidos en pocilgas nuestros hogares, nuestras “yeshivot”, nuestras sinagogas, sin poder acudir a ellos como hoy, debiendo pedir permiso para ello, sin saber si nos lo otorgarán?
Quienes de nosotros viven en Jerusalem ¿serán súbditos palestinos? Cientos de preguntas más, todas ellas sin respuesta.
Sigamos nuestro análisis – viaje al sur. Vámonos yendo de Givat Zeev, que según ellos, es “territorio ocupado”. Mis primos Nurit y Shlomo y sus familias viven ahí desde hace más de veinticinco años. ¿Qué les diremos? “¿Saben qué? Este hogar que ustedes construyeron con sus manos – literalmente – deben abandonarlo. Lo van a ocupar otros, esos a los que les compran ustedes en el mercado de Nablus.”
Dirijámonos al oeste. Bajemos por la carretera a Tel Aviv., pero ¡cuidado! Aquí está la desviación a Modi’in. De paso le dicen a Haim, mi sobrino, que vaya agarrando sus cosas para largarse de allí con todo y su familia.
Cuando lleguemos a la capital comercial de Israel, vamos a saludar a los parientes y amigos en Netanya, pero póngase listos, porque la “frontera” – Tul Karem – está sólo a ocho kilómetros. De ahí, los proyectiles llegarán a cualquier lugar de nuestra costa mediterránea.
No se preocupen. Los políticamente correctos ya se manifestaron a favor de la concesión. Dos territorios para dos pueblos. Pobres palestinos (Ha’Aretz dixit), sojuzgados, manipulados, agredidos por nuestro espíritu conquistador y expansionista. Pero…¿qué hay de Gaza? Un millón y medio de habitantes, pobres, desesperanzados, sin aeropuerto, nacionalidad, sojuzgados, pero con “villas” a la orilla del mar, centros comerciales, bancos, mezquitas lujosas, etc.
¡Hay que, además, compensar a los desplazados de 1948! Si eran 300,000 y hoy son 2 millones, ni modo. Así es la vida.
Tú, israelí, te callas y soportas. Tú, judío del mundo, olvídate que tenías una posibilidad de nación. Confórmate con Mea Shearim. Aquí manda la ONU y sus adláteres políticos, movidos tal vez por ciertos capitales petrolíferos, con no poca complicidad del presidente de la más fuerte nación del mundo.
¡Ay, Salo, eres un catastrofista! ¿Cómo crees que vamos a quedar convertidos en un “shtetl”? Ya nuestros más brillantes intelectuales – Amos Oz, entre ellos – dijeron que era lo mejor que nos podía pasar. De esa manera se acabará el conflicto y no seremos vituperados por el mundo actual. Nadie nos podrá reclamar nada y seremos una nación respetable entre todas.
Sí, nada más que se olvida –convenientemente – el meollo del problema: ese no será el único paso, la única medida. No descansarán nuestros vecinos hasta vernos fuera del mapa del Medio Oriente. Está escrito en sus cánones. Este sería el primer y trascendental paso.
¿Qué nos queda? Lo de siempre: UNIDAD. No lo permitamos. Hagamos frente común sin escuchar a quienes viviendo fuera de Israel, premiados y adinerados, se cuelgan medallas pacifistas, sin recordar jamás la sangre derramada por nuestros hijos y hermanos en defensa del único pedazo de suelo que el Pueblo Judío ha tenido como suyo en más de dos mil años.
Artículos Relacionados: