Hace algo más de dos mil años el ejército de Antioco Epifanes y su cultura helenística dominaba la tierra de Israel y sometía al pueblo judío, quitándole su libertad. Judas el Macabeo y sus cuatro hermanos desde las montañas de Judea, organizaron un pequeño pero valiente grupo de resistencia para derrotar y expulsar a los invasores que los habían privado de la tan preciada libertad.
En la antesala de una gran batalla y ante el poderoso ejército enemigo que se dirigía hacia ellos exclamaron: “‘¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan poderosa?” A esto explica el profeta Zacarías: “Ni con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu.”
Aunque Janucá es una fiesta establecida para conmemorar la rebelión de los Macabeos -que logró su cometido por la victoria de las armas- su contenido es eminentemente espiritual, porque fue motivada por la lucha encarnizada para perpetuar la cultura hebrea, las tradiciones del pueblo, el acervo de su creación a través de los siglos.
Por eso, precisamente, las luminarias de Janucá son todo un símbolo espiritual que reflejan a través de su llama la antorcha inextinguible del pueblo judío, que muchos tiranos se empeñaron y se empeñan por apagarla, pudiendo tan sólo quemarse ante su ardor y desaparecer de la tierra, mientras el pueblo judío puede iluminarse, renacer y cobrar nuevas fuerzas y vigor ante el resplandor que le da contenido y brillo a través de los milenios.
El mensaje de Januca se centra fundamentalmente en la concreción de la soberanía recuperada sobre la tierra de Israel, especialmente cuando surge la posibilidad de reflexionar sobre su futuro, hacia adonde nos dirigimos en nuestra marcha histórica y cuales serán los posibles escenarios futuros que legaremos a nuestros descendientes.
Entonces aparece en el horizonte, la necesidad de nuevos desafíos que den continuidad a los maravillosos sueños visionarios de nuestros padres fundadores y de las primeras generaciones de israelíes que construyeron este milagro sin parangón en las crónicas mas recientes de la historia humana: el retorno a nuestra tierra ancestral luego de dos mil años de exilio y de la construcción de un Estado moderno y progresista, la única democracia real en toda la región.
Los tradicionales paradigmas que hicieron posible que el ideal sionista se convirtiera en un Estado victorioso en una de las zonas mas salvajes del planeta, esos viejos paradigmas de los pioneros; de Herzl, de Jabotinsky, de Ben Gurion, etc, necesitan de un nuevo impulso. Por eso llega la hora de elaborar nuevos paradigmas, que impulsen a Israel por un camino distinto, novedoso y que concluya con muchas tareas comenzadas pero aun no concluidas.
Hoy tenemos el gran privilegio histórico de participar del renacimiento, la consolidación y el crecimiento de nuestro Israel actual, donde la Libertad retorna nuevamente, con grandes sacrificios pero también con muchas y renovadas energías y esperanzas. Aunque hoy aun, no todos somos libres, la lucha por la Libertad todavía no ha culminado, todavía existe un largo camino por recorrer.
Cuando la oscuridad impera en el mundo y estamos completamente sumergidos en las tinieblas, el resplandor de las velas de Januca penetra en la profundidad de nuestras noches, de nuestras mentes, de nuestras almas y de nuestros mas preciados ideales, transformando la oscuridad en una potente luz que ilumina con gran intensidad a nuestras vidas y a la humanidad toda.
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